Leo esta entrada en un blog de El mundo y lo que menos me importa es que el jamón y el cava triunfen en un pequeño rincón de la capital israelí, sino ese retrato de una ciudad hedonista en medio del conflicto:
Tel Aviv, símbolo del pluralismo y secularismo (en contraste con la más religiosa y santa Jerusalén), no duerme de noche. Decenas de fiestas en centenares de pubs y discotecas todos los días de la semana, donde la sensualidad es la marca de la casa.¿Frívola, Tel Aviv? No lo sé, tal vez. El conflicto de Israel termina siendo inabarcable para mi corto entendimiento, pero no puedo evitar sentirme seducido cada vez más por ese país, y Tel Aviv es un aliciente. De la mano de crónicas como ésta, o de Eytan Fox, Tel Aviv ya ha pasado a mi imaginario personal como destino ansiado.
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