jueves, 4 de septiembre de 2008
Pepitas de oro en la ficción televisiva española
Decir que la ficción televisiva española es mediocre es ya un clásico, especialmente si está ficción-cañí se compara con la tele que se hace en Estados Unidos. Pero entre ayer y hoy he tenido que cuestionar este supuesto axioma ante el comienzo de temporada de dos series españolas. La primera, Herederos. Un culebrón, diréis. Y lo es, pero está hecho de puta madre: la factura técnica es impecable; las actuaciones, modélicas, desde Concha Velasco (grande grande) hasta Félix Gómez. El guión me abstendré de juzgarlo porque era la primera vez que veía la serie, y para eso habría que ver al menos algunos capítulos en continuidad. Pero hasta donde pude entender, las tramas estaban muy bien planteadas, y el capítulo me atrapó. Un culebrón, claro, pero con estilo.
La segunda es un clásico de la televisión española que por tratar de lo que trata es considerada una serie popular y poco más, pero en el fondo es la mejor serie que hacemos en España. Se trata de Cuéntame cómo pasó. Y he de decir que no soy un asiduo. Sólo he visto capítulos sueltos, pero cada vez ha sido una experiencia, sobre todo (y esto puede sorprenderos), una experiencia estética. Dejemos a un lado el problema de si la serie retrata con verdadera fidelidad la época, y de los fallos que todos podamos encontrar. No es eso lo que me preocupa, porque para mí eso atañe a su cualidad de documento, pero no afecta a la calidad intrínseca de la serie, que no deja de ser una ficción, y como tal puede (y hasta debe) tomarse sus licencias. Cuéntame cómo pasó está bien escrita y bien actuada, pero mejor realizada. El estreno de la décima temporada de hoy estaba lleno de chascarrillos y guiños a lo que significó la transición, pero había mucho más. Visualmente el capítulo ha sido un derroche de sutilidades, algo casi imposible de ver en la soez televisión española: las localizaciones, la fotografía, el tratamiento del color, los planos y el montaje superaban cualquier película española estrenada estos días (y no quiero ser malo, pero me viene a la cabeza Una palabra tuya). Y el guión no es que fuera nada del otro mundo, pero para ser una serie costumbrista, había momentos muy dignos, en especial la trama del hijo pequeño que vive su primer amor de verano, que hasta me recordó aquellos juncos salvajes de Techiné. El momento pancarta del final hasta me ha dejado, como tonto, con la boca abierta.
Es verdad que si llega a ser en una serie americana no me sorprendo, no lo voy a negar. Pero es que no se trata de romper moldes (esto es tele, no arte de vanguardia), sino de hacer las cosas bien. Y estas dos series lo hacen. Seguiremos tragándonos las series americanas, pero que no se diga que, lo que es aquí, no podemos.
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1 comentario:
Afortunadamente, el capítulo de Cuéntame no se parece EN NADA a El Truño Salvaje de Techiné.
;-)
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