viernes, 1 de febrero de 2008

Sobre pérdidas de inocencia


Me encantó El amor en los tiempos del cólera, no digo que no. Eso sí, mientras que Philip Roth cayó en dos días, García Márquez necesitó quince. Pero no vengo aquí a hablaros de ritmos o velocidades. De El amor…, lo más impactante, esa primera aparición de Florentino Ariza en el entierro, cuando aún no sabemos quién es pero ya atisbamos su importancia; o esas visitas, todos los martes por la tarde, que se hacen Florentino Ariza y Fermina Daza ya de viejos. Cómo os decía, momentos impactantes, que me han llegado a provocar mis lagrimitas, pero que se teñían del sabor agridulce –la nostalgia puta– de recordar aquellos días de mi adolescencia en que leí La casa de los espíritus o Cien años de soledad, y a veces tenía que parar de leer por culpa de tremendas palpitaciones o del llanto más estentóreo. Nada que ver con las lagrimitas de ahora. Es lo que tiene estar al borde de la treintena, que ya estamos de vuelta de todo, que ya nos las sabemos todas, y que hasta con García Márquez vamos sobre aviso y levantamos la maldita ceja.

No hay comentarios: