viernes, 26 de junio de 2009

¿Innecesario?



Lo de que el orgullo gay es innecesario se ha convertido últimamente en un tópico recalcitrante. Que de una reivindicación de los más básicos derechos haya pasado a ser una fiesta lasciva y frívola, vale. Pero eso no es excusa para defenestrarla. Además, ¿acaso la lascivia y la frivolidad son malas? El orgullo gay se ha desvirtuado, dicen. Pues claro, la situación ya no es la misma de hace décadas. Y mira por dónde, podría ponerme reivindicativo y soltar ese otro tópico de que aún no está todo ganado (que es verdad, aunque en esta burbuja madrileña se nos olvide), pero no va a ser ése el discurso de este post.

El orgullo ya no es una reivindicación de derechos (para eso ya están Zerolo y Zapatero y las nuevas leyes) sino una fiesta de la visibilidad. Una visibilidad que para unos puede estar mal enfocada, por poco estratégica. Tanta drag, tanta pluma, tanto cuero, tanto tío en bolas. Eso sólo produce rechazo, dicen. Digo yo que para ésos, todos los gays tendrían que salir en traje de chaqueta y corbata. Pero es que no es respeto lo que se busca; es, again, la visibilidad. El respeto viene luego. Y sin visibilidad, ese respeto es falso. Aceptar a un gay que se comporta como hetero, ¿qué mérito tiene? Cuando Boris Izaguirre se ponía en bolas delante de media España; cuando los gays más estrambóticos de Chueca salen por la tele semi desnudos, con tacones y látigo en mano; cuando un amigo gay reconoce que se tira a todo lo que se mueve; todo eso produce rechazo. Y yo no lo niego, claro que lo produce. Pero a lo mejor es que irónicamente se trata de eso. El rechazo es el comienzo de algo, de una realidad que se admite como existente, aunque sea para que no guste.

Y la gente tiene todo el derecho a decir que no les gustan los gays, estaría bueno. A lo que no tienen derecho es a negar su existencia. Claro que como eso no pasa en Madrid (en el centro de Madrid), entonces, ¿por qué no hacer la cabalgata en Bollullos del Condado? Pues sí, quizá ahí sea más necesaria, pero no me pueden negar que logísticamente sería bastante complicadilla de montar. Los gays no son como los kikos, dispuestos a recorrerse media España en autobús para lanzarse a las calles de una ciudad extraña, al menos si a cambio no hay juerga y folleteao garantizado. Pero es que para eso está la tele, para que ese hombre de la boina que llega de arar el campo en Bollullos, vea en el parte de la 1 el desfile, y flipe en colores con algo impensable hace unos años. Y echará pestes por la boca, y gritará maricones de mierda, pero por lo menos pensará, aunque no lo reconozca: son de mierda, pero son muchos...

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