domingo, 12 de abril de 2009

Wir sind ein Volk! (uno)

La historia reciente de Berlín está llena de claroscuros, de sucesos vergonzosos y de historias de superación. Acabo de pasar una semana en la capital alemana y la ciudad, por supuesto, está genial, pero de nada sirve ir para allá si no te cuentan algo de su historia. Y todos sabemos lo típico (primero Hitler y los nazis, luego los comunistas y el muro) pero en realidad apenas sabemos nada de lo que se ha cocido y se sigue cociendo en esta ciudad que es ya un mito de nuestros tiempos.

Para empezar, el muro de Berlín no tiene nada que ver con el famoso telón de acero que separó, tras la II Guerra Mundial, a los capitalistas de los comunistas. Bueno, sí tiene que ver, pero no son, en absoluto, la misma cosa: el asunto es más complicado. Alemania, la perdedora por antonomasia (ya había perdido en la anterior guerra mundial), fue dividida en dos repúblicas: la federal o capitalista, controlada por los aliados (americanos, franceses y británicos), y la democrática o comunista, controlada por los soviéticos. La capital del antiguo III Reich de Hitler, Berlín, se quedó en la Alemania comunista, pero a su vez fue repartida entre los cuatro ganadores de la guerra. En resumen, Berlín estará en la parte soviética de Alemania, pero tres cuartas partes de ella van a pertenecer a los aliados, mientras que el resto será la capital de la Alemania comunista. Si aún no les queda claro, ahí tiene el mapa:


Insostenible, ¿verdad? Pues con el inicio de la Guerra Fría y la polarización de los bloques comunista y capitalista la situación se hará más insostenible si cabe. Dividir un país tiene un pase, pero dividir a su vez una ciudad que queda dentro de la parte comunista, tiene mandangas.

En los años 50 ocurrió lo que se llama el "milagro económico alemán": la Alemania Federal se recuperó sorprendentemente del debacle de la guerra. No sucedió lo mismo en la parte oriental, y Berlín se convirtió en un coladero por el que la población comunista huía a la zona occidental casi masivamente. Y claro, a la Alemania Federal, encantada, le faltaba tiempo para adoptar a los nuevos capitalistas y plantarles un nuevo pasaporte en las manos.

Tanto es así, que en 1961 la Alemania oriental terminó construyendo el famoso muro de Berlín, circular y de más de 150 kilómetros, de los cuales más de 40 km. dividían la ciudad de norte a sur, separando las dos partes de Berlín e intentando aislar el Berlín occidental, que se quedó como una isla dentro de la Alemania Democrática. La ciudad quedará así:

Adiós al libre (o semi-libre) traspaso entre un Berlín y otro. Adiós a los amigos, adiós a parte de tu familia. Adiós a lo poco que quedaba de una ciudad, ya arrasada de por sí tras la guerra. Berlín será, hasta 1989, una ciudad dividida por el "Mauer", que simbolizará durante casi tres décadas la vergüenza de un mundo dividido. Y los berlineses sufrirán en carnes esta vergüenza, como si no tuvieran ya suficiente con el trauma de la barbarie nazi.

Pero lo gracioso es la historia de cómo cayó el muro, casi treinta años después. Algo que jamás fue premeditado pero que dice mucho de la capacidad de superación del pueblo alemán y de la esperanza que aún se puede tener en el género humano.

Se lo cuento en el siguiente post.

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