viernes, 1 de febrero de 2008

Exilios


Lo tenía pendiente desde que me leyeron en voz alta uno de los capítulos –el que se titula Beatriz (La polución), que es una joyita y que a la hora de usarlo en clase, con los niños, es magia pura–, y desde que me lo pasó mi hermana, inmersa en su network argentino-uruguayo-catalán (juos juos), hace ya varios meses. Y me ha encantado. Puedo decir que Primavera con una esquina rota es mucho más que ese bonito título (y esto lo digo porque al comentar el libro me han llegado a decir que tiene un buen título y poco más; aunque sospecho que era uno de esos comentarios que ciertos gañanes hacen –hacemos, me incluyo: yo a veces también lo soy– sin conocimiento de causa, esto es, sin haberse leído el libro en cuestión).

De Benedetti poco sabía y lo que ahora sé es por este libro. En mi época del instituto estaba de moda, entre los estudiantes más intelectuales, leer su poesía (ya sabéis, al compás de la guitarra de Silvio Rodríguez, cuando todavía nos pasábamos sus canciones grabadas en cintas). La cosa es que yo jamás le leí nada, y que incluso, hace poco, cuando en un cumpleaños alguien le regaló a una amiga un libro con la poesía de Benedetti, no pude evitar pensar que menudo trasnochao, otro que se ha quedado anclado en los diecisiete.

Pero bueno, este rechazo tiene una explicación: el trabajo que me cuesta entrar en los mundos poéticos, aunque una vez familiarizado llegue a disfrutarlos más que la novelística. Y a mí, lo reconozco, esto sólo me pasa con Lorca y con Bécquer. Tengo pendiente ahí a Miguel Hernández, que sospecho me va a chiflar, y aparte de ciertos poemas sueltos, poco más. La poesía me resulta difícil de masticar.

Pero a lo que iba, que me pierdo. Que sea por rechazo o por ignorancia o por ambas dos, de Benedetti no conocía más que algún cuento suelto, y eso como mucho. Y no quiero decir que ahora me lo vaya a leer todo de él, o que me haya apasionado su estilo literario. Sólo quería apuntar que el tío tiene la capacidad de hacerte comprender la experiencia del exilio con todas sus aristas, y que sólo por eso merece la pena. Y fíjate que me estoy poniendo profundo, que a mí estos rollos reivindicativos políticosociales me la suelen pelar, pero en este caso me quito el sombrero, porque Benedetti lo hace con mucho arte. Con arte uruguayo, y si no véase el capítulo en el que Graciela se sincera con Rafael. La manera de hablar de ella, la lucidez con la que es capaz de analizarse a sí misma, no podía ser, al menos para mí, más que argentina o uruguaya.

Alberto, te lo tenés que leer. Te va a encantar, a vos.

1 comentario:

PANI dijo...

¿Un tópico? No, para mi, un clásico que me sigue poniendo los pelos de punta. Te regalo tres versos de la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández

"Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes."