jueves, 23 de julio de 2009

Dónde estabas...



Me fui,
pa echarte de menos.
Me fui
pa volver de nuevo.
Me fui
pa estar sola.

Me fui...
porque estabas tan cerca
casi tan cerca que no puedo ver
lo que tengo cerca de mis ojos.

Mis manos que ya no son manos
Y pienso en manos que un día
vuelvan a darme la vida.

Me estoy echando a correr a los ojos de otro muchacho
que al menos cuando me mira
me hace reírme un rato.

Porque los tuyos están tan lejos de mí
que casi no puedo mirarlos.

Mientras, ¿dónde estabas cuando te llamaba?
Dónde estabas cuando te llamaba.

Dónde estabas cuando mi voz se hacía tan pequeña
que no salía y se ahogaba en una habitación
o dentro de mí.

Dónde estabas cuando dormías a mi lado
y yo no podía dormir.
Dónde estabas cuando te escuchaba palabras
que no creías ni tú.
Entre tanta mierda, dime,
¿dónde estabas tú?

¿Dónde estabas cuando te llamaba?

Por eso me fui,
pa echarte de menos.
Me fui
pa volver de nuevo.
Me fui
pa estar sola.
Me fui...

Me fui
pa volver
a hacerlo de nuevo otra vez...

miércoles, 22 de julio de 2009

El Norte (¡qué marcianada!)



Mi primera incursión fue hace unos tres años: San Sebastián, Bilbao y las montañas del País Vasco. Me quedé atónito. Que en Noruega, o incluso en Francia, haya tanto verde, nunca me había parecido raro. Que dentro de esta misma Península Ibérica que creía tan familiar, hubiera todavía más verde, me pareció una marcianada. Y no sólo era el verde. Las autopistas del País Vasco iban entre montañas en las que no dejaba de haber enormes y altísimos bloques de casas mezclados con ese verde tan apabullante. No se sabía dónde empezaba un pueblo y terminaba el otro. Como si la frontera entre pueblo y monte se diluyera. Qué diferente de esa Andalucía plana y amarilla, vacía entre pueblo y pueblo. Y yo pensaba: fíjate tú, los de aquí, como para no sentirse diferentes.

En estos años no había vuelto a poner el pie de Madrid para arriba. Barcelona no vale, porque Cataluña no es el Norte, es el Mediterráneo y al menos la parte que yo conozco siempre me ha resultado familiar. Pero estos días he estado por Burgos y alrededores y he vuelto a alucinar. No he visto tanto verde como hace tres años, pero sí que he vuelto a sentir ese Norte que tanto me apabulló.

Los diez grados a las ocho de la tarde en Burgos, ¡en pleno julio! Tener que esperar a los amigos que están por llegar en un soportal para resguardarse del frío (¿lo he dicho ya? ¡en julio!). Las conchas por el suelo, y por todas partes, para que los peregrinos de Santiago no se pierdan. Los cógele, cómetele, dímele, le, le, le. Las comilonas sin descanso, y el bacalao, ese pescado tan exótico, que además no se fríe, sino que se guisa, ¡cómo si fuese carne!. Las chimeneas y las naves industriales de Miranda de Ebro (apenas 40 mil habitantes), en un número que me parece a mí que Sevilla, con un millón de habitantes, no supera. El Eroski al otro lado de la frontera con Álava, y los saludos en euskera que me enseñó la cajera, mirandesa de pro, pero que tenía a sus hijos en la ikastola. ¿Cómo se dice buenas tardes? Arratsalde on. ¿Qué?, ¿agacha el león?

El vino de Haro (en La Rioja alta) y las torrijas, también bañadas en vino. Siniestro Total, Extremoduro y otro sinfín de grupos de los que no había escuchado hablar en mi vida, y la gente alrededor coreando y botando al ritmo de lo que ellos llamaban clásicos, y a mí ni me sonaban. Pero ¿en qué burbuja me debo haber criado yo? El rock en euskera, canciones que también coreaban todos con más ímpetu si cabe que los cortijeros de Triana al son de Siempre Así. Y yo ojiplático. Ay majo, a ti esta música no te gusta, ¿no? Las peñas de Pancorbo (enooormes) y su súpersilo. Los caparrones verdes. ¿Capaqué? Caparrones, majo, mira. ¡Pero si eso son judías verdes, de toda la vida!

Las verdades en la cara, las faltas de medias tintas a la hora de hablar. Te apuñalaría, le dice una amiga a otra. ¿Pero cómo le dices eso? Anda, majo, pues si es lo que siento, ya está, que para eso es mi amiga. La apuñalaría, y ya está.

Y yo que me quedo pensando: tú te echas una amiga en Sevilla, le sueltas eso, y no te vuelve a hablar en la vida. Pero es verdad que está guay poderle decir eso a alguien de confianza. Poder mandar a tomar por culo a los que quieres sin que el mundo se ponga por eso del revés. Para mí, andaluz a mi pesar, es una marcianada. Pero a veces lo marciano también está guay.

martes, 14 de julio de 2009

paquete crece debajo mano (recuperado)

Años llevaba intentando recuperar ese poema del que sólo recordaba un verso. Un poema que leí de adolescente en un suplemento cultural y que me dejó K.O. Pero no recordaba el poeta, no recordaba el título, sólo un verso en el que se hablaba de un paquete que crecía debajo de una mano. Hoy me he plantado en google y he puesto "paquete crece debajo mano" y ¡ahí estaba!

Es de José Antonio González-Iglesias y se titula No me interesa la tradición débil. Sé que hoy, como la primera vez, me pierdo muchas de las referencias del poema, pero me sigue emocionando igual:

No me interesa la tradición débil
de la literatura. Este verano
leo a San Agustín, a Maquiavelo,
Thomas de Quincey, Esquilo,
Umbral y Montherlant.
No me interesan los emperadores
últimos, que firmaban
su abdicación a lápiz, por si acaso.
Tampoco quienes pliegan el periódico
para no ver algunos titulares.
Esta tarde tenemos
que pasar a la acción urgentemente.
Desandar el sendero de la serenidad
con las personas de temperamento
irregular, con hombres
de cabeza viril y saludable.
Tener con Dios la misma relación
que dos osos que luchan en la cueva.
No me interesa la sabiduría
sino la conmoción.
Me interesa el kilómetro
despedazado, el campo de relámpagos
de Walter de Maria, los lugares
humildes donde acudo a esperar lo sublime.
Mi maestro me ha enseñado
que hasta la erudición es una forma
de la sensualidad.
Ya sólo me interesa
ser igual que Walt Whitman,
un puro protoplasma literario,
un organismo simple que se comunica
de manera directa con el mundo.
Me interesan tus piernas, tu cintura,
tu torso receptivo de claridad,
tu paquete que crece debajo de mi mano,
tu dentadura, esa aristocracia
que es un puñado de naturaleza.
A los treinta y seis años
ya sólo me interesa ser amor.


...el campo de relámpagos de Walter de Maria
...

Escribir es rezar

Una cárcel y una huida. De eso trata Ahora es el momento, de Tom Spanbauer, que me acabo de leer. La cárcel es Pocatello, Idaho. Dios, qué poco me gustan los ambientes rurales. Y los de la América profunda tienen que ser aún peores. Aunque dan tanto de sí: granjas, graneros, vacas, camionetas, tractores, casas de madera, sombreros de cowboy, pantalones Levi's, camisas de cuadros, botones de nácar, cigarrillos, rosarios, capillas católicas, mormones, reservas indias, galletas de avena, puré de patatas, el bote de ketchup y el heno. Como dice el prota, Rigby John Klusener, el puto heno.

Escritura peligrosa, dangerous writing en inglés, es como se le llama al estilo de Spanbauer, del que por lo visto Chuck Palahniuk, el de El club de la lucha, también es seguidor. Por lo que veo se trata de repetir hasta el éxtasis las mismas imágenes exteriores, como una retahíla sin fin, y con ese mantra llegar al interior del protagonista. Pues vale. Yo creo que a mí el libro me ha gustado más por el tema, no por cómo está escrito. Aun así, una fórmula que a priori se puede hacer pesada que te cagas, termina funcionando. Fumar es rezar, le dice George Serano al prota. Yo creo que para Spanbauer, escribir es rezar.

Más allá

No sé si soy un exagerado, pero en el caso Rayan creo que habría que ir más allá. Ni la enfermera, ni los doctores que la supervisaban, ni siquiera el director de hospital. La sanidad pública en Madrid está bajo mínimos (igual que la educación pública, que se está convirtiendo en un ghetto) y nadie dice nada. Ni siquiera la de la foto, que es la máxima culpable.



¿Se atreverá a decir algo o preferirá seguir inaugurando todo lo inaugurable a lo largo y ancho de la comunidad?

sábado, 11 de julio de 2009

...cuando te llamaba



La japuta esta de la Bebe nunca me había gustao. Pero ahora, cada vez que la escucho cantar eso de dónde estabas cuando te llamaba, se me desgarra un poquito el corazón.

Madrid vs. Barcelona



Bienvenidos, señoras y señores, al combate más esperado de la temporada. Un combate que se ha venido forjando a lo largo de las pasadas décadas y que, últimamente y más que nunca, está en boca de todos. Un combate singular y absurdo que no por eso deja de crear la máxima expectación. Madrid vs. Barcelona. Los veinteañeros y treintañeros españolitos de a pie, la generación más inconformista jamás nacida en este nuestro paisito lleno de ínfulas, no sabe por qué ciudad decidirse. ¿Cuál refleja mejor nuestra nueva manera de ver el mundo? ¿En qué ciudad seremos más libres? ¿En cuál habremos de escapar del cuadriculado pensamiento de nuestros padres? ¿Cuál es la ciudad ideal para dejar atrás el pueblo?

La capital del reino vs. la capital de moda. La villa vs. la ciudad condal. Un parque temático desfasado y sin parangón en medio del secarral de la meseta, vs. el orden y el concierto entre la playa y la montaña. Castellano vs. catalán. Apertura vs. onanismo. Caos vs. silencio ("a Gràcia no facis soroll..."). Hordas de inmigrantes (estranjeros cutres) vs. hordas de guiris (extranjeros guays). Tapitas vs. restaurantes. Cosmopolitismo cateto vs. provincianismo cosmopolita. Un poblacho de cinco millones vs. una ciudad de dos. Cemento vs. arena. El clima de cuchillos de la meseta (Maruja Torres dixit) vs. la humedad asfixiante y el eterno sudor pegado al cuerpo. Todo lejos vs. todo a mano. Asfalto vs. bicicletas. El pelo largo, a lo Pantoja, y los pendientes de aros vs. el flequillo kaleborroka y las gafas de pasta. Lavapiés vs. Raval. Gayxample (zzz...) vs. Chueca. Chinos vs. pakis. Preciados vs. Portal de l'Àngel. Sol vs. Catalunya. Gran Vía vs. Passeig de Gràcia. Retiro vs. Güell. Plaza de España vs. Plaça d'Espanya. Plaza Mayor vs. Plaça Reial. Real Madrid vs. Barça. Bernabéu vs. Nou Camp. Tele y cine vs. teatro. Comer a cualquier hora vs. horarios europeos (después de las once, a cenar a casa). Bares vs. farmacias. Cañas vs. homeopatía.
Y así hasta la eternidad. Qué aburrido, ¿verdad?

***

De siempre me pareció que Barcelona era una ciudad mucho más punki, mucho más alternativa y llena de tatuajes, por ejemplo, que Madrid. Pero el otro día iba andando por la Gran Vía madrileña con una amiga de Barcelona, y va y me suelta:
-Hay que ver la cantidad de peña tatuada que hay en Madrid.

Al final va a ser que todo es subjetivo, y que en este combate absurdo y sin fin nada es lo que parece y todo depende de la manera que cada uno tiene de verse reflejado en esas calles, esas aceras, esos semáforos y esos parques que, a la larga, no son tan distintos.

miércoles, 8 de julio de 2009

viernes, 3 de julio de 2009

Millennium: doble (y frío) input



No sé si es que últimamente todo lo que leo (y veo) me deja frío. Pero así me ha pasado con Los hombres que no amaban a las mujeres. Me refiero al libro y a la peli. El libro me lo terminé ayer, a las cuatro de la mañana. La peli la he visto esta misma noche. Y me han dejado frío por causas distintas. Pero frío al cabo.

Conste que el libro me ha gustado bastante más. Conste también que no digo que la peli sea mala. Un poco larga sí, pero mala, no. Creo incluso que me habría gustado más si no hubiera leído el libro. Al contrario de lo que leído por ahí, en las críticas, la peli sigue demasiado paso a paso ciertos derroteros de la novela. Las pesquisas investigatorias de los dos protagonistas, por ejemplo, se hacen pesadas, porque son las mismas del libro. Hay cosas que se cambian, por supuesto, y como espectador casi prefería esos cambios, porque lo que era igual, apenas veinte horas después de acabar el libro, me aburría.

El libro de Stieg Larsson se lee solo. Y no es un bestseller facilón, sino una buena novela de misterio, bastante inteligente. A Larsson se le pilla en su manera de escribir, en su técnica para crear tensión, ya desde la mitad de la novela. Pero muchos otros bestsellers suelen ser así, y eso no ha impedido que me gustaran. Y yo no sé qué le he echado en falta a esta primera parte de Millennium para que me dejara frío, pero así ha sido.

¿Será el rollo sueco? Hace poco vi la peli Déjame entrar, y a pesar de tocar el tema vampírico desde una perspectiva a priori muy interesante, también me dejó frío.

¿Será la nieve? La cosa es que hoy, en el cine, helado con el aire acondicionado de la sala y con las eternas y suecas nieves, sólo me he sentido realmente bien durante la secuencia en Australia, todo desierto y sol. Mi corazón ha entrado, un poquito, en calor.