domingo, 28 de septiembre de 2008

El relato de Bartolomé de las Casas



Debo empezar mi relato hablándoos de mi padre, que había venido hasta esta isla junto con el almirante Colón. Lo acompañó en su segundo viaje, y cuando volvió a casa, unos años más tarde, la familia ya no sufrió más privaciones. A mí me trajo un compañero de juegos. Era un muchacho indio de unos doce o trece años. Yo tenía quince y miraba con ojos curio­sos a aquel muchacho tímido y asustado, de pie al lado de la mesa del comedor, que tiritaba de frío, vestido con los harapos que le habían dejado los marineros. Al principio, mi madre no quiso dejar entrar en casa a aquel pagano, pero mi padre lo hizo arro­dillarse ante mí, riéndose a carcajadas, colocando mi mano sobre la boca del recién llegado, diciéndome: «¡Es tu esclavo, hijo!». Yo estaba de pie, mirándolo. En Asturias nadie había visto nunca a un esclavo. Le pregunté a mi padre de qué se trataba aquello. «Es tuyo, hijo; te pertenece. Es como si fuera tu perro o tu caballo. Cuando lo bauticemos, tú escogerás un nombre para él. Le ense­ñarás nuestro idioma, si quieres, y entonces comprenderá que eres su dueño y que hasta tienes el derecho de matarlo. Sin em­bargo, yo te aconsejo que lo trates bien, según lo que te dicta la moral cristiana.» El muchacho se dio cuenta de que estábamos hablando de él, a lo mejor había aprendido algunas palabras en castellano durante el viaje. Mi madre estaba preocupada por te­ner que alimentar una boca más, pero mi padre se reía de ella, pues sabía que traía mucho oro desde La Española. Al final el muchacho se quedó con nosotros. Lo vestimos con mis prendas, y poco a poco se acostumbró a andar con sandalias, aunque le costó muchísimo. Era un muchacho dócil y obediente que siem­pre quería estar a mi lado y que se reía y me abrazaba cada vez que me veía. Así pasó el verano.

»En el otoño, mi padre me dijo que su intención era darme una educación, y añadió que lo que la mente cerrada de los habi­tantes de mi ciudad natal no podía abarcar, seguramente lo ob­tendría de los maestros que instruían a sus discípulos en Sala­manca. El viejo era un hombre sencillo, y según recuerdo sólo sabía escribir su nombre, pero sentía un profundo respeto por la gente instruida. Así que nos trasladamos a Salamanca, yo y mi criado, para quien había escogido el nombre de Camilo. Mien­tras yo asistía a mis clases, él permanecía en mi habitación, orde­nando mis libros, mirando las imágenes de mi devocionario, ju­gando solo. Todos mis compañeros me envidiaban a causa de Camilo. Uno de mis compañeros, un tal Mendoza, llegó a ofre­cerme un anillo con una magnífica turquesa si le cedía al mucha­cho. Yo le dije que Camilo no estaba en venta.

»Un día recibí una carta de mi padre. Me comunicó que la Reina había dictado un decreto según el cual todos los paganos que vivían en el Nuevo Mundo no podían ser considerados escla­vos, sino hombres libres en su persona, estuvieran donde estuvieran. Me ordenó que me presentara con Camilo ante el juez de la ciudad de Salamanca. y que, siguiendo las instrucciones de éste, abandonara al muchacho a su suerte, ya que la Reina así lo había dispuesto. Añadió que sentía pena por haberse gastado el doblón de oro que había pagado por el muchacho al capitán de la nave.

»Nos vestimos y nos presentamos los dos ante el juez. Mi criado era el único indio que había en toda la ciudad de Sala­manca. El juez redactó para él un documento en el cual se afirma­ba que, según las disposiciones de la Corona, se había converti­do en una persona completamente libre. El alcalde le explicó que eso significaba que podía ir a donde quisiese... Cuando salimos de allí, Camilo empezó a tiritar de frío y a toser mucho. Duran­te los meses anteriores, siempre había estado pasando frío. Yo le daba vino. La fiebre aumentó, empezó a delirar, gritándome como nunca lo había hecho, afirmando que yo pretendía aban­donarlo asu suerte, echarlo a los hombres pálidos. Yo intentaba tranquilizarlo, diciéndole que seguiría sirviéndome como criado, sólo que le pagaría por ello. No comprendía, e insistía en que yo me quería deshacer de él... Tosía mucho y empezó a esputar sangre.

»Por la noche ya no hacía otra cosa que delirar. Lo decía todo en castellano, escupía todos sus recuerdos, todo cuanto guarda­ba en el fondo de su alma. Yo permanecía sentado a su lado, escu­chando todos los horrores que contaba. Lo refería para sí, como seguramente hiciera durante sus muchas horas pasadas en sole­dad. Relataba cómo habían llegado, a caballo, los españoles a la isla, cómo habían invadido su poblado con perros, cómo habían matado a su gente, cómo habían quemado sus casas, cómo cu­brían todo de sangre y de fuego, cómo buscaban oro y piedras preciosas, cómo obligaban a volver al poblado en llamas a los que intentaban escapar. Aquella noche comprendí por qué los es­pañoles guardan un profundo silencio al postrarse ante la Virgen de Guadalupe... Y comprendí cómo había conseguido mi padre el oro que había traído a casa, cómo había conseguido el dinero para que yo pudiera estudiar en Salamanca... y de dónde proce­día aquella riqueza repentina. Camilo contaba en su delirio cómo los mercenarios habían atacado sus hogares, cómo se habían lan­zado encima de las jóvenes muchachas, cómo, arrancándoles los lóbulos de las orejas les habían arrebatado sus pendientes de oro. Yo estuve sentado a su lado toda la noche. Lo escuchaba y le cu­bría el cuerpo con paños húmedos, le rogaba al Señor que calma­se sus sufrimientos. Le puse un crucifijo en las manos y llamé a un sacerdote que trató de confesarlo. Sin embargo, Camilo no en­tendía nada, y de su garganta brotaban unos sonidos llenos de pánico. Se durmió para siempre entre mis brazos.

Extraído de:
László Passuth,
El dios de la lluvia llora sobre México

sábado, 27 de septiembre de 2008

Dobletes / El caprichoso viaje del latín al español



AURICVLAM: aurícula y oreja

BESTIAM / BESTIVM: bestia y bicho

CALIDVM: cálido y caldo

CATEDRAM: cátedra y cadera

CAVSAM: causa y cosa

CLAMARE: clamar y llamar

CLAVIS: clave y llave

COLLOCARE: colocar y colgar

COMPUTARE: computar y contar

CONSILIVM: concilio y consejo

DELICATVM: delicado y delgado

DIRECTVM: directo y derecho

FABVLARE: fabular y hablar

FASTIDIVM: fastidio y hastío

FOLIVM / FOLIAM: folio y hoja

FRIGIDVM: frígido y frío

INTEGRUM: íntegro y entero

LABORARE: laborar y labrar

LITIGARE: litigar y lidiar

MINVTVM: minuto y menudo

OPERAM: ópera y obra

OVVM: óvulo (lit. huevecito) y huevo

PARABVLAM: parábola y palabra

PLANVM: plano y llano

RAPIDVM: rápido y raudo

RECITARE: recitar y rezar

ROTVNDVM: rotundo y redondo

SEXTAM: sexta y siesta

SIGILLVM: sigilo y sello

SOLIDVM: sólido y sueldo

SOLITARIVM: solitario y soltero

APOTHEKA (griego): botica y bodega

jueves, 25 de septiembre de 2008

Las Troyanas: buffffff....



Aviso: fui a ver Las troyanas, de Mario Gas, con una falta de sueño acumulada de más de tres días. Lo digo porque voy a poner la obra verde, y esta condición en la que yo fui a verla puede considerarse un atenuante. Aun así, uno tiene su criterio, y muerto de sueño y todo, sabe darse cuenta de cuando algo es un pestiño insufrible. También he de decir que muchos de los que vieron la obra conmigo afirmaron disfrutar, pero me parece a mí que lo decían con la boca chiquita. Claro, qué se puede decir de un montaje que sigue al pie de la letra el texto de Eurípides, por mucho atrezzo rompedor que tenga. Pues que está muy bien, claro, porque es Eurípides. Y yo digo que sí, que será Eurípides y todo lo que tú quieras, pero que no por eso deja de ser insufrible, que si quieres ser fiel al original sélo del todo: con el vestuario, con la escenografía, las máscaras originales y hasta con el anfiteatro. Así por lo menos tendrá el valor de documento. Porque si no, la tragedia de una reina convertida en esclava que ve cómo su linaje se pierde, a ojos de hoy, aparte de sonar facistoide que te cagas, te produce empatía cero. Me daba igual esa Hécuba que tanto se rasgaba las vestiduras, por muy bien interpretada que estuviera por Gloria Muñoz (que es una actriz de tomo y lomo, eso no lo niego). Y el momento de la muerte del niño Astianacte es de pura pornografía emocional. Desgarrador, pero de una manera vulgar, casi gore. Te producía inquietud, desasosiego, y hasta asco, pero ninguna empatía, sobre todo cuando sabes que la madre y la abuela lloran más por la pérdida del linaje que por la muerte del hijo o del nieto en cuestión. Y sí, sé que no se puede juzgar la obra desde un punto de vista actual, pero entonces no me actualices el vestuario ni me pongas a soldados con metralletas y cascos tirando de camiones llenos de cadáveres, porque es que no me lo trago.

Es como si te quisieran encasquetar un drama de honor de los de Calderón situado en la actualidad, pero respetando el texto. Lo siento, pero tampoco lo admitiría. No sería lo mismo una comedia de capa y espada, cuyos enredos resultarán tan vigentes como los de un vodevil o un capítulo de Friends. Pero alguien matando a su mujer sólo porque los demás sospechan que le ha sido infiel, para recibir a continuación el aplauso del pueblo, pues eso no admite puesta al día.

Y eso que, volviendo a Las troyanas, el principio sí que parecía interesante: esa Palas Atenea encarnada por el mismísimo Ángel Pavlovsky era al menos algo poco esperable. Llegué incluso a pensar en la alargada sombra almodovariana de esa conversación entre un Poseidón con maletín y la drag Atenea bajo una luz roja propia de burdel. No es que me fascinara, pero si me hizo intuir que la cosa iba a tomar derroteros interesantes. Pero no: el resto de la obra fue una mímesis tristemente perfecta del texto de Eurípides. Y yo me pregunto: si has optado por una versión tan académica, con tanta naftalina en la forma de declamar de los actores, ¿para qué, Mario Gas, ese principio pseudo-subversivo?

lunes, 22 de septiembre de 2008

A por el último de Harry Potter

Los cuatro primeros libros me los leí del tirón y disfruté como un auténtico enano. Sí, es verdad, J.K. Rowling a nivel literario es flojita, pero es lista como ella sola y sabe montarse más que bien un misterio a lo Agatha Christie. Además, estaba el original inicio del primer libro, con esa escena costumbrista (Dursley yendo al trabajo) alterada por el surrealismo de los magos en la calle festejando el fin de Voldemort. Aunque también es verdad que momentos como ése, en los libros, no ha habido muchos más. El resto de las entregas se ha centrado en una monótona narración en tercera persona cuya mayor motivación no era el cómo sino el qué. La trama, pura y dura. Y ésta ganaba si se leía en continuidad. Una continuidad que se rompió a partir del cuarto libro, cuando tuve que esperar la salida, cada dos o tres años, de cada una de las entregas. Para cuando empecé el quinto libro, ya no me acordaba de la mayoría de los personajes secundarios. Quién era el hombre lobo, quién el del ojo-loco, el elfo bueno, el elfo malo, y así con muchos más. A mis amigos lectores de Potter no les pasaba lo mismo; ellos sí se acordaban. Y me ponían al día, pero claro, en mi caso el olvido, por mucho que mi amigos me hicieran recordar, se tornaba desinterés.

Igual me sucedió con el sexto libro, otros tantos años después. Y el séptimo ya ha sido casi como un deber impuesto. No iba a dejar la saga coja. Así que lo cogí el otro día.

El principio, hasta que volví a conectar con la historia y a desempolvar nombres (o más bien a dejarme llevar al ver esos nombres que no recordaba para nada, y seguir "palante" como los burros) ha sido un poco rollete. Pero no sólo por mi despiste, sino porque la primera mitad no tiene ningún ritmo. La segunda mitad mejora, y el final, la verdad sea dicha, está muy bien construído (empalagos aparte). Y eso que con tanto cabo suelto parecía que la Rowling iba a hacer como los guionistas de Perdidos, echarse al barro del nihilismo y revolcarse en el todo vale. Pero ella es ante todo una escritora de best-sellers seria y como buena británica lo ha dejado todo cerrado y bien cerrado. Y aunque sólo sea por la filigrana, hay que reconocerle el mérito.

GH 10 arrasa. Las razones del (supuesto) desatino

1) Mercedes Milá, que se come la cámara como ningún otro presentador, estuvo como siempre genial. Más hiperbólica que nunca, arrasó con todo: con los de sonido, con el público en el plató, con los concursantes y hasta con los espectadores. Está hecha una auténtica perraca, la muy zorruna.

2) El cásting de esta edición es el más delirante de todos. La novedad es que ha terminado la dictadura choni. En ésta edición, afortunadamente, son minoría. Ahora lo que se lleva es el frikismo. A saber:

- Una setentona peliteñida más salida que el pico de una mesa.
- Una cuarentona borderline que dice tener 37, que sólo sabe ladrar cual perra en celo (y esto es literal, ella ladra: ¡guau guau guau!) y que se considera a sí misma creativa publicitaria. El despiporre.
- Dos chonis (un espécimen femenino y otro masculino) con el mismo historial: plantados en el altar.
- Otros dos especímenes chonis (masculino y femenino) de las Islas Canarias. O sea, morenitos y con el encefalograma plano.
- Unos cuantos chonis más, entre ellos un espécimen femenino talla mini y dos o tres chulitos de discoteca de tres al cuarto, de esos que se te presentan con americanas blancas y piensan que van elegantes (arg).
- Un freak hiperactivo con ínfulas de Jim Carrey, un acento catalán imposible y unos labios más recauchutados que las tetas de las chonis femeninas previamente mencionadas.
- Una china con cara de qué hago yo aquí.
- Y el mejor, para el final: un mariquita de provincias con descompensación hormonal y una pérdida de aceite más grave que la de la furgoneta de Locomía, que niega su homosexualidad valientemente y lo hace con pruebas, mostrándonos en cámara a su (pobre) novia. No os lo perdáis. Para mí es el ganador:



y 3) Los momentos sit-com dentro de la casa se sucedieron con un ritmo vertiginoso. Menudo regalo para los guionistas del programa, que debieron frotarse las manos. Los concursantes parecían seguir todo el rato el guión de una de esas telecomedias americanas, con momentos realmente brillantes. Las risas desde el plató, claro está, no dejaban de escucharse.

No puedo esperar al próximo martes. De verdad. Y creía que esto ya lo tenía superado. Que el mundo de la tele ya no me perseguía, y que estaba reformado en mi nueva tarea como profe de lengua. Pero con genialidades como ésta que nos despachó Telecinco anoche, no hay quién se resista.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Problemas con el p*** Explorer / ¡Aúpa Firefox!

Desde hace un tiempo este blog no se ve correctamente si se visita con Internet Explorer. Esto es, se ven sólo algunas entradas y nada de la barra lateral. Yo no me había dado cuenta porque en casa uso Mozilla Firefox, programa con el cual el blog se sigue viendo perfectamente. Por eso, si seguís interesados en este rincón de la red, y hasta que sepa solucionar este entuerto ciberespacial (y sentáos a esperar), os recomiendo que me visitéis a través de Firefox, y que si no lo tenéis, os lo bajéis, porque hasta yo, que no soy más que un pringao en temas de informática, me he dado cuenta de que es mil veces mejor que el explorador de marras de Bill Gates.
Bajadlo, es gratis.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Pepitas de oro en la ficción televisiva española



Decir que la ficción televisiva española es mediocre es ya un clásico, especialmente si está ficción-cañí se compara con la tele que se hace en Estados Unidos. Pero entre ayer y hoy he tenido que cuestionar este supuesto axioma ante el comienzo de temporada de dos series españolas. La primera, Herederos. Un culebrón, diréis. Y lo es, pero está hecho de puta madre: la factura técnica es impecable; las actuaciones, modélicas, desde Concha Velasco (grande grande) hasta Félix Gómez. El guión me abstendré de juzgarlo porque era la primera vez que veía la serie, y para eso habría que ver al menos algunos capítulos en continuidad. Pero hasta donde pude entender, las tramas estaban muy bien planteadas, y el capítulo me atrapó. Un culebrón, claro, pero con estilo.



La segunda es un clásico de la televisión española que por tratar de lo que trata es considerada una serie popular y poco más, pero en el fondo es la mejor serie que hacemos en España. Se trata de Cuéntame cómo pasó. Y he de decir que no soy un asiduo. Sólo he visto capítulos sueltos, pero cada vez ha sido una experiencia, sobre todo (y esto puede sorprenderos), una experiencia estética. Dejemos a un lado el problema de si la serie retrata con verdadera fidelidad la época, y de los fallos que todos podamos encontrar. No es eso lo que me preocupa, porque para mí eso atañe a su cualidad de documento, pero no afecta a la calidad intrínseca de la serie, que no deja de ser una ficción, y como tal puede (y hasta debe) tomarse sus licencias. Cuéntame cómo pasó está bien escrita y bien actuada, pero mejor realizada. El estreno de la décima temporada de hoy estaba lleno de chascarrillos y guiños a lo que significó la transición, pero había mucho más. Visualmente el capítulo ha sido un derroche de sutilidades, algo casi imposible de ver en la soez televisión española: las localizaciones, la fotografía, el tratamiento del color, los planos y el montaje superaban cualquier película española estrenada estos días (y no quiero ser malo, pero me viene a la cabeza Una palabra tuya). Y el guión no es que fuera nada del otro mundo, pero para ser una serie costumbrista, había momentos muy dignos, en especial la trama del hijo pequeño que vive su primer amor de verano, que hasta me recordó aquellos juncos salvajes de Techiné. El momento pancarta del final hasta me ha dejado, como tonto, con la boca abierta.

Es verdad que si llega a ser en una serie americana no me sorprendo, no lo voy a negar. Pero es que no se trata de romper moldes (esto es tele, no arte de vanguardia), sino de hacer las cosas bien. Y estas dos series lo hacen. Seguiremos tragándonos las series americanas, pero que no se diga que, lo que es aquí, no podemos.