lunes, 22 de septiembre de 2008

A por el último de Harry Potter

Los cuatro primeros libros me los leí del tirón y disfruté como un auténtico enano. Sí, es verdad, J.K. Rowling a nivel literario es flojita, pero es lista como ella sola y sabe montarse más que bien un misterio a lo Agatha Christie. Además, estaba el original inicio del primer libro, con esa escena costumbrista (Dursley yendo al trabajo) alterada por el surrealismo de los magos en la calle festejando el fin de Voldemort. Aunque también es verdad que momentos como ése, en los libros, no ha habido muchos más. El resto de las entregas se ha centrado en una monótona narración en tercera persona cuya mayor motivación no era el cómo sino el qué. La trama, pura y dura. Y ésta ganaba si se leía en continuidad. Una continuidad que se rompió a partir del cuarto libro, cuando tuve que esperar la salida, cada dos o tres años, de cada una de las entregas. Para cuando empecé el quinto libro, ya no me acordaba de la mayoría de los personajes secundarios. Quién era el hombre lobo, quién el del ojo-loco, el elfo bueno, el elfo malo, y así con muchos más. A mis amigos lectores de Potter no les pasaba lo mismo; ellos sí se acordaban. Y me ponían al día, pero claro, en mi caso el olvido, por mucho que mi amigos me hicieran recordar, se tornaba desinterés.

Igual me sucedió con el sexto libro, otros tantos años después. Y el séptimo ya ha sido casi como un deber impuesto. No iba a dejar la saga coja. Así que lo cogí el otro día.

El principio, hasta que volví a conectar con la historia y a desempolvar nombres (o más bien a dejarme llevar al ver esos nombres que no recordaba para nada, y seguir "palante" como los burros) ha sido un poco rollete. Pero no sólo por mi despiste, sino porque la primera mitad no tiene ningún ritmo. La segunda mitad mejora, y el final, la verdad sea dicha, está muy bien construído (empalagos aparte). Y eso que con tanto cabo suelto parecía que la Rowling iba a hacer como los guionistas de Perdidos, echarse al barro del nihilismo y revolcarse en el todo vale. Pero ella es ante todo una escritora de best-sellers seria y como buena británica lo ha dejado todo cerrado y bien cerrado. Y aunque sólo sea por la filigrana, hay que reconocerle el mérito.

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