domingo, 31 de enero de 2010

Shyamalan: el acto de fe

Hay películas que ves y que te gustan, pero que también les gustan a todos los demás. Hay otras que sólo te gustan a ti, que te cautivan y hasta te dejan KO mientras toda la platea del cine se revuelve de desesperación o se parte el culo. Lejos de frustrarte o de sentirte un bicho raro, con esas pelis piensas que el director te ha tocado la fibra sensible de una manera particular. Que hay una conexión íntima entre las dos sensibilidades. Y te sientes especial, y sientes que esa peli va a ser siempre especial para ti.
Recuerdo dos pelis en particular. Una, Jóvenes prodigiosos, que Teresa y yo disfrutamos como locos mientras mis primos y cuñados, que también la vieron con nosotros, por poco se duermen. La otra es Señales, con la que me jiñé vivo y lloré a moco tendido en la escena final, mientras Carmen, Curri y los otros que la veían conmigo, se partían el culo.
De M. Night Shyamalan ya había visto El sexto sentido, y me había gustado, pero no de esa manera especial (y no sólo porque también le había gustado a todo el mundo). Pero cuando fui a ver El bosque, me volvió a pasar lo mismo. Mientras los otros reían o se sentían timados, a mí se me encogía el corazón con cada escena. Y concluí que Shyamalan era esa alma afín que me sabía tocar la fibra sensible como nadie, con historias de extraterrestres y de pseudoterror que a priori no tendrían por qué llamarme la atención.
Durante un tiempo me desgañité defendiendo a Shyamalan, frente a otros que lo tildaban de vacuo y presuntuoso. Bueno, en realidad no me desgañitaba; simplemente expresaba mi veneración hacia ese director, orgulloso incluso de que fuéramos sólo unos pocos los que conectáramos con él. Como si no se tratara de gustos, sino de un acto de fe.
Pero llegaron La joven del agua, que me dejó helado, y El incidente, que tenía algo más de chicha pero era igualmente absurda. Y de pronto tenía que reconocer que todo lo que los demás decían de Shyamalan podía ser verdad. Y aun así, corrí un tupido velo. No quise cuestionar mi fe.
Torné al ritual primigenio. Volví a ver Señales y El bosque. Me las compré. Y las he vuelto a ver muchísimas veces más. Y he alucinado todas y cada una de las veces. El hechizo seguía intacto, especialmente con Señales.

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Me quedaba El protegido. Mi amigo Alejandro, que cree en Shyamalan (en Dios) aún más que yo, me decía siempre que era la mejor. Me la dejó el otro día, y la acabo de ver.
Unbreakable (así se llama en inglés) es formalmente impresionante. Bruce Willis está increíble (y os recomiendo que lo veáis en VO). Aunque la película es lenta, la progresión dramática funciona muy bien. Pero me ha dejado frío. En la última media hora ha habido momentos que me han dejado sin respiración, como en Señales y en El bosque, pero han sido sólo algunos. Al final, lo que me ha fallado es la tesis de la película. El punto de partida, que para mí apenas tenía calado emocional. Por supuesto, es mucho mejor que El incidente o que La joven del agua (que es la más floja de todas), pero ya está. Apenas he encontrado algunos rescoldos de esa comunión mística que sentí con Señales o con El bosque, películas en la que reconozco que los axiomas que les dan origen pueden ser para otros igualmente absurdos.
Quizá haya tardado tanto en ver El protegido para no tener que poner definitivamente a prueba mi fe en Shyamalan. Pero hoy, el momento ha llegado, y aunque me cueste decirlo, he de reconocer que en lo que a Shyamalan se refiere, me he convertido en agnóstico.
Agnóstico, que no ateo. Sé que el corazón se me seguirá encogiendo con cada escena de Señales; que me seguiré jiñando vivo con la escena del extraterrestre en el cumpleaños de Brasil (con la que los demás ríen); que seguiré llorando con ese "batea fuerte" del final (con el que todo el mundo se sonroja), y que seguiré quedándome paralizado ante esa mano de Joaquin Phoenix que agarra a Bryce Dallas Howard frente al monstruo en El Bosque. Restos de una fe que nadie me podrá hacer cuestionar.

viernes, 29 de enero de 2010

Vinos, whiskeys y lenguas



Ayer, por cortesía de Kubelick, estuve en una cata de vinos de una nueva bodega, llamada Exopto. Aunque sean vinos de La Rioja, el empresario es francés, y nos contó que lo de mezclar el mosto de diferentes tipos de uva era algo que en La Rioja casi nunca se había hecho antes, pero que él había apostado por esa mezcla para potenciar el producto final. Así que nos dimos un festín de vinos producidos bajo el lema del "asemblaje sistemático de tempranillo, graciano y garnacha".

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El verano pasado, cuando estuve en Escocia, fuimos a una cata, pero de whiskeys, claro. De la misma manera, nos contaron que el 90% de los whiskeys que se venden en el mundo y que tomamos habitualmente, son blended, esto es, conjugados a partir de varios single malt whiskeys para conseguir sabores más equilibrados. Nos pusieron un vídeo en el que un señor mezclaba en una especie de laboratorio pócimas de distintas tonalidades, hasta conseguir el blend ideal.

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Hasta ahí, bien. Por supuesto, yo no me trago que esas mezclas sean sólo en pos de conseguir un mejor sabor. También es una cuestión de necesidades. Uno compra muchas uvas de distinta clase, o destila varios tipos de grano a los que hay que dar salida. Y no lo veo mal, porque como nos contaron ayer en la cata de vinos, a veces de esas necesidades puramente económicas surgen sabores sorprendentes.

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Ahora lean esto que he copiado del blog Rockmesexyjesus:

Waitress more Guacamola and Chimichanga, pleaseeee!!!
Sí, America es la chica que si la vieramos en los Tacos el Paisa comenzaríamos a darle nuestra orden: dos de tinga, cuatro de buche y cueritos y un agua de horchata (very much my mom in law, dont tell), pero cuando la vemos en la pantalla chica, all we wanna do is take her clothes off and perform a lipo!!! but with love...
Tengo que admitir que yo jamás vi la película esa de los traveling jeans, pants, adidas or short skirts, entonces jamás había visto a America Ferrara en nada, incluso para cuando ganó un emy con su gran vestido azul que sólo la hacía verse aún más gorda, yo no sabía quien era. Pero hace unos meses me dije a mí mismo: myself, dont let fucking Jaime Camil and Grossélica Vale, ruin your chances of watching a pretty cool sitcom. Así que sintonice mi veoh (sin el cual no puedo vivir) y comencé a ver Ugly Betty and: ¡Oh Ugly Me for not watching it earlier! Ahora soy el fan más fan y tengo que decir America es uno de los meores acets del programa: con su ternura, su gordura, su naquez y su comedy timing, es como unos hot cake con miel y fruta, she´s the dough and her virtues are the rest.
Con America fue amor a primera vista (OK lo acepto, a primera leída, i just love her continental name), pero en Ugly Her, la pude adorar desde el episodio uno, entrando a Mode Magazine con un poncho azul con rojo enorme de tela polar (como los que hace mi tía, secret time) y la leyenda: Guadalajara!!!! (Have you been smoking one of your ponchos). En ese preciso instante fue flechazo al corazón, if i had one, America se habúa convertido en mi ballena preferida y desde ese momento hasta el capítulo en el que voy que no sé cuál sea, la he amado y la amaré siempre que use ropa Kitsch Mexican Style, Lentes a la Mommy Please No y Braquets de colegiala.
Y como America, la persona, y no Betty, tengo que admitir que la conozco poco: though i loved her acceptance speach, se ve que es dulce y agradable como un merengue...wait... Además es latina proud power y fuera de su papel como Ugly Ho, la verdad es que no es tan fea, sólo le hace falta bajar unos cuantos punds (like 90) y lista, de ahí a las pasarelas de Vicky Secret, at least Form.
Yo la amo y este amor lo transmito al darle hoy el: "Love your fatness as much as i love you" y, yo sé que igual que Nikki Blonski, America jamás va a poder conseguir un papel en una Julia Robert´s movie, pero mientras las tengamos en Fugly Betty, who cares? You go big girl, you are beautiful!


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Esto es lo que se llama spanglish, en estado puro. Ese spanglish con el que muchos se llevan las manos a la cabeza, pero que a mí me resulta un blend divertidísimo, y que creo que va mucho más allá del mero capricho. Cuando lo leo me parece escuchar a mi amiga Ana Lucia (o Analusha, como ella dice) de Florida, exprimiendo al máximo el jugo de dos lenguas que se nutren mutuamente para conseguir un grado de expresividad despiporrante. Y no sé a dónde nos ha llevar esta mezcla, pero eso es lo de menos. Que al final surja una nueva lengua o que la cosa se quede en mera anécdota de una época determinada, qué más da. Lo que importa es lo divertido y la fuerza expresiva de este "asemblaje" genial que es como un festival de sabores.

"Murió Salinger"


La primera vez que leí El guardián entre el centeno apenas tenía veinte años. Fue un verano, en la playa. No sé por qué lo compré. Sólo recuerdo que algunos años antes Pardo me lo había recomendado después de que se lo mandaran leer en COU. Pensé que debía tener un profe de lengua modernillo, por mandar la lectura de un clásico americano en vez de todas esas novelas del canon hispánico que yo, sin saber, consideraba una ranciedad.

Me lo leí de un tirón, y al terminarlo lo primero que pensé era que, a pesar de haberlo disfrutado como un enano, me había perdido muchas cosas. Sospechaba que la novela decía mucho más de las que yo había sabido captar. La volví a leer, poco después. Y volví a disfrutar como un enano. Y volví a entrever que era mucho lo que me perdía. Después me compré la edición de bolsillo de Penguin, a ver si en inglés. Y me sorprendí leyendo con fluidez en ese idioma que creía que se me iba a atragantar, pero no. Y sentí que volvía a perderme cosas, que ahí había mucho más de lo que era capaz de ver.


Hoy, después de unas cuantas relecturas más, y de encontrarme con referencias al libro en una y otra peli (especialmente la de Seis grados de separación, que es genial), y de mandarlo yo mismo como lectura obligatoria a mis alumnos, sé que que sigo perdiéndome mucho, pero sigo disfrutando como un enano.

Muchos tildan al Guardián de nadería literaria. Tal vez sea verdad, porque yo, por mi parte, nunca he podido intelectualizar la novela. Nunca he sabido defender con la razón esas diversas supuestas capas referenciales que el libro puede tener. Sólo sé que pocas veces me lo he pasado tan bien leyendo algo, y que nunca se me ha removido tanto el corazón como con Holden Caulfield. Y la boca se me llena de baba cada vez que les hablo de él a mis chavales. Cada vez que les digo, guiñando un ojo: de lo que os cuenta este tipo, no os creáis nada .

No me he enterado ni por la tele, ni por la prensa. Ha sido un antiguo alumno, al que hice leer el libro, que me ha mandado un mail, en el que sólo ha escrito: Murió Salinger.

lunes, 25 de enero de 2010

Una sitcom para la era post-Friends


En vez de seis veinteañeros, cinco veinteañeros. En vez de una cafetería, una cervecería. Y algo menos de mojigatería americana (porque los tiempos van cambiando). Todo lo demás, igual. Dos apartamentos, uno de ellos como escenario principal. Las calles de Nueva York de cartón piedra. Una pareja con tensión sexual no resuelta, o resuelta de manera agridulce. Citas y más citas, como si fueran lo único que uno puede hacer en su tiempo libre. Flashbacks de la universidad. Capítulos especiales de Navidad y de Acción de Gracias. Y un largo etcétera.

¿Es How I met your mother mejor que Friends? Tal vez no, pero por lo menos sí puede presumir de ser la mejor sitcom de la era post-Friends. Y teniendo en cuenta que el planteamiento es prácticamente el mismo, dando sin embargo como resultado algo muy diferente, la cosa tiene su mérito. Los protagonistas son aquí menos absurdos, y supuestamente más normales; pero las tramas son mucho más disparatadas. El mérito ya no es tanto del carisma de los personajes, sino de unos guiones superdestroyers e inverosímiles hasta lo ilógico, pero pulidos al máximo, con historias contadas hacia atrás, o jugando con elipsis y saltos en el tiempo, o con distintas perspectivas. Todo directamente heredado de esas series más sesudas como Lost o Flashforward, pero irreverentemente reciclado en clave de comedia.

Los guionistas de How I met... son además unos sinvergüenzas que tiran de los tópicos de Friends a saco, pero que saben usarlos para darle la vuelta, como en ese capítulo en que para ligarse a la camarera, los protas deciden visitar asiduamente una cafetería como la de Friends, concluyendo que eso de ir a tomar café es un coñazo. Claro que sí, chicos, las cervezas y los porros (que también los hay), son mucho mejores.

Up in the air: lejos del tópico



A Up in the air le sobran las canciones de misa que suenan a lo largo de toda la peli. Esas típicas canciones que tienen todas las pelis indies y que son insoportables. Escuchen, sin ir más lejos, la absurda canción que suena en su web oficial. Pero por lo demás, la peli apenas tiene ese tufo a indie que sí tenía Juno, del mismo director. Y a pesar de que la historia no termina de cuajar, la cosa fluye sin muchas pretensiones, lo cual es de agradecer.

Vale que empieza como una reflexión de lo que supone quedarse sin trabajo, en plan cine social, pero eso al final es lo de menos. Tal vez es que a Jason Reitman se le va el tema de las manos. O tal vez sea que el viaje emocional del protagonista tenga más fuerza, y por esa misma inercia termine imponiéndose en la peli. Sea como sea, es de agradecer que la historia opte por el viaje emocional más que por el de las reivindicaciones sociales. George Clooney está de lujo, y sus dos partenaires femeninas también. Al final, cuando parece que la peli va a terminar con el típico discurso lacrimógeno (del que no se salvan ni las pelis indies; más al contrario, se están incluso convirtiendo en un tópico más de estas pelis), al final, como decía, Reitman corta de raíz ese discurso absurdo y moralizante que se veía venir, para dejar que la historia (tal vez algo deslavazada, es verdad) fluya hasta un final mucho más digno y lejos de tópicos.

No os esperéis un peliculón, pero merece la pena.

martes, 19 de enero de 2010

Odiados y amados (catódicos)

Me caen mal:

5) Ana Rosa Quintana

Ella se sienta en el sofá, con su cara estirada, y deja a los colaboradores desgañitarse a gusto. De vez en cuando mete baza, pero poco. Y yo creo que es que ni siquiera se está enterando de lo que pasa a su alrededor. Le da todo igual, por mucho que el programa tenga su nombre. ¿Eso es ser "la reina de la tele"? Cuando esta temporada su programa empezó a emitirse más temprano, incluyendo noticias serias en su primera franja, y tuvo que hacerse cargo de esta sección, con tremendas ojeras y completamente desbordada, no había quién se la creyera. Está a años luz de la Campos, y si le ha robado el puesto es porque ella se adapta mejor en esta era posmoderna en que sólo se habla de Gran Hermano y los colaboradores no hacen más que darse rayos UVA. Menudo mérito. Y eso que me han dicho que los que trabajan con Ana Rosa son los mejor pagados y los que mejores condiciones laborales tienen, y que la tía es tan pija que no concibe su programa sin que todos los de la redacción, y no sólo ella, tengan un supercatering de desayuno, con café y donuts a mansalva gratis para todos. Y sí, qué injusto ponerla verde, pero de lo que se trata en esta lista es de lo que transmites, no de cómo tratas al personal.

4) Jordi González

Con seriedad y educación impostadas hasta el descojone, ¡Jordi González presenta La Noria como si se tratase de un servicio público! Jordi, tío, aterriza, que el programa es una bazofia vil y muy divertida, vale, pero si te lo tomas en serio, ¡deja de ser divertido!



3) Emma García

De ella ya dije todo lo que tenía que decir en su día. Otra que se toma su trabajo en serio, como si no nos diéramos cuenta de que lo que hace es revolcarse en el lodo más bajuno día a día. Emma García es de los seres más patéticos que ha dado la televisión.


2) Máxim Huerta

Máxim alza la ceja y pone cara de mariquita resabiao, pero sin gracia alguna. Lo peor es que va de joven y dicharachero, pero al final resulta antigua y cargante. Su manera de presentar es cateta hasta el delirio. Una pena que dejara el telediario, porque ahí no se le notaba tanto.






1) Albert Castillón

Otro que levanta la ceja, pero en plan machote, y no sé qué es peor. Castillón es experto en aparentar indignación ante las noticias que comenta, como si tuviera una altura moral especial, sentando cátedra sin tener la más mínima idea. Castillón es además especialmente peligroso porque en Espejo público lo que comenta son noticias serias. Aparentar altura moral cuando hablas de corazón puede resultar divertido, pero no, Albert se piensa que tiene más catadura como periodista, y se alza en abanderado del sentido común, cuando en realidad su moralina es falsa y de usar y tirar. Despreciable hasta el delirio.


Me caen bien:

5) Jorge Javier Vázquez

Cinismo, ironía y sarcasmo. Todo esto lo tiene este mariquita resabiao (como Màxim) al que jamás tendría como amigo, pero que al menos destila inteligencia y un cierto bagaje cultural. Después de tantos años en la tele (aquel Tomate casposo y pesado), le ha cogido el punto a lo que hace. ¿Cómo? Pues riéndose de sí mismo. En el despropósito ése tan divertido que es el Sálvame les da cien mil vueltas a los colaboradores que le rodean, exceptuando, eso sí, a Karmele Marchante. No así Kiko, que es un gañán, y al que sin embargo Jorge Javier, pudiendo como podría hundirlo en la miseria cada día frente a las cámaras, sólo mete algunas pullitas cariñosas. Y sí, yo también pienso que Jorge Javier no se merecía el Ondas, pero eso es lo de menos.


4) Karmele Marchante



¡Ultramar, ultramar! A Karmele se le va la pinza mogollón, pero también se ve que es una tía con bagaje. Una amiga que trabajó con ella me contó que una vez fue a su casa y estaba hasta arriba de libros. Y por muy periodista del corazón que sea, eso se le nota en su saber estar, frente a las histéricas de Mila Ximénez y Lydia Lozano (ésta última es además una indocumentada total).

3) Belén Esteban

Es la voz del pueblo y un animal mediático de tomo y lomo. También es una indocumentada y una arrabalera y una choni y todo lo que quieras, pero se come la pantalla. ¿Que está ahí por Jesulín? No, una cosa es llegar y otra mantenerse diez años con la plana mayor del país hipnotizada frente al televisor. ¿Que es un juguete roto? Tal vez, pero parece que ahora ya no entra tanto a saco con su vida privada, y cuando se trata algún tema relacionado con ella o Jesulín o su hija, se marcha del plató. Hace bien, porque además no le hace falta para seguir arrasando.

2) María Teresa Campos

La mejor presentadora que ha tenido la televisión española en los últimos 25 años. Esta tía lo presenta todo (corazón, política, sucesos, humor), sin que le tiemble la pestaña, sin perder la credibilidad  y con total comodidad, como si lo estuviera haciendo desde el sofá de su propia casa. Además, en su día bien pudo haber sacado una revista propia, como la cara dura de Ana Rosa, pero Teresa es más decente. Los libros que ha publicado eran menos ambiciosos, pero al menos no se los han escrito negros. Creo, eso sí, que trabajar para ella es un suplicio. Hace años me pasé por el plató donde hacía su programa matinal en Telecinco: en el ambiente se respiraba el miedo, y el aire se podía cortar con un cuchillo. Pero desde el otro lado no he visto a ningún presentador que llene más la pantalla, exceptuando a la number one:

1) Mercedes Milá

¿Que está cada vez más loca? Pues claro, y de remate. Pero es una tía genial. Gran Hermano sigue siendo en España uno de los programas más vistos no porque la fórmula no se haya agotado, sino por la Milá. Y diréis que es una demagoga, que no sabe ni leer el teleprompter, que últimamente está tiranizando el programa y que sólo vale lo que ella diga. Estoy de acuerdo. Ha convertido a Indhira en mártir, y a Arturo, al que no traga, en verdugo y maltratador. Y yo no puedo estar más en desacuerdo, pero eso no quiere decir que la Milá no me guste. Si no fuera por ella, iba a ver Gran Hermano quién yo me sé.

martes, 12 de enero de 2010

Galactica's Frakkin' Finale: lo imperfecto y lo sublime


All this has happened before,
and all this will happen again.


Después de un comienzo apoteósico (la miniserie de tres horas) y de una primera y segunda temporadas alucinantes, Battlestar Galactica empezó a perder fuelle en la tercera temporada. Para mí además esta temporada coincidió con la tensa espera, semana tras semana, para ver cada nuevo capítulo, a la vez que era emitida en los estates. Lo de antes lo había visto todo del tirón, pero las ansias con las que había devorado los 40 primeros capítulos me llevó a alcanzar en poco tiempo la emisión real de la serie. Y lo de la espera semanal es algo que, paradójicamente, en muchas series actuales, pasa factura. Es gracioso, pero los guionistas americanos parecen contar más con el espectador friki, que se zampa una temporada en dos días, que con el televidente semanal. Y esto no sólo pasa con Galactica, sino con muchas otras series actuales, especialemente ésas en las que el suspense conlleva estar al tanto de multitud de datos, y en las que apenas hay tramas individuales por episodios, sino que casi toda la fuerza narrativa se vuelca en el arco principal de cada temporada, o de la serie en conjunto, como es el caso. Vamos, que son como películas que llegan a durar horas y horas, corriendo el riesgo de perderte si no te las tragas del tirón en pocos días.


Por eso, terminada la tercera temporada, y a sabiendas de que la serie se finiquitaba con la cuarta (al llegar supuestamente a la Tierra), dejé al almirante Adama y a la presidenta Roslin, a Starbuck, Apollo y el indeseable Baltar, aparcados hasta que la serie terminara de emitirse y poderla ver del tirón. Una año y medio, casi dos, estuve sin ver Galactica. ¿Síndrome de abstinencia? Pues no, después de esa floja tercera temporada no era eso precisamente lo que sentía.


Es más, para cuando me ha dado por ver esa cuarta temporada, ya estaba hasta editada en DVD. Pero así ha sido mejor, mucho mejor. Poder ver la serie del tirón, de nuevo, ha sido un gustazo, y además he evitado el posible abandono (como me pasó con la segunda temporada de Lost), porque la verdad es que el comienzo de la cuarta temporada seguía siendo flojo flojo. Con Baltar de iluminado ya habíamos tenido bastante, y encima ahora se nos sumaba una Starbuck cuyas profecías y oráculos no sólo cansaban a sus propios compañeros, sino también al espectador. La serie se les iba a los guionistas de las manos. La carga teológica que había hecho de esta serie un punto y aparte, de pronto estaba sobredimensionada, y lo inteligente había devenido peligrosamente en lo ridículo. Y a partir de la mitad de la temporada, cuando la Tierra resultó ser un timo, pensé que los guionistas habían decidido suicidar directamente la serie.


Pero no, sólo era un paso atrás para coger fuerza. Y el replanteamiento, en el previo del capítulo 11, con la idea del eterno retorno como renovado axioma de la serie (tal vez cogido con pinzas a última hora, pero no menos válido) le ha insuflado la fuerza suficiente a la trama para terminar a la altura de las expectativas y de ese alto listón que se habían marcado al comienzo. Un replanteamiento en el que lo de menos ya era saber quién era ese quinto cylon final, sino que todo esto había ocurrido ya antes, y volvería a ocurrir. Otra cosa es que no disfrutáramos de ese quinto cylon una vez revelado, pero la chicha no estaría ya tanto en la sorpresa de la misma revelación (pan para hoy y hambre para mañana, en materia guionística), sino en la forma de ser y de actuar de ese cylon, y por supuesto en el redescubrimeinto de la actriz que le daba vida, en el capítulo 15. Y a partir de ahí, un tour de force in extremis pero en ascenso, en el que los guionistas no podían evidentemente pasar por encima de sus propios fallos anteriores, de la autofagotización teológica en la que habían caído durante más de una temporada, pero que quizá precisamente por eso haya tenido más mérito, hasta llegar a ese frakkin' finale emocionante y desgarrador a partes iguales.


La perfección, por tanto, quedaba ya lejos, pero la valentía de los guionistas a la hora de no tirar la toalla y prácticamente reinventar la narración sin traicionar todo lo anterior ha devenido en un final sublime que, como dice Kubelick, aunaba todo lo que ha sido la ciencia ficción en las últimas décadas (desde El planeta de los simios hasta Aliens, pasando por Matrix y los robots de Asimov). Pastiche, tal vez, pero bien armado. Lo imperfecto y lo sublime, juntos, como esos cylons que un día decidieron ser y actuar como humanos, con los mismos sentimientos y las mismas debilidades, porque eso es lo que los hace grandes.


lunes, 4 de enero de 2010

Galactica: Lo que empieza bien, ¿acaba bien?




Los Cylons fueron creados por el hombre.
Fueron creados para hacer la vida más fácil en las Doce Colonias.
Y entonces llegó el día en que los Cylons decidieron matar a sus amos.
Tras una larga y sangrienta guerra, se delaró un armisticio.
Los Cylons se marcharon a otro mundo para hacerlo suyo.
Se construyó una remota estación espacial...
...donde Cylons y humanos pudieran reunirse y mantener relaciones diplomáticas.
Cada año, las Colonias envían a un oficial.
Los Cylons no envían a nadie.
Nadie ha visto ni sabido de los Cylons durante más de cuarenta años.

-¿Estás vivo?
-Sí...
-Pruébalo.
(Beso)
(Misil)
(Impacto)
-Ha empezado...

Si después de ver el vídeo no coincidís conmigo en que éste es uno de los mejores comienzos que haya tenido nunca una serie, ya no hay manera de convenceros. Es Battlestar Galactica, remake de una serie de 1978 que no pienso ver, porque seguro que no está a la altura de esta revisitación en la que la acción y esa nueva manera de filmar el espacio y las batallas, como si fuera cámara en mano (espectacular), no es ni de lejos lo más importante. La chicha aquí está en toda la carga filosófica y política, en la reflexiones sobre el hecho religioso (los hombres politeístas frente a los cylons monoteístas) y sobre el eterno dilema del hombre frente a la máquina y el grado de humanidad que pueden alcanzar uno y otro. La foto de promoción, en la que los protas participan en su particular Última Cena, no es casual.


Y sí, es verdad, a lo largo de las temporadas siguientes, la serie no siempre está a la altura de este apabullante comienzo, pero es que eso sería mucho pedir. A mí, por el momento, me queda la cuarta y última temporada, que he tardado en empezar después de una flojita tercera temporada que a otros fans de la serie sí sé que gustó y mucho. Por lo que me han contado la última temporada empieza algo floja, pero el final vuelve a recuperar el brío del comienzo. Ya les contaré.