domingo, 15 de junio de 2008

Lorca en el aula: la (verde) pincelada expresionista

Ya lo dije en un post anterior, hablando de Darío: explicar un poeta a un puñado de chavales te obliga a entender su universo poético en todas sus consecuencias. Ahora me ha pasado con Lorca, al que creía tener más que dominado. Y así era sólo en parte. Me he visto a mí mismo yendo por derroteros nada premeditados, contando de Lorca cosas que luego contaban los libros, pero que no he querido que los chavales descubrieran más que a partir de sus poemas y de su teatro (que también son poemas, puestos en escena). Pero también me he visto forzado a desentrañar todas las enigmáticas imágenes del Romancero Gitano, tan fácil a primera vista, pero tan críptico en el fondo. Porque como profesor tienes enfrente a un público exigente que quiere respuestas, y que te hace preguntas que uno solo jamás se hubiera planteado. Y eso es un lujo. Los años que me quedan por delante como profesor de literatura van a ser un gustazo, porque gracias a esos chavales que para otras cosas pueden ser unos analfabetos funcionales (no quiero caer en el buenismo absurdo de muchos profesores, sé que cada vez he de ser más exigente si quiero un buen futuro para ellos, no me puedo conformar con el mínimo que están dispuestos a dar), gracias a esos pasotas desganados, decía, voy a poder desentrañar los misterios poéticos de Lorca y de muchos más. Porque son esos pasotas los que a veces también saben preguntar por la esencia de las cosas, los que no son tan tontos como nos creemos, y te exigen como profesor comprender cada línea de unos poemas con los que puedes haber convivido toda tu vida sin molestarte en ir más allá de la superficie.

Es lo que tiene Lorca, que como superficialmente también me pone, en muchos casos no me he molestado en mirar más allá. Este año era la primera vez en mi vida que daba clase en cuarto (la literatura del XIX y -horror- del XX) y decidí, más que dar un repaso a todas las épocas y autores, adentrarme en algunos autores paradigmáticos y profundizar mínimamente en ellos, no sólo porque crea que es la mejor opción pedagógicamente, sino también, lo reconozco, por la propia ignorancia mía. Así, escogí a Bécquer en el Romanticismo, a Clarín frente a Galdós en el Realismo, a Darío como modernista, y para el 27 a Lorca. Sobre todo porque de los otros del 27 tengo tristemente bien poquito que contar. Claro que esto no deja de ser 4º de la ESO. Tienes delante a un hatajo de adolescentes a  los que lo último que les importa es la obra y milagros de un niño bien granadino, mariquita para más inri, al que le dio por hablar de los gitanos y convertirlos en ese pueblo mágico que los chavales jamás han visto, porque viven la dura realidad de un barrio de realojo, y los gitanos reales con los que conviven desde que nacieron, de mágicos y soñadores tienen bien poquito.

Las obras escogidas fueron: del Romancero Gitano, el Romance de la luna, luna, el de la casada infiel, el de la pena negra y el sonámbulo; del teatro, Bodas de sangre; y de Poeta en Nueva York, Oficina y denuncia (uno de mis favoritos de Lorca, paradójicamente, porque yo amo Nueva York) y La aurora. Se trataba de identificar las constantes temáticas lorquianas (amor, falta de libertad, represión, tragedia) y el juego entre lo tradicional y popular y la vanguardia. Creo que al final se han quedado con la copla. Uno de los últimos romances que leímos fue el de la pena negra, tan complicado, y aun así supieron ver en Soledad Montoya a la Novia de Bodas de sangre. Bueno, no está mal, pensé, ahí está la cuadratura de círculo lorquiano.

Pero a lo que iba este post era a hacer una confesión sobre el Romance Sonámbulo. Les reconozco que en todos estos años leyendo y amando a Lorca, nunca supe de qué iba en verdad este romance. También es cierto que nunca lo leí entero prestando verdadera atención, siempre me quedaba en la primera estrofa y nunca pensé que ese omnipresente verde significara algo más que "el del color de la aceituna" según la copla original. Pero claro, Lorca es mucho más. Te puedes quedar en la superficie y gustarte, pero hay mucho más. 

La clase ha estado todo el año presidida por un póster de un cuadro expresionista de Kirchner (el de la imagen), nos hemos tirado además casi un mes con las vanguardias, y justo cuando terminamos de leer en voz alta el romance, se hizo la luz en mi cabeza. Verde carne, pelo verde, igual que la chica de Kirchner. El verde es el color de las ramas, el color del pozo, el color de todo el romance. Pero el verde es también el color de las violentas pinceladas de un Lorca convertido de pronto en un pintor expresionista, que altera los colores y los resignifica. Ahora el verde ya no es ni la vida ni la esperanza, sino todo lo contrario: EL VERDE ES LA MUERTE.

Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata
.

Y el negro, sin embargo, es la vida.

¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
 

Me sentí iluminado con la revelación, y en unos minutos ya toda la clase comprendía. Que Lorca es mucho más que un poeta, que Lorca pinta, colorea e insufla vida y muerte trastocando todo lo conocido. Que algo que suena a tópico popular es en realidad pura revolución y ruptura.


1 comentario:

Ernesto Castro dijo...

¡Hay que ver la de cosas que se aprenden en clase!

Fue en cuarto cuando, gracias a una majistral profesora, me decidí a escribir poesía y cogerme la opción de humanidades en el bachillerato.

Así me ha ido, y no me quejo (creo).