Me ha encantado el libro, por supuesto, y me he reído muchísimo, sorpresa tras sorpresa. Me ha encantado esa forma de reflejar la sociedad hispanoamericana, tan diferente de la de Gabo, pero también tan llena de verdad. Y me gusta lo que hace Vargas Llosa porque la radiografía no es hiriente, aunque a veces tenga esos tintes, sino que se nota que Vargas Llosa quiere a su gente. Denunciar desde el odio es mucho más fácil. Denunciar desde el amor, como lo hace Vargas Llosa, tiene más mérito. Me quedo con la carta que Pochita le escribe a su hermana. Genial tanto por lo que cuenta como por el uso del lenguaje, por esa capacidad de captar formas de pensar ajenas y atraparlas con las palabras como sólo saben hacer los grandes.
domingo, 15 de junio de 2008
Panta, Pantita
Bueno, ya me estrené con Vargas Llosa. Por fin le hinqué el diente al otro grande de la literatura latinoamericana. Y lo hice con el libro que mi madre me venía recomendando desde mi más tierna infancia: Pantaleón y las visitadoras. Ay, qué bonito, me decía, es divino. Y yo me quedé con la copla de que el libro sería una entrañable historia y no la descacharrante radiografía del Perú más profundo, con putas y militares a modo de guindas del pastel. Claro, con el tiempo he aprendido que lo que mi madre califica como bonito o divino se refiere sólo a la buena calidad, abarcando desde lo más oscuro y subversivo a lo más desternillante. Tal era el caso.
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