martes, 27 de noviembre de 2007

¡Ya está bien de meterse con Buffy!

El señor Alberto Rey, blogger de El Mundo, sabe mucho de series.
El señor Alberto Rey, blogger de El Mundo, es además, un postmoderno, porque es capaz de criticar series como la supuestamente fabulosa pero en el fondo decepcionante Héroes, y en eso estamos de acuerdo.
Pero, ay, el señor Alberto Rey, se atreve de vez en cuando a hablar de lo que no sabe. Si no, no hubiera metido en el mismo saco a la serie Embrujadas y a Buffy Cazavampiros.
Lo ha hecho en un post de su blog dedicado a la primera serie, en el que –probablemente después de ver dos capítulos y medio de la segunda–, dice:

Embrujadas ha disfrutado de un enorme éxito, aglutinando seguidores de, por un lado, las seriecillas sobre chavales californianos bien alimentados y, por otro, de las tramas con tintes sobrenaturales como las de la majestuosamente ridícula Buffy, la Cazavampiros. A veces he pensado que tanto Buffy como las embrujadas estas permitían un montón de sublecturas pop, que se trataba de productos multicapa, con un barniz superficial de aventuras, amoríos y malvados con ropa de lúrex y niveles profundos de interpretación, plagados de homenajes a la serie Z, autoparodias y cachondeo. Otras veces (las más) llego a la conclusión de que de multicapa, nada y de multilecturas, menos. Si acaso, multicaspa.

En cuanto a Embrujadas, nada que decir. En cuanto a Buffy, por supuesto que se pueden hacer múltiples lecturas de la serie, aunque eso no es mérito porque también se pueden hacer múltiples lecturas pop de una peli porno.
Lo que tiene Buffy no es sólo eso. Lo que tiene es unos guiones impecables, unos diálogos brillantes, una ironía contenida y una dimensión existencialista del héroe de cómic de toda la vida que llega incluso a apabullar. Eso es lo que hace que Buffy, esa “niña tonta que mata vampiritos”, no juegue en la misma liga que Embrujadas.
Y eso es lo que se pierde Alberto Rey.
Peor para él.

viernes, 23 de noviembre de 2007

IBERIA

Sí, ya sé, la palabrita suena a esperas en el aeropuerto, turbulencias y pérdida de maletas. Pero, por favor, intentad quitar eso de vuestra mente, y no me digáis que no suena bien: IBERIA.

Iberia o Estado Ibérico Federal (o sea, la unión de España y Portugal) es por lo que aboga Saramago. ¿Qué loco!, dirán muchos. Pues a un loco se le ha unido otro en la propuesta: Günter Grass. Y yo debo ser otro loco más. Porque la idea me encanta, qué queréis que os diga.

Y si esta tendencia a la unión política y económica se extendiera ya a todo el planeta, pues todavía más bonito. No sé si estoy en contra o a favor de la globalización, porque no termino de entender ese concepto. Pero el hecho de que las personas humanas no podamos movernos libremente y a nuestro antojo por nuestro planeta, eso me revienta. El mismo concepto de frontera me parece absurdo.

Carl Sagan, en su libro Contacto, describía esto: cómo las viejas rencillas y las fronteras de la Tierra pasaban a un segundo plano, en este caso ante la amenaza exterior. Y aunque fuera por una causa como esa, era bonito. La peli también es bonita (mucho menos ñoña de lo que en principio puede parecer), pero este trasfondo político está mucho mejor reflejado en el libro.

Replanteamiento

Uno pretende ir de guay con su intelectualismo barato, disfrazado de falsa modestia, hablando de referentes culturales y haciéndose el lissssto, y llega la María y me pone los puntos sobre las íes. Con respecto a mi post sobre Lovecraft, me ha dicho:
"En el camino nos encontramos los libros que poderosamente nos piden ser leídos. En algunos tramos del camino no hay libros. (...) Cada uno es libre de opinar de lo que sabe, y si solo ha leído un libro, también. La opinión no es patrimonio de los que dominan las palabras para decirla, afortunadamente."
Estas palabras me hacen replantear los derroteros que está tomando este blog. Quizá deba dejar a un lado ese rollo cínico de cultureta trasnochado y empezar a hablar de cosas que realmente importan...

miércoles, 21 de noviembre de 2007

¡Horror! La rebelión de las lenguas

¿Viste, Pani, el número de comentarios que tiene ese artículo de Hernán Casciari del que escribiste en este blog el otro día?

377.

Abrumador.

No los he leído todos, pero he estado un rato y no he encontrado una opinión que se acerque ni de refilón a la mía. Hasta el autor del blog se termina bajando los pantalones y diciendo que no está en contra de las lenguas, sino del doblaje.

A ver, señores: ¿qué es estar en contra o a favor de las lenguas?, ¿qué son las lenguas?. Que alguien me lo explique. ¿Qué son?

Para mí, las lenguas son el vehículo de la riqueza cultural de los pueblos. Pero no la riqueza cultural en sí. Y cualquier lengua es perfectamente susceptible de ser vehículo cultural. Lo han sido, son y serán el griego, el latín, el árabe, el francés, el español, el catalán, etc. Y en el futuro, a lo mejor una gran obra maestra de la literatura será escrita en spanglish o en otra lengua mestiza que hoy día muchos consideran una aberración. Me imagino un futuro lejano en el que sólo se hable una lengua (en el que todos nos entendamos) y miren hacia atrás y se rían de todas nuestras polémicas.

Las lenguas son como los seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y mueren. ¡Y ese proceso, señores, no se puede frenar! El latín desapareció y se fragmentó, y nadie se rasga hoy las vestiduras (Ratzinger, tal vez, pero creo que todos estamos de acuerdo en que su opinión nos la pela). Con las lenguas pasa como con la selección natural de Darwin: sobreviven los que mejor se adaptan. Es injusto, pero es así. La cosa es que, después de 700 años de historia de las lenguas romances, el castellano ha llegado a tener casi 400 millones de hablantes; el catalán, a lo sumo, 10 millones. Y toda la culpa de esto no ha sido de Franco, ni de ese maquiavélico centralismo del que se suele hablar. Qué quieren ustedes, ha triunfado la lengua que nació en el centro, pero no porque fuera mejor, ¡sino sólo porque nació en el centro! La lógica, creo, es aplastante. Ese castellano tan polémico tuvo la suerte o la desgracia de nacer en el centro y, aunque desde el principio fue considerada la lengua menos fina y apta para la literatura de todas las peninsulares, terminó imponiéndose como lengua franca, esto es, vehículo de contacto con el resto de habitantes de la península. Para comerciar, para ganarse la vida, para sobrevivir. Dicho de otro modo: esa lengua tan fea, tan brusca, tan poco musical (sobre todo comparada con el galaico-portugués o el provenzal, cuyas tonalidades sí que eran un regalo para los oídos), se terminó imponiendo sólo y exclusivamente porque nació en el centro. Era más fea, vale; pero también más útil.

Todas las lenguas son iguales, dicen. Iguales en dignidad, digo yo. Pero no iguales en utilidad. Abre una academia de inglés y otra de suajili y a ver cuál se te peta más. Pues lo mismo pasa con todos “esos argentinos cerrados que llegan a Cataluña y se niegan a aprender catalán”. Chicos, esta gente viene a buscarse la vida, ¡no a aprender una lengua que, por muy bonita que sea, virtualmente les va servir de muy poco! Primero quiero comer, y luego, con la panza llena, ya me preocuparé de leer el Tirant Lo Blanc en el catalán original. Porque para comunicarme, en Barcelona, las cosas como son, NO necesito el catalán. Me puede servir para integrarme mejor en ciertos círculos, pero el catalán nunca será cuestión de supervivencia. Igual con los pakis que llenan el Raval, con lo que se ponen las pilas es con el español, no con el catalán. Es duro, pero es así.

El catalán, ahora mismo, y visto con perspectiva, está en la UVI, dando sus últimos coletazos, aunque hay unos cuantos médicos empeñados en alargar su vida a toda costa. ¿Pero cuánto dinero está costando ese respirador artificial? ¿Merecerá la pena? ¿De verdad es tan importante que el catalán se siga hablando? ¿Van a ser las personas menos personas si éste desaparece?

Hay momentos históricos en que la desaparición de una lengua está ligada a la desaparición de un pueblo. Si fuera éste el caso del catalán, yo sería el primero en alzarme en contra del poder opresor. En defender a ese pueblo (no a la lengua, ente abstracto), pero no tanto porque represente a una cultura, sino porque son personas. Personas que como tú y como yo que piensan, comen, se ríen, follan, hablan, etc. Y la lengua en la que hablen creo que es secundario.
Y oye, no os creáis, que l
o mismo pienso del español y de los puristas del español (prefiero llamarlo así, porque lo de castellano a mí me suena muy retro). Me hace gracia la alegría con que la gente dice que en Andalucía se habla mal, o que el seseo de América es “una alteración del sistema fonológico español” (eso lo encuentras hasta en los libros de texto de lengua). Señores, el seseo no es una alteración, el seseo es como habla el 90% de la peña que habla español es este nuestro planeta Tierra. ¿No será más bien una alteración ese empeño del 10% restante en pronunciar el fonema /z/ y encima decir que eso es lo correcto? ¿Lo correcto para quién? Pero claro, entre los hispanohablantes también hay mucho nazi que piensa que el español es intocable, y que las lenguas son –y eso sí que es fuerte– más importantes que las personas.

Yo, qué quieres que te diga, si dentro de 100 años desaparece el español y ya sólo se habla spanglish, mientras la gente se entienda, bienvenido sea ese spanglish. Ya habrá mentes lúcidas que se encarguen de darle un estatus, de limpiarlo, fijarlo y darle esplendor a base de escribir poemas, cuentos, novelas, con esa lengua. Porque, tengan esto claro, en el caso de nuestra santa lengua castellana, la que la ha limpiado, fijado y dado esplendor no ha sido la Real Academia. No se engañen. Ésos están de prestado. Los que de verdad hicieron que el español dejara de ser esa fea pero útil lengua franca nacida en la árida meseta ibérica fueron Cervantes, Quevedo, Bécquer, Lorca, García Márquez y tantos otros. Y si algún día para estudiarlos hay primero que traducirlos, como hoy se hace con Homero, Ovidio o Catulo, pues tampoco pasará nada, oye.

A los que después de leer este post piensen que no estoy loco, les invito a profundizar en el tema y leer el libro de la foto: El paraíso políglota, de Juan Ramón Lodares.

PD: Que consti que en matèria estrictament lingüística el català em sembla una llengua molt més àgil i expressiva que l'espanyol. Que m'encanta, que la vaig estudiar durant dos anys i que vaig gaudir moltíssim, i que penso que tot el qual vagi a viure a Catalunya hauria d'interessar-se un poc i aprendre-la. Però no per força, per Déu!

Cthulhu o los referentes culturales


Me acuerdo de ti, María, cuando nos cruzamos por el pasillo del instituto y me dijiste que cierto libro estaba muy bien. Es un rollo en plan Lovecraft, me dijiste. Creo que supe a qué te referías, pero más allá del mero referente cultural, me sinceré y te dije que de ese señor no había leído nada. Yo tampoco, tonto, me dijiste. Y me sentí aliviado.


Me hace gracia la cantidad de referentes culturales que manejamos cuando en realidad no tenemos ni idea. Yo soy de ese perfil de tío y, como buen gañán, si me tengo que poner intelectual, tiro de Galdós, Baroja, Camus, Welles, Wagner o quien haga falta, cuando en realidad jamás he tenido el gusto de lidiar con ellos. Ahí me tenéis, el otro día, en una reunión con antiguas profes mías de literatura, sentando cátedra sobre las bondades de la literatura decimonónica anglosajona frente a la española. Qué atrevimiento, decir que Jane Austen es más divertido que Galdós o Clarín, sólo porque he visto Fuera de onda y hace dos años me leí La Regenta. ¿Y tú qué sabes, tío?, me entran ganas de decirme a mí mismo. Pero claro, si no hablo, reviento.

Así las cosas, últimamente, como penitencia –y también porque quiero poder decir que soy profe de literatura sin que me pongan la cara colorá–, he decidido ponerme al día con ciertos autores. Y del que les vengo a hablar es ése mismo del principio del blog. Por ahora sólo me he leído un relato, La llamada de Cthulhu, y este hombre promete. Lo lees y entonces comprendes por qué Lovecraft es un referente cultural, pero en toda su dimensión. En el relato están todos esos tópicos del fantastic actual, como si fuera el adelanto de una peli para el próximo festival de Sitges. Sólo que está escrito en 1926.


Pues eso, que me ha encantado. No se lo pierdan:

http://es.wikisource.org/wiki/La_Llamada_de_Cthulhu

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/lovecraf/llamada.htm

domingo, 18 de noviembre de 2007

Beatus ille

El otro día fui al Teatro Pavón, a ver Del rey abajo, ninguno (que por cierto, es de los mejores montajes que he visto últimamente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, pero no voy a hablar de eso ahora), y me llamaron la atención las palabras del protagonista, un villano que busca la paz en el campo, lejos de la estresante Corte. Ya sabéis por el perfil que yo soy un urbanita recalcitrante, nada que ver con ese don García. Pero de pronto sus palabras me empezaron a emocionar. Me parecía que era mi padre el que las decía:

"Más precio entre aquellos cerros
salir a la primer luz,
prevenido el arcabuz,
y que levanten mis perros
una banda de perdices,
y codicioso en la empresa,
seguirlas por la dehesa
con esperanzas felices
de verlas caer al suelo,
y cuando son a los ojos
pardas nubes con pies rojos,
batir sus alas al vuelo
y derribar esparcidas
tres o cuatro, y anhelando
mirar mis perros buscando
las que cayeron heridas,
con mi voz que los provoca,
y traerlas, que palpitan
a mis manos, que las quitan
con su gusto de su boca;
levantarlas, ver por dónde
entró entre la pluma el plomo,
volverme a mi casa, como
suele de la guerra el Conde
a Toledo, vencedor;
pelarlas dentro en mi casa,
perdigarlas en la brasa
y puestas en la asador,
con seis dedos de un pernil,
que a cuatro vueltas o tres,
pastilla de lumbre es,
y canela del Brasil;
y entregarlas a Teresa,
que con vinagre y aceite
y pimienta, sin afeite,
las pone en mi limpia mesa,
donde, en servicio de Dios,
una yo y otra mi esposa
nos comemos, que no hay cosa
como a dos perdices, dos."

sábado, 17 de noviembre de 2007

¿Progre o facha?

http://www.formulatv.com/1,20071116,6036,1.html

Atención a la noticia, porque se las trae. Català TV, una plataforma audiovisual que desconozco y por la que no siento ni afinidad ni inquina alguna (que quede claro), ha decidido comprar esas series de toda la vida de Tele5 y -agárrense a las sillas- ¡doblarlas al catalán! Gracias a esta magnífica propuesta podremos ver Al salir de clase, 7 vidas y Hospital central en la misma lengua con la que otrora se compusieran aquellas bellas cançons provenzales.

Estamos locos. Uno va por ahí intentando convencer a la cateta peña española para ver las pelis en versión original (aunque te suelan mirar como a un loco cuando lo propones) y resulta que, claro, ahí están los de Català TV, que no sólo se cierran en banda a la versión original, sino que encima pretenden que toda la población catalana deje de lado uno de sus mayores tesoros: el bilingüismo.

Aunque ahora que lo pienso, alguien puede interpretar este post como políticamente incorrecto. No sé: conservador, del PP o algo así. Yo a ese partido no se me ocurre votarlo, y además siempre he pensado que eso de ir a las salas de VO era de lo más progre...

Por favor, que alguien me lo aclare. En un país como España, estrenado ya este siglo XXI, con estas cositas que a mí me da por pensar... ¿soy progre o facha?

viernes, 16 de noviembre de 2007

Un encuentro

Capítulo 1: El rey Nezahualpilli tiene una hija
Capítulo 2: Don Rodrigo Manrique tiene un hijo

Y es sólo el principio. Os hablo del libro que más me ha impactado en mucho tiempo. Se llama El corazón de piedra verde y lo escribió Salvador de Madariaga en 1941. Es el relato de uno de los momentos más apasionantes de la historia de la humanidad: la conquista de México. Un choque entre civilizaciones como nunca hubo y como nunca habrá, al menos hasta que entremos en contacto con una civilización extraterrestre (y que Dios nos coja confesaos). Os pongo un extracto que en realidad no tiene nada que ver con la historia principal, pero que creo que tiene un gran poder simbólico. Imaginad una yegua abandonada en tierras americanas...:

"A la yegua le fue indiferente que la dejaran sola. Con el buen sentido de una hembra experta, se adaptó inmediata­mente a la nueva tierra, se buscó un abrigo confortable, des­cubrió los mejores abrevaderos y a su debido tiempo dio a luz un potro tan blanco como su madre. Pero a los pocos días del parto, cuando el potro se acercó a su madre para mamar, co­menzaron a temblarle las piernas todavía delgaduchas e inse­guras, se le estremeció el hocico y se le dilataron los ojos. La yegua había muerto y los instintos profundos le decían a la criaturilla recién nacida que se alejara del cadáver. Se quedó vacilando unos instantes, sin saber qué hacer ni adónde ir, y se alejó brincando de mata en mata.

Solo, anduvo recorriendo el valle buscando de comer. Pero no había nada que comer en ninguna parte. Había un sinfín de hojas verdes, de ramillas, de hierba y otras plantas, pero no había nada que comer, ni una sola ubre que chupar. El mundo era un lugar bien extraño. «Hay que ver –rumiaba el animali­to en su mente oscura–, hay que ver un mundo en donde anda uno lo menos medio tiempo de sol entre dos lunas sin encon­trar ni una sola ubre. Esto no tiene sentido.» Exhausto y ham­briento se hizo un ovillo y se quedó dormido.

Bajaba un rebaño de venados a todo correr sierra abajo ha­cia los remansos del río, para beber. En vanguardia galopaba un cervatillo, apenas de un mes, que se creía capaz de correr y saltar más que el más pintado a pesar de los consejos de pru­dencia que su madre había intentado tantas veces hacer pe­netrar en su cerebro mirándole con gravedad en los ojos. El cervatillo corría de risco en risco y de riesgo en riesgo sin la menor vacilación, a pesar de que no tenía todavía los ojos adiestrados a medir distancias. De pronto, le salió corto un brinco y cayó en el vacío entre dos rocas, roto el cuerpo para siempre en los peñascales del barranco. Su madre llegó a los pocos instantes al borde de aquel barranco siniestro en cuyo fondo yacía su hijuelo muerto. Con las piernas temblándole, fue bajando poco a poco hasta el arroyo, olió y lamió el cuer­po todavía tibio, y, después de contemplado durante largo tiempo, se alejó lentamente con lágrimas en los ojos.


«Ya lo decía yo», pensaba con el corazón dolorido. Al an­dar sentía las ubres llenas de leche ir y venir de una pierna a otra al ritmo lento de su paso abatido y triste. «¿Qué haré yo con toda esta leche?» El rebaño de los venados había desapa­recido. A corta distancia divisó la triste madre algo que no se parecía a nada de lo que hasta entonces habían visto sus ojos. Se acercó y vio que era como una especie de cervatillo, pero muy distinto de forma: blanco y bonito, pero más metido en carnes que solía ser su especie. De seguro que era de muy tier­na edad. Estaba dormido. La madre se acostó a su lado, quizá movida por un oscuro instinto materno, y aguardó. Pasó al­gún tiempo y aquello blanco, bonito y vivo se despertó. Ex­ploró el mundo circunvecino con el hocico. «¡Ubres!», se dijo con alegría. Y, ávido, se puso a chupar."

lunes, 12 de noviembre de 2007

Mi triunvirato personal: Jesús, Beethoven, Lorca


I) Jesús de Galilea: el misterio vital.
En esta era new age en la que todo el mundo busca resolver el misterio de la vida en el exótico Oriente o en los libros de Coelho, yo me quedo con un misterio más nuestro, de los de toda la vida. El de un hombre del que desde pequeño todo el mundo te habla, pero del que, en verdad, lo único que se sabe es que existió y se llamó Jesús. Y eso porque lo cuenta un tal Flavio Josefo, historiador romano. Lo que a eso hemos añadido los cristianos, desde hace 2.000 años, es para unos, cuestión de fe, y para otros, folklore. Pero menudo folklore, chaval: algunas de las ideas contenidas en los evangelios (apócrifos o no) son tan innovadoras que habría que esperar hasta un Marx o un Nietzsche para escuchar algo parecido. Podría decir que 2.000 años de iglesia cristiana no han podido aún cargarse las sutilezas de su mensaje, pero es que ya no es ese mensaje lo que me tiene tan pillado, es el misterio que rodea a la figura de este tío y la tentación de pensar que por una vez en la historia hubo alguien consecuente y con las ideas claras.

II) Ludwig van Beethoven: la obsesión adolescente.
Beethoven me gusta desde los 12 años, cuando Laura Garrido empezó a grabarme casetes primero con la Pastoral, luego con el Emperador, y finalmente con el resto de sinfonías y conciertos. Y así, durante el final de la EGB y principios del BUP me convertí en un auténtico freak de Beethoven. Llevaba su “foto” en mi carpeta y escuchaba al día un mínimo de dos sinfonías y un concierto (o dos conciertos y una sinfonía, lo mismo da) a todo meter, en mi cuarto, y en una época en la que los auriculares no se llevaban, con lo cual creo que hice escuchar música clásica a medio bloque. Pero que quede claro: no era pasión por la música clásica; era una devoción única y exclusiva por Beethoven. De rebote llegué a escuchar algo de Mozart (el Réquiem) o Schubert (la Incompleta), pero poco más. Como resultado, podría decir que desde entonces he tenido un excelente gusto y oído musical, pero mentiría. Con 16 años, de Beethoven pasé directamente a Roxette y Ace of Base. Qué queréis, después de cuatro años de friki, uno necesitaba socializar a toda costa.

III) Federico G. Lorca: ¡esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
Un gitano apaleado que pide agua (agua con peces y barcos); un Amnón palpitante cuyo cuerpo cubre la yedra del escalofrío; los pechos –yunques ahumados– y los muslos de amapola de Soledad Montoya; las gotas de sangre debajo de las multiplicaciones, de las divisiones, y el Hudson emborrachado con aceite; esa Cuba (¡oh curva de suspiro y barro!); ese aire transparente y esa dalia de penas y alegrías que manda un corazón caliente…Pues eso, que qué te voy a contar, que ningún otro me los coge tan bien cogidos como lo hace Lorca con imágenes como éstas. Y paso de explicarlas, de explicármelas incluso a mí mismo, que no las entiendo y que las entiendo tan bien.Y no voy a negarlo: también está el hecho de que lo mataron. De cómo lo mataron. Seré un sentimental, pero lloro cada vez que, gracias a Machado, puedo imaginar a Lorca diciéndole a la muerte aquello de:
“Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!”
Y cada vez que leo estas palabras, soy, como Miguel Hernández, “de los que gozan una muerte diaria”.

El ying y el yang de mi formación intelectual (y humana)


Ahí están, frente a la piedra corroída de un monumento que no recuerdo, en algún rincón de Portugal, que tampoco recuerdo. El que hizo la foto, lo que estaba pasando, lo que ellas hablaban…; pues que tampoco me acuerdo, oye. Todo ese viaje –viaje de fin de curso que se supone debería tener grabado a hierro en mi corazoncito– no es más que un puñado de imágenes borrosas. No sé a qué se debe ese empeño cervantino de mi mente en despreciar esos recuerdos.

Quizá en esa época no era feliz. No sé. Tenía 16 años, así que imagínate, como unas castañuelas, precisamente, no estaría. Pero no es eso lo que importa. Ahora quiero hablar de ellas dos. Porque mis años de instituto, en los que crecí con una ausencia total de referentes, en los que no terminaba de encontrar mi sitio ni a esos complementarios de los que hablaba Machado, ellas dos se convertirían en los asideros con los que forjar una manera de entender el mundo y de actuar frente a él. Y lo gracioso es que esas maneras no podían ser más antagónicas.

La monja y la roja que marcaron mi visión del mundo. Me podría quedar en eso, pero como esto del blog es gratis (o eso parece) y además uno quiere ser justo, debo explicarme. Que una fuera una religiosa franciscana y la otra progre y estrafalaria, vale. Pero eso es sólo el envoltorio. Y no se trata de que se cargaran el estereotipo, sino de los matices. La primera me dio, claro está, Religión. Una asignatura de la que hoy me siento bastante en contra, dicho sea de paso. Pero ése es otro tema, aquí hablo de personas, no de asignaturas. La segunda me descubrió la Literatura, con todas sus grandezas y miserias (en forma, tal vez, de ripio juanramoniano, y ella sabe a qué me refiero).

Con Teresa siempre supe a qué atenerme en materia ideológica. Quiero decir que siempre comprendí lo que decía y pensaba. Admiré con fervor su manera de vivir y de ser. Pepa, sin embargo, me tuvo constantemente confundido. Nunca supe por dónde iba a salir. No sé si ese misterio lo alimentaba ella misma o si sólo era mi incapacidad de dilucidar su persona. Tal vez fuera un poco de las dos cosas. Pero era un misterio tan evocador, que me hizo pensar tanto… (Ahora que lo pienso, ésa es precisamente la diferencia entre religión y literatura. La univocidad religiosa frente a la multiconnotatividad y la multisignificación de la literatura.)

Teresa representó lo mejor de todo aquello de lo que yo venía: una educación benévola de valores cristianos de última generación post Concilio Vaticano II. La créme de la créme del pensamiento cristiano, debo decir, y a día de hoy sigo considerándome un privilegiado por haber sido educado así. Gracias, madre, por tener esa mente tan abierta, y por hacerme conocer de primera mano, sin intermediarios católicos y oscurantistas, a ese Jesús tan claro y lleno de energía.

Pepa, por su parte, representó lo que habría de venir. Ella fue el primer referente para partir en solitario a la búsqueda de mi verdadero yo. Un verdadero yo que hoy sigue tomando forma. Cada vez más de izquierdas y cada vez más ateo. El viraje político apenas duele; el religioso escuece un montón. Ser de izquierdas es ser persona. Ser ateo es un suicidio emocional. Y pienso: virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Creer es absurdo; no creer, también; así que me quedo con lo que he mamado toda mi vida, que es más fácil…

Pero claro, entonces recuerdo a ese Rouco junto a la Almudena y a esos niños besando su anillo con devoción (algo que vi, in person, no hace más de un año), y mi cuerpo rezuma ateísmo por todos los poros.

Vamos, que no es fácil, pero sigo buscando mi camino. Y Teresa y Pepa fueron, son y serán paradas obligatorias.

PD: Ya sí encontré mi sitio. Es, irónicamente, el instituto. También a mi complementario. Pero de eso no va este blog.