lunes, 19 de enero de 2009

Si el saber me constriñe, mejor no saber!

Qué atrevida, pero qué liberadora también, es la ignorancia. Si el sábado, al compartir mesa y después viaje en metro con Marta Rivera de la Cruz, hubiera sabido algo más de ella, no habría estado ni la mitad de desenfadado que estuve.

El sábado por la mañana fui a la sede de Anaya, para el fallo del VI Premio de Literatura Juvenil de la editorial. No, no era parte del jurado, pero algunos de mis alumnos se habían leído las galeradas de los finalistas, y yo iba para transmitir su decisión. Una decisión que no era vinculante; para eso estaba el verdadero jurado. Y de ese jurado formaba parte la ganadora del premio infantil del pasado año, Marta Rivera de la Cruz, cuyo libro ganador, titulado La primera tarde después de Navidad, luego nos regalaron. Tras el fallo, los de Anaya nos invitaron a comer y ella me firmó y dedicó el libro para el hijo de una amiga. Luego, tiramos juntos hacia el centro, donde ella vivía y donde yo me traslado pronto. Bajando las escaleras del metro le dije, ya te he fichado yo, tú eres carne de centro. Hablamos de libros, de cómo ella escribía, de la carrera de Ciencias de la Información (ella es periodista también) y del día a día en un instituto como el mío, que da para muchas anécdotas. Ella me recomendó El profesor, de Frank McCourt, sobre su experiencia como docente en escuelas marginales de Irlanda.

El domingo me acerqué a la Fnac a por el libro. Lo encontré, pero no me decidí a comprarlo. Tengo en casa aún muchas lecturas pendientes, y una mudanza a la vista. No está el tema para acumular. Cuando ya me iba, me vino la chispa. Me fui a autores españoles, busqué en la R y ¡ahí estaba!: Marta Rivera de la Cruz. En tiempo de prodigios. Finalista Premio Planeta 2006. Me entró la calorina y, en el acto, me llevé el libro a caja.



Mi amiga Carmen dice que soy un mitómano. Lo sé, qué le voy a hacer. Pero es que leer el libro de alguien que has conocido de primera mano no lo hace uno todos los días.

Cuando lo termine, ya os contaré qué tal.

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