martes, 16 de junio de 2009

Uno de Rodari

Sul pianeta Bih non ci sono libri. La scienza si vende e si consuma in bottiglie. La storia è un liquido rosso che sembra granatina, la geografia un liquido verde menta, la grammatica è incolore e ha il sapore dell'acqua minerale. Non ci sono scuole, si studia a casa. Ogni mattina i bambini, secondo l'età, debbono mandar giú un bicchiere di storia, qualche cucchiaiata di aritmetica e va via. Ci credereste? Fanno i capricci lo stesso.
-Su, da bravo -dice la mamma,- non sai quanto è buona la zoologia. È dolce, dolcissima. Domandalo a Carolina.- (che è il robot elettronico di servizio).
La Carolina, generosamente, si offre di assaggiare per prima il contenuto della bottiglia. Se ne versa un dito nel bicchiere, lo beve, fa schioccare la lingua:
-Uh, se è buona, -esclama, e subito comincia a recitare la zoologia:
-"La mucca è un quadrupede ruminante, si nutre di erba e ci dà il latte con la cioccolata".
-Hai visto? -domanda la mamma trionfante. Lo scolaretto nicchia. Sospetta ancora che non si tratti di zoologia, ma di olio di fegato di merluzzo. Poi si rassegna, chiude gli occhi e trangugia la sua lezione tutta in una volta. Applausi.
Ci sono, si capisce, anche scolaretti diligenti e studiosi: anzi, golosi. Si alzano di notte a rubare la storia-granatina, e leccano fin l'ultima goccia dal bicchiere. Diventano sapientissimi.
Per i bambini dell'asilo ci sono delle caramelle istruttive: hanno il gusto della fragola, dell'ananas, del ratafià, e contengono alcune facili poesie, i nomi dei giorni della settimana, la numerazione fino a dieci.
Un mio amico cosmonauta mi ha portato per ricordo una di quelle caramelle. L'ho data alla mia bambina, ed essa ha cominciato subito a recitare una buffa filastrocca nella lingua del pianeta Bih, che diceva presapoco:

anta anta pero per
penta pinta pim però

e io non ci ho capito niente.

***

En el planeta Bih no hay libros. La ciencia se vende y se consume en botellas.
La historia es un líquido colorado como una granada; la geografía, un líquido color verde menta; la gramática es incolora y sabe a agua mineral. No hay escuelas; se estudia en casa. Los niños, según la edad, han de tomarse cada mañana un vaso de historia, algunas cucharadas de aritmética, etcétera.
¿Vais a creerlo? Son caprichosos igualmente.
-Vamos, sé bueno -dice mamá-; no sabes lo rica que está la zoología. Es dulce, dulcísima. Pregúntaselo a Carolina. -que es el robot electrónico de servicio.
Carolina se ofrece generosamente para probar antes el contenido de la botella. Se echa un poquitín en el vaso, se lo toma y lo paladea:
-¡Huy!, ya lo creo que está rica -exclama.
E inmediatamente comienza a recitar la lección de zoología:
-”La vaca es un cuadrúpedo rumiante que se alimenta de hierba y nos proporciona el chocolate con leche”.
-¿Has visto? - pregunta mamá, triunfante.
El pequeño colegial se queja. Todavía sospecha que no se trate de zoología, sino de aceite de hígado de bacalao. Luego se resigna, cierra los ojos y engulle su lección de un solo trago. Aplausos.
Naturalmente también hay, como es lógico, algunos colegiales diligentes y estudiosos: es más, golosos. Se levantan por la noche para tomarse a escondidas la historia-granada y se beben hasta la última gota del vaso. Se vuelven muy sabios.
Para los niños de los parvularios hay caramelos instructivos: tienen sabor de fresa, de piña, de cereza, y contienen algunas poesías fáciles de recordar, los nombres de los días de la semana y la numeración hasta diez.
Un amigo mío cosmonauta me ha traído uno de estos caramelos como recuerdo. Se lo he dado a mi pequeña e inmediatamente ha empezado a recitar una poesía cómica en el idioma del planeta Bih, que decía más o menos:

anta anta pero pero
penta pinta pim peró

y yo no me he enterado de nada.

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