jueves, 17 de enero de 2008

Me mola Gallardón

Qué asco de cultura de la mediocridad, qué asco de país en el que tanto miedo tenemos a los más válidos. Porque el arrinconamiento de Gallardón en el PP, no nos engañemos, no es un fenómeno exclusivo de la derecha; tiene un claro paralelismo con nuestra insigne izquierda pesoíta, cuando vergonzosamente arrinconaron a Borrell, elegido por las bases, para encumbrar a ese Almunia al que la historia (diez añitos, no más) ha colocado en su justo lugar: el valle de los olvidados. Y no quiero hacer de pitonisa, pero sospecho que Rajoy terminará pronto, también, acompañando a Almunia. Eso es lo que les depara el tiempo a los sosos, a los medias lenguas, como Rajoy, esa marioneta de Aznar que ni siquiera sabe pronunciar sin que se le caiga la babilla.
Me mola Gallardón. Lo digo sin ironía. Es el carisma en persona, y encima ha demostrado a lo largo de su carrera política tener más sentido común que muchos políticos de la izquierda llenos a rebosar de buenas intenciones, pero nada más (y claro que sí, pienso en la Trini).
Recuerdo que en una entrevista en El País, Inés Sabanés (IU) dijo que Gallardón era doblemente peligroso como enemigo político, porque era un lobo con piel de cordero. No se lo creía ni ella. Un lobo con ese caché jamás lo volverás a tener enfrente, tronca.
Más. En el debate anterior a las elecciones, Gallardón se comió crudo a un patético y desesperado Miguel Sebastián sin perder ni una pizca de elegancia. No era de extrañar que días después, muchos de izquierdas, que en las autonómicas votaron a IU, votaran a Gallardón en las municipales (eso ocurrió, yo no lo hice, pero sé de gente que lo hizo). Y digo yo: ¿cómo el PP deja escapar a semejante animal político? Es más: ¿cómo no le da cancha para llegar a lo más alto? Sobre todo teniendo en cuenta el enemigo, que es todo menos fuerte. Porque Rajoy poco puede frente a Zapatero, pero pon en su lugar a Gallardón: eso sería otro cantar.
Gañanes. Gañanes de la izquierda y de la derecha (la gañanería no entiende de ideologías, porque en este caso me parece a mí que se impone el ser español) que se regodean en el lodo anticarisma y que le tienen miedo a la valía y al buen hacer, no ya sólo del contrincante, sino también del compañero.
Lo único bueno de todo esto es la ventaja que toma Zapatero. Un Zapatero que, por débil y soso, cada vez me enerva más, pero al que votaré aún más reafirmado si cabe.

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