Me lo dijo alguien el otro día. Que el Emperador era demasiado monumental. Que prefería sus primeros conciertos para piano. ¡No!, dije yo, ¡ésos son demasiado mozartianos! Claro, me contestó. Y yo: ya estamos con Mozart...
Durante seis años, de los 12 a los 18, no escuché otra cosa más que Beethoven, encerrado en mi cuarto (y sí, menudo frikazo era). De rebote escuché alguna cantata de Bach, el Requiem de Mozart, la Incompleta de Schubert o Las hébridas de Mendelssohn, pero poco más. La obsesión beethoveniana dejaba poco hueco. Esto, además, coincidió con el bicentenario de Mozart y el estreno de Amadeus. Mozart por todas partes, y yo arañándome de rabia por que no se reconociera que Beethoven era mil veces mejor.
Ahora, años después, con el spotify en mi ordenador, he vuelto a las andadas. Y he vuelto al Emperador, para mí, lo mejor de Beethoven. El primer movimiento es sublime, y me gusta más incluso que cualquiera de las sinfonías. Incluso diría que es lo que más me gusta de toda la música que he escuchado en mi vida.
Pero hoy, explorando en el spotify, me he acordado de Rachmaninov. De ese concierto n.2 para piano que en su día fue lo único que le llegó a hacer sombra a mi obsesión por el sordo de Bonn. Ahora mismo, mientras escribo esto, escucho alterado el tercer movimiento y me siento desatado. Y pienso, ¿qué hubiera dicho Beethoven si hubiera escuchado esto? Y creo que es una de las pocas cosas escritas después de su muerte dignas de hacerle escuchar. De las pocas cosas que, sin superarlo, están a la altura de esa monumentalidad genial del Emperador que otros denostan ante mis atónitos ojos. Porque vamos a ver, ¿quién puede preferir a Mozart y sus lindos acordes frente a esto?:
martes, 15 de junio de 2010
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1 comentario:
a fin de cuentas entiendo que no hay nada como la musica clasica amigo,,,, los videos de estas ejecuciones son jgeniales
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