A cien millas de Manhattan es un libro muy divertido y a rebosar de anécdotas y curiosidades sobre la vida americana. Se lee solo, y a excepción de algunos pasajes, como el de la pesca en Alaska (ya casi al final del libro), es muy divertido. Guillermo Fesser da una visión complaciente del modo de entender la vida de los americanos, pero es que esta complacencia se hace ya casi necesaria, porque desde hace décadas parece que lo único plausible es alzar la ceja y despreciar el American way of life, que tendrá lo suyo de chungo, vale, pero que también tiene mucho de lo que podríamos aprender desde esta decadente Europa.
La primera vez que leí una voz parecida en este sentido fue con El planeta americano, de Vicente Verdú, que es el complemento ideal al libro de Fesser, pero en forma de ensayo. El planeta americano lo leí hace muchísimo, pero recuerdo que era también divertidísimo, y que Verdú no juzgaba a los americanos, sino que analizaba esta sociedad resaltando tanto lo bueno como lo malo, y explicaba además que mucho de eso que veíamos malo tenía su razón de ser y su lógica, porque aunque sigamos alzando la ceja, el ojo europeo no es, señores, el ojo que todo lo puede.
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