miércoles, 24 de marzo de 2010

Best songs ever

Las mías, claro...

1) Mad about the boy, de Dinah Washington



2) Raindrops keep falling on my head, de B. J. Thomas



3) You were meant for me, de Gene Kelly



4) It had to be you, de Frank Sinatra



5) The very thought of you, de Nat Kig Cole



6) You're the top, versión Barbra Streisand en ¿Qué me pasa, doctor?



7) A la lima y al limón, de Concha Piquer



8) The time is now, de Moloko


9) Tas, de Tarkan



10) Runaway lover, de Madonna

martes, 23 de marzo de 2010

Causas y consecuencias / La importancia del tópico

En 3º de BUP me tocó el profesor de historia con más fama de duro de todo el instituto. Un profesor que daba interminables listas de apuntes que nosotros cogíamos como borregos, y con el que lo único que aprendí es el arte de ir sintetizando los contenidos a medida que nos largaba su tedioso discurso, porque desde el principio me negué a pasar a limpio, cada tarde, esas cinco o seis páginas diarias que soltaba por su boca.
Este profesor en cuestión entendía la historia desde el punto de vista más estrictamente marxista. Bueno, eso no lo sabía entonces, claro. Lo deduje con el tiempo. Con él la historia se reducía a un eterno cambio de paradigmas o sucesivos statu quo, y el estudio de las causas y consecuencias de esos cambios. Así, las causas políticas, económicas, demográficas y sociales se correspondían siempre con sus equivalentes consecuencias políticas, económicas, demográficas y sociales. Crisis, cambio; crisis, cambio; crisis, cambio. Una perspectiva muy moderna que me hizo entender a la perfección en qué consistieron las diferencias entre, por ejemplo, Edad Media y Edad Moderna, o Antiguo Régimen y Nuevo Régimen, o la Rusia prerrevolucionaria y la Rusia comunista.

Hasta ahí genial. Pero en la otra clase estudiaban la historia de otra manera. Más a la antigua. Y a mí me daba una envidia tremenda. En la otra clase se tenían que saber la lista ordenada de todos los Austrias y Borbones, que yo nunca estudié. Estudiaron la locura de Juana la Loca por Felipe el Hermoso, y sabían, claro está, por qué a Juana la Loca la llamaban la Loca. Cosa que yo ignoraba. Sabían de todo lo que ocurrió el día de la toma de la Bastilla, o de los entresijos palaciegos en la corte zarista de Rusia. Yo, sin embargo, de Rasputín, ni idea.
Esa envidia no era consciente. Yo creía que tenía una mejor perspectiva de la historia en su conjunto. Confirmé esta idea cuando en COU tuve que estudiar a Marx, al darme cuenta de que todo el rollo ese del materialismo histórico yo ya me lo sabía a la perfección. Y cuando en la facultad, en Sociología, estudiamos a Max Weber y su Ética protestante o el espíritu del capitalismo, y tuvimos que echar por tierra las teorías marxistas, estaba mucho mejor preparado que mis compañeros para comprenderlo todo.

Pero seguía sin saber ordenar a los reyes de España. Y creo que aún hoy me costaría bastante trabajo: los Católicos, Carlos V, Felipe II y para de contar.

Lo peor de todo es que, de esa visión marxista de la historia, de esas causas y consecuencias y de esos cambios de paradigmas, tampoco recuerdo demasiado. Sólo que al final siempre se reducían a lo mismo: crisis económica que da lugar a una crisis política, demográfica, social y cultural. Revolución y nuevo statu quo. Algunas veces un intento de vuelta atrás, como la Restauración en España (es España hemos sido siempre muy de vueltas atrás), y poco más.

Y no es que esté en contra de la visión marxista de la historia. Ni mucho menos. Es que creo que no lo es todo. Creo que cada cosa tiene su momento, y que si no sé qué rey va después de Felipe II, las causas políticas y económicas del cambio del Antiguo al Nuevo Régimen me van a importar muy poco.

***

Y eso que era 3º de BUP, con 16 años. Ahora, el desprecio de los contenidos y del anecdotario hace que los currículos de lengua e historia de la ESO (de 12 a 15 años) sean aún más abstractos. Me explico:

1) En primero de la ESO se intenta que los niños distingan entre géneros literarios, cuando no han leído una novela en su vida, o no se han aprendido una poesía en su vida. Les cuentas que la narración es contar historias, frente a la lírica, que es cantar o recitar. Pero... ¿alguna vez alguien les ha hecho aprender y recitar de memoria un maldito poema? (Y no me meto con la LOGSE ni con la LOE ni esas últimas y denostadas leyes educativas; a mí, en la EGB, me hicieron aprender y recitar muy pocos poemas de memoria, y ahora escucho a mi abuela, con alzheimer, recitar las Coplas de Manrique de corrido, y me da una envidia que te cagas; y en esas estoy, intentando aprendérmelas yo ahora, con 30 tacos, de memoria, igual que el primer capítulo de Platero, o el Romance de la luna, luna de Lorca).

2) En el libro de 2º de la ESO de Oxford, al estudiar el lenguaje poético, se habla de imágenes racionales y no racionales, de sinestesias y de símbolos, antes de definir lo que es una metáfora. Antes incluso de incluir unos cuantos poemas con unas cuantas metáforas para que podamos disfrutar de su lectura. Me lo expliquen.

3) En este mismo libro, a la hora de estudiar la sintaxis, parece que los sintagmas lo son todo. Primero el nominal, luego el verbal (hasta ahí ok), luego el adjetival y por último el adverbial. Esto está llevado hasta las últimas consecuencias, y así, el atributo y el complemento predicativo se aprenden antes que los complementos circunstanciales. ¡El predicativo antes que los circunstanciales! Arggg!

4) En 3º de la ESO algunos libros (Santillana, por ejemplo) pretenden enseñar Renacimiento y Barroco como ese continuum que las perspectivas más modernas consideran. Y que conste que yo estoy de acuerdo en que son un continuum, pero no en que eso lo hayan de comprender niños de 14 años, después de leer apenas un soneto de Garcilaso y otro de Quevedo. ¿Qué tiene de malo decirles que son lo contrario? Aprender, por supuesto, es acabar con tópicos y prejuicios, pero sin tópicos y sin prejuicios (en el buen sentido de la palabra), ¡no tienes nada de donde partir! Además, que para eso hay un Bachillerato...

5) Igual con el Culteranismo y el Conceptismo. Explica tú, guapo, en 3º de la ESO, que en el fondo son las dos caras de una misma moneda. Y sí, es verdad que este caso no se suele dar, pero entonces ¿por qué el siguiente sí?

6) En 4º de la ESO el libro de Akal (de un nivel enciclopédico que me apabulla incluso a mí) plantea Modernismo y Generación del 98 como lo mismo. Esto implica, claro está, una definición ambigua y muy poco delimitadora, porque a ver qué tiene que ver el Azorín de Castilla con las Figulinas de Manuel Machado. Y no hablo de Darío porque ahí el libro de Akal sí que decide meter bisturí y arrancar de cuajo toda la literatura hispanoamericana y postergarla al último tema del libro. Así que intenta tú explicar el Modernismo mezclado con el 98, y sin tirar de un sólo poema de Darío. Yo, claro, ni lo intenté. No hubiera sabido cómo.

***

Pues eso, que es verdad que las cosas no son ni blancas ni negras, sino grises. Que todo es relativo en este mundo. Pero que el relativismo en la enseñanza media (en el Bachillerato o en la Universidad es otro cantar) no sirve de nada. Con lo bonito que es encontrarte con un 2º o un 3º de la ESO con la cabeza bien amueblada de tópicos y prejuicios sintácticos, para poder llegar un día y escribir en la pizarra:

LOS PROFES DE LENGUA SOMOS UNOS MENTIROSOS
Hasta ahora nos habían dicho que ser, estar y parecer son siempre copulativos, pero... ¡era mentira!

Ésta es, por ejemplo, una clase que me encanta dar. Y si los niños han aprendido antes bien esa visión simplista de los verbos copulativos, es un gusto cargarse el tópico. Pero claro, sin esas "mentiras" previas, no hay revelaciones que valgan. Y es que ya no es sólo una cuestión de lógica. Algunos prejuicios y tópicos, aunque sólo sea por el gusto de aprender a cargárselos, merecen la pena.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Salido, falso, pervertido, picaflor


Recuerdo que el primer año que di clases en el instituto me topé con un tercero de la ESO de lo más ocurrente. A la hora de estudiar el Libro de buen amor, les mandé hacer un comentario sobre el Elogio de la mujer chiquita, en el que lo más bonito que dijeron del Arcipreste de Hita es que era un falso y un salido y un picaflor.

Desde hace cuatro años no volvía a dar clase en 3º. Y ya tenía ganas de volver a la literatura medieval, porque una vez superado el obstáculo del lenguaje, y gracias a las versiones adaptadas al español moderno, me parece a mí la literatura más divertida y más accesible para chavales de esta edad.

Y ahí me tenéis, leyéndoles a los chavales extractos descacharrantes como la descripción de la mujer ideal (de sobacos un poquillo mojados), o el duro trance con la serrana de Malangosto. En cuanto al Elogio de la mujer chiquita, ahora mismo estoy corrigiendo de nuevo los comentarios, y vean las perlas que me sueltan:

"El texto es del siglo XIV, donde empieza a innovarse la literatura y se rompen las normas del mester de clerecía. El uso de los cinco sentidos en el poema lo convierten en más sensual. No hay mucha intención didáctica, lo que de verdad quiere enseñar el arcipreste es que hay que vivir la vida. De Juan Ruiz tampoco se pueden decir muchas cosas pero, a pesar de ser arcipreste, era bastante pervertido (sic.), no por el hecho de que hacía lo que contaba en el poema, que puede no ser verdad, sino por el hecho de haber pensado en las cosas que ha escrito."

El arcipreste, un pervertido. Qué más se puede decir...
Otro chaval me pone algo aún mejor:

"Como bien sabemos en el siglo XIV la sociedad cambia, ya no hay mentalidad oscura, ahora el público lo que quiere es diversión y los clérigos se la van a dar. Lo que el pueblo quiere hay que dárselo, si no, te lían una que uff... (vamos, culo veo, culo quiero)."

La cosa sigue...

"Es difícil ver cómo un clérigo o arcipreste escribe algo como esto, puesto que escribían temas religiosos. Si a mí me cuesta adaptarme a leer una obra de estas escritas por los clérigos, a ellos acostumbrarse a escribir en cuaderna vía sin que sea religioso les habrá costado muchísmo."

Sospecho que son ecos de lo que yo cuento en clase. Ecos genialmente distorsionados que trazan derroteros extraños, pero que creo que al final encontrarán la senda apropiada.

PD: ¿Saben una cosa? El primer extracto es el comentario de un alumno rumano. Los otros dos, de un ucraniano. Me dirán que no es un puntazo ver cómo alumnos de orígenes tan dispares al nuestro comentan las luces y las sombras del canon literario hispánico más cañí. Qué genial, y qué curioso, esto de la globalización.

lunes, 8 de marzo de 2010

Peter Jackson se mete a poeta (y tampoco le sale mal)


La crítica dice que The lovely bones es una peli fallida. La crítica ha de ser escéptica, y si yo fuera crítico tal vez habría opinado lo mismo. Pero lo bueno de ser un espectador más es que puedes dejar el escepticismo a un lado. A veces cuesta trabajo, pero con la cinta de Peter Jackson ni me lo planteé. Creía que no iba a llorar, que no iba a llorar, y al final, cuando más cursi y pasteloide se pone, cuando otros a mi lado se reían, yo tuve que sacar los kleenex.
La historia de The lovely bones tal vez no lleve a ningún lado. Pero como catarsis funciona. Dejad el escepticismo a un lado e id a verla. Disfrutad de las imágenes, y de la niña protagonista (impresionante), y de Rachel Weisz, y de Susan Sarandon, y de toda la pamplina esa del primer beso nunca dado, que a mí fue lo que más me hizo llorar.
No sé, me parece a mí que Peter Jackson, más que contar una historia y desentrañar significados, ha querido hacer poesía. Una poesía simple, que sólo insinúa, pero no por ello menos buena. Por eso, que la historia haga aguas al final (si es verdad que las hace), es lo de menos. Porque lo de menos, aquí, es la historia.


domingo, 7 de marzo de 2010

Lo que Albaladejo dejó atrás

Miguel Albaladejo sigue, como al principio de su carrera, haciendo ese tipo de realismo que más me gusta y que nada tiene que ver con las pelis esas tan pesadas que hacen Fernando León de Aranoa y demás intenso-barra-chupócteros del cine español. Pero desde hace un tiempo (ay, pena), algo le faltan a las pelis de Albaladejo.


Ayer vi Nacidas para sufrir, que a priori tenía todos los ingredientes para que me encantara, y que no me desagradó y que hasta disfruté, pero que me dejó el agridulce sabor de lo que sólo está conseguido a medias.

Lo que me gustaba de las primeras pelis de Albaladejo (como Ataque verbal o El cielo abierto), era que el realismo que exudaba cada plano fluía de forma natural. No había nada forzado ni en los diálogos ni en las tramas. Todo cuadraba en boca de esos personajes que parecían salidos de la misma calle. En Nacidas para sufrir la pretensión es la misma, pero no fluye igual. Irónicamente, en su pretensión de sonar reales, los diálogos a veces chirrían de puro artificiosos. Los giros de la trama, por su parte, desconciertan al espectador. La última media hora de metraje, casi me salgo de la historia.

Las actrices, por supuesto, están todas geniales. Pero a la vez te da la sensación de que en cierta manera están desaprovechadas. Y encima están esas cuantas líneas de diálogo metidas con calzador, que le hacen muy poca justicia a su trabajo actoral.

Podría decir que a Nacidas para sufrir le falta el hálito que sí tenían las primeras pelis de Albaladejo. Eso del hálito queda como muy abstracto y poético. Pero es que ese hálito tiene nombre y apellidos: Elvira Lindo.

¿Se reconciliarán Miguel y Elvira algún día?
¿Volverán a hacer una peli tan buena como El cielo abierto?

jueves, 4 de marzo de 2010

How we met Barney

¿Recuerdan que les conté de las similitudes y la diferencias entre Friends y How I Met Your Mother? Pues se me pasó una diferencia. Mientras que en Friends el carisma de los seis protagonistas estaba insuperablemente equiparado, hasta el punto de que el cualquier combinación daba como resultado una pareja o un trío cómico genial, en How I Met... es uno el que destaca por encima de todos los demás: Barney Stinson.


Capítulo a capítulo, este pequeño hijo de puta despreciable se está llevando de calle la serie. Acabo de empezar la cuarta temporada, y ya casi sólo me interesan los capitulos que giran alrededor de él y de su recién estrenada debilidad. ¿Barney enamorado? No sé a dónde nos llevará esto, pero qué curioso que ese mismo personaje al que al principio de la serie sólo querías despreciar, ahora sólo lo quieras abrazar. Barney se hace querer, y sin dejar de ser el mismo. El mérito, en este caso, es del actor, Neil Patrick Harris, porque si no fuera por él, los guionistas no se habrían atrevido con el giro.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El escritor (redimido)

Annie: ¡Eres un cerdo!
Henry: Yo seré un cerdo, pero él no sabe escribir...
Annie: Eres un fanático. Todo un fanático de lo que significa escribir. Todos comenzáis en el mismo lugar, y todos ansiáis el mismo premio. ¡Shakespeare y la literatura por delante a millas de distancia y detrás, un montón de escritores que intentáis salvar esa distancia! Todos os dedicáis a escribir para gente a la que le gustaría escribir como vosotros si supieran escribir. ¿Pues sabes que te digo? ¡Que te den! ¡Que os den a todos! Que te den a ti, y que le den a la literatura. [...] Estás celoso de que se le pueda considerar escritor. A ti te gustaría conservarlo como algo sagrado, especial, algo que no puede hacer cualquiera. "Algunos lo tenemos, otros no lo tienen. Nosotros escribimos, y escribimos sobre vosotros". Lo que te molesta de Brody es que no sepa cuál es su lugar. Tú dices que no puede escribir de la misma forma que un camarero te dice que no puedes entrar sin corbata. ¿Por qué? ¿Porque no sabe juntar palabras? Bueno, ¿y que tiene de bueno saber juntar palabras?
Henry: Ha sido tradicionalmente considerado como algo ventajoso para un escritor. [...] Las palabras no se merecen que nadie las maltrate así. Las palabras son inocentes, neutras, precisas… describen esto, significan aquello. Si las cuidas puedes construir puentes sobre la incomprensión y el caos. Pero cuando les birlas las esquinas, ya no hay ningún bien en ellas. No, no creo que los escritores sean sagrados, pero las palabras lo son. Merecen respeto. Si consigues poner las palabras adecuadas en el orden adecuado, puedes hacer que el mundo se agite un poco, o conseguir un poema que los niños recitarán cuando estés muerto."

Tom Stoppard: Realidad

Es genial cómo Tom Stoppard se echa como escritor toda la mierda encima, y lava sus pecados (el de la soberbia, especialmente) en esta magnífica obra en la que al final no sólo se redime sino que también pone algunos puntos sobre las íes. Como satirizaba Philip Roth, las ideas están muy bien, pero al final, todo es juntar palabras, respetándolas como esa cosa sagrada que son.


Si además toda esta reflexión te viene de la mano de unos diálogos chispeantes, y de un montaje con ritmo, con una escenografía bestial y unos actores como dios manda (María Pujalte y Javier Cámara, pero también todos los secundarios), ¿qué más se le puede pedir al teatro?

lunes, 1 de marzo de 2010

Fiebre azteca / Una épica interrumpida


Mi obsesión con las civilizaciones mesoamericanas en particular, y con todo el continente americano en general, tiene su origen en un libro. Ya les he hablado antes de él. Se trata de El corazón de piedra verde, una novela que a lo mejor no ha pasado a la historia por el magisterio literario de su autor (nada desdeñable por otro lado), pero que refleja y revive de una manera apabullante el encuentro entre españoles y aztecas. Este libro, escrito por Salvador de Madariaga y publicado en 1942, es para mí la mejor novela histórica que he leído en toda mi vida. Madariaga radiografía las dos culturas europea y americana, y el choque frontal al que son sometidas, de forma analítica y desgarradora, con una historia de amor como telón de fondo que, en vez de restarle puntos al análisis histórico, le da más fuerza.

Desde El corazón de piedra verde, y cada vez que pienso en ese tópico literario y cinematográfico de la llegada de los extraterrestres a la Tierra, no puedo sino sonreír ante esas dos posturas simplistas a la hora de predecir lo que sucedería. Una es la de los extraterrestres invasores, ávidos de cuerpos humanos, o de nuestra agua, o de cualquier otro recurso natural; extraterrestres a los que los humanos combaten hasta liberar la Tierra. Otra, la que confía en la bondad innata de unos marcianos que llegan en son de paz para transmitirnos su sabiduría y convertirnos en mejores personas. En el caso de la conquista de México, los extraterrestres eran los españoles, y los terrícolas, los aztecas. Y nada fue tan simple. Madariaga no demoniza a ninguno de los dos bandos. Refleja las virtudes y las miserias de ambas civilizaciones, y lo inevitable de ese destructivo choque que arrasa con todo, muy a pesar de esas ciertas mentes preclaras que en ambos bandos saben llegar más allá y analizar las consecuencias de lo que está sucediendo, como en el caso del magnífico Nezahualpilli, rey de Texcoco.


Aún febril, inmediatamente después me zampé las más de mil páginas de Azteca, de Gary Jennings, que no será lo mismo, vale, pero que a modo de complemento medicinal para el bajón post-Madariaga me vino a las mil maravillas. Y así la fiebre de lo azteca cuajó en mí y dejó el poso de la obsesión. Después cayeron Otoño azteca, también de Gary Jennings (y muy menor, por cierto) y varios libros sobre esa civilización que me sigue obsesionando, entre ellos La conquista de México de Hugh Thomas. Poco después leí El dios de la lluvia llora sobre México, del húngaro László Passuth, que por frío y distante no me gustó tanto, pero del que entresaqué un pasaje que a mis alumnos les suele encantar. Y mucho más: lecturas del National Geographic y monográficos de revistas de historia, búsquedas en Internet, etc. Y la decepción de saber que, si alguna vez voy a México, poco voy a poder ver de esos aztecas con cuyas ciudades los españoles arrasaron. Y la esperanza de saber que de los mayas, que ya estaban casi extinguidos cuando llegamos (y gracias precisamente a eso), sí que queda mucho.


Y lo raro es que en todo este tiempo no había visto Apocalypto. Y no por desgana, que conste. Es sólo que no se había terciado. Y el jueves pasado, cuando me disponía a acostarme, enciendo la tele y me encuentro que justo comienza, en Cuatro.
No suelo ver pelis en la tele. Odio los anuncios, y odio aún más el doblaje. Pero en el caso de la peli de Mel Gibson, afortunadamente, no hay doblaje que valga. Así que me quedé a verla, y pagué al día siguiente el precio de irme a la cama a las tantas. Pero mereció la pena.
Es verdad que la peli de Gibson no va sobre los aztecas, sino sobre los mayas. Es verdad también que lo que Gibson pretende es a priori contar la historia de una huida, y que la fidelidad histórica y geográfica, en el caso de esta peli, habría que ponerla más que en cuarentena. Lo de la aparición de los españoles desembarcando al final de la peli es algo totamente anacrónico (los mayas eran ya una civilización extinta desde cinco siglos antes), pero la metáfora funciona. Y por eso la peli me pareció genial, con esa llegada del hombre blanco al final, que el espectador sabe que va a cortar de raíz todo lo bueno y lo malo que hemos visto antes, reduciendo tristemente a una mera anécdota toda la épica de la historia que nos cuenta Gibson.

Los aztecas, justo antes de llegar los españoles, eran una civilización joven y en plena ebullición, con todas las luces y las sombras que esa "adolescencia" implicaba. Los aztecas miraban al pasado, pero a un pasado inventado que los convertía en el pueblo elegido y con la palabra futuro grabada con fuego y con sangre en la frente. Un futuro interrumpido por los españoles. Una visión de la vida truncada y arrancada de raíz. Saben que no suelo ser el típico romántico a la hora de defender la idiosincrasia de los pueblos. Sé que unas culturas arrasan con otras y que ése es el devenir de la historia. Pero el misterio de los aztecas, ese pueblo tan sabio y tan cruel, e incluso tan sanguinario, me subleva y me apasiona. Y recuerdo las palabras de Nezahualpilli en el libro de Madariaga:
-Quizá hubiéramos llegado a una forma de vida mejor que la actual. Pero necesitábamos tiempo para ir perdiendo nuestros hábitos sanguinarios... Varias gavillas de años lo menos. No nos las darán. Los hombres de oriente han llegado y nos vencerán...
-¿Por qué? -preguntaba Xuchitl.
Y contestaba Nezahualpilli:
-Porque vienen. Los que vienen son siempre más fuertes que los que aguardan. Por eso vienen ellos y aguardan los otros. Y traerán dioses y costumbres diferentes.
-Pero -replicaba Xuchitl- es muy posible que las costumbres que traigan sean precisamente las que vos queríais que tuviéramos; y eso os debe alegrar.
Nezahualpilli contemplaba la idea unos instantes, para concluir:
-No, porque nuestras costumbres, aunque cambiasen, hubieran sido las nuestras, nacidas de nuestro ser. Como una serpiente que cambia de piel. Las de ellos serán como un traje que nos pondrán. No lo llevaremos a gusto.