domingo, 3 de febrero de 2008

Un lema para la posmodernidad: ¡¡¡¡No dejes de grabar!!!!


Cuando trabajaba en televisión, mi jefe estaba obsesionado con los reportajes tipo Mi cámara y yo (ahora lo que se ha popularizado es Callejeros, que en esencia es lo mismo), reportajes en los que el presentador era a la vez cámara, y en los cuales el resultado era el mismo de un vídeo casero. Muchos no le vimos al principio la gracia, pensábamos que era sólo por ahorrar dinero (que también) y cuando pasábamos por la cabina de sonorización con el repor ya montado, recuerdo que uno de los técnicos de sonido echaba pestes de esta manera de hacer los reportajes, en los que la calidad de imagen y de sonido eran ínfimas.

Pero es verdad que si bien nosotros hacíamos estos reportajes a lo cutre, el resultado tenía algo. No sé, los hacía diferentes. Más reales, más íntimos. Y merecía la pena el sacrificio en calidad de imagen y sonido. El reportaje era un esencia un repor más, pero el rollito mi cámara y yo lo cambiaba todo.

Esto lo tenía que saber J.J. Abrams cuando se puso a pensar en su nueva peli allí en su oficina de la calle Cloverfield, en Santa Monica. Quería hacer Godzilla, pero -¡putada!-, ya estaba hecha, y no solo por los japoneses, sino también por Hollywood. Sin embargo, él estaba encabezonado, como un niño chico. Además, su otra opción hubiera sido volver a coger las riendas de Lost, y eso no se lo desearía él ni a un enemigo. Así que se estrujó la cabeza hasta que dio con el quid de la cuestión: ¡el rollito mi cámara y yo! (que en EEUU se deberá llamar el rollito bruja de Blair).

Y funciona. Vaya si funciona. Cloverfield (Monstruoso en español, y espero que el traductor del título tenga una muerte lenta y dolorosa) es una peli más de monstruo arrasaciudades, pero este planteamiento visual hace que la película sea mil veces más efectista y parezca mucho más real (sin serlo, porque en fondo hay que aceptar las mismas convenciones de toda peli de acción, y una más: el que unos personajes al borde de la muerte sigan preocupándose de registrarlo todo con la cámara, lo cual en el fondo es absurdo). Tan real que incluso había gente que se salía de la sala. Aunque no sé si sería por el mareo. Porque eso también es verdad: la cámara se mueve, vaya si se mueve, y está guay, forma parte del planteamiento, pero también marea (pero no se preocupen: se soluciona sentándose un poco más atrás de lo normal).

Un último apunte: otra cosa buena de este planteamiento visual, es la recuperación del “no enseñar” o mostrar lo menos posible para mantener el interés y el suspense. Lo que hizo Ridley Scott con Alien, o Spielberg con Tiburón, y muchos otros maestros del cine de terror. Estamos en una era, la de los efectos especiales, en la que hay que enseñarlo todo (la pornografía del terror, se podría llamar) y así, las pelis de monstruos ni dan miedo ni nada. Pero ésta de Cloverfield sí.

1 comentario:

PANI dijo...

No se cómo mostrar mi indignación ante tu osadía al comparar nada más y nada menos que Alien a este subproducto. Alien, clásico entre los clásicos, Alien, que maneja el suspense, la tensión y el terror más puro como nadie. En Alien ves al bicho, pero ni la mitad de lo que al final ves a este.
Porque JJ no puede resistirlo, y cae en su propia trampa, y enseña, como en Lost se enseña demasiado y demasiado despacio el misterioso humillo negro (muy parecido al que me sale a mi de las orejas cuando veo la serie).
¿Y los cangrejoides? ¿Me vas a decir que no te hartaste de ver cangrejoides?
En mi vida.
A mi el miedo, es que ni me rozó, vaya. Por no hablar de lo que me importaba a mi lo que les pasara a los protas, que de puro posmodernos, como tu dices, les deseaba la muerte desde el minuto uno... Y si no te identificas con el protagonista y con su movida ¿Qué tienes? ¡Coño! Haz un corto, agita la cámara, saca al monstruo y pírate!
¿Qué tiene, para mi, Cloverfield de bueno? La parte que se desarrolla en el edificio. El vértigo.
La peli está muy bien hecha, pero quiero sumar a tu lista de deseos uno más:
A los dobladores les deseo que no se mueran nunca, que estén siempre enfermos, pero para siempre.