miércoles, 26 de noviembre de 2008

El peso de la oquedad

Como buen fetichista, mis estanterías están a rebosar de libros, y aunque no he leído la mitad de ellos, la otra mitad son como un tesoro del que no me quiero desprender por nada del mundo. Cuando un libro me ha gustado, necesito que siga ahí por los restos para poder toquetearlo y ojear una y otra vez. Por eso me fastidia que, últimamente, los libros que más me gustan son libros que he sacado de la biblioteca, o que me han dejado. Historias que disfruté y que al terminarlas me abandonan sin que yo pueda evitarlo. Y por eso me fastidia aún más que, últimamente, todos los libros que compro me decepcionen e, irónicamente, éstos sí que se quedan en casa, ocupando un lugar en mi estantería y haciéndome reflexionar sobre el peso de la oquedad.

El último ha sido el de Bayly, El canalla sentimental. Sí, sí, ése que dije en otro post que estaba deseando comprar en la Fnac (y así hice). El libro es ameno y dicharachero, y se lee de una sentada, pero al terminar no he podido evitar sentir que no me ha aportado nada. Que ha sido un divertimento vacuo y frívolo, pero que no me ha enseñado nada. Y será que me ha cogido en la frontera de los 30, o será que llevo casi 3 meses encerrado en casa por culpa de un dichoso virus, pero la cosa es que uno piensa: ¿para esto cuatrocientas putas páginas?

Sánchez Dragó habla en su blog de la novela y suelta dos sentencias:
1) Habla de casi todo, o sea, de casi nada.
2) Será difícil que salga en los próximos años una novela superior a El canalla sentimental.

Yo me quedo, claro, con la número 1.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Trozos de vida (arggg)



Lo siento, pero voy a poner verde otra peli independiente, europea en este caso. Se trata de Hace mucho tiempo que te quiero, donde Kristin Scott Thomas está total, no he de ser yo quien lo niegue. Pero es que no soporto estas pelis que presumen de ser un trozo de vida, de escapar de las altisonancias de las americanadas, cuando puestos a analizar, el guión de ésta es de pura ciencia ficción, con algunas altisonancias que te ponen la cara colorada de la vergüenza ajena. La Thomas sale de la cárcel donde ha estado quince años y su hermana la acoge en su casa. El espectador no sabe los porqués y los va descubriendo poco a poco, quizás demasiado poco a poco (la lentitud contemplativa de la peli no hace recomendable ir con demasiadas cosas en la cabeza). El problema llega al final, cuando todo se sabe. Una vez que lo descubres todo te das cuenta de que con ese punto de partida, una historia verosímil jamás podría haber devenido en la trama de la peli. No quiero dar demasiadas pistas, pero nadie se puede creer que alguien asuma una condena de quince años por asesinato sin rechistar. Más aún, nadie se puede creer que su familia reniegue de esa persona durante los quince años y no intente conocer al menos las causas de esa condena. El punto de partida de la historia, es por tanto, un engaño. Las pelis americanas, por lo menos, no te tratan de vender la moto de la verosimilitud (una moto que además parece que va unida a la molesta costumbre de menear la cámara hasta la extenueción). Eso sí, el mérito de la Thomas es doble, porque carga con esta historia imposible y sólo con mirar a cámara la saca a flote.

No puedo con Calderón / El burlador es intemporal

Miércoles 19 de noviembre: Acudo al Teatro Pavón con mis compis del insti, a ver Las manos blancas no ofenden, de Calderón de la Barca. Ya sólo el título es lo que me ofende a mí, hartito como estoy de agravios y ofensas de honor. Pero me dicen que ésta no es un drama de honor, que es de capa y espada, y es verdad que los enredos en el teatro del Siglo de Oro me gustan, porque al ver esas obras me doy cuenta de que Friends y todas las demás sitcoms actuales no han inventado nada nuevo. Y la obra en su desarrollo no está mal, los enredos se hacen un poco pesados, como suele ocurrir, pero eso se perdona porque ya sabíamos que es como un capítulo de Friends pero alargado hasta el delirio. El problema es el final. Lo que se ha planteado todo el tiempo como una comedia romántica, acaba siendo una apología más del honor. El protagonista, que se ha tirado toda la obra encoñado de la condesa, y la condesa de él, termina casándose con otra para arreglar agravios. Y lo peor es que encima hay que aplaudir. Dirán que no puedo juzgar a Calderón con la mentalidad de hoy. Pero eso a mí no me vale. Ya estoy harto de la excusa de que los tiempos eran otros. Vale, los tiempos eran otros, pero que yo sepa, se considera obra mestra aquélla que es capaz de saltarse las barreras temporales y espaciales y apelar a sentimientos universales. Shakespeare lo hizo. Cervantes también. Hasta el propio Calderón con La vida es sueño, que es una obra que te pone los pelos de punta, y de una vigencia acojonante (y si no, vean Matrix). Pero es verdad que hasta en La vida es sueño está ese final de marras con el honor que todo lo decide. Qué jartura con Calderón.



Jueves 20 de noviembre: Acudo al Teatro Bellas Artes a ver El burlador de Sevilla. El verso de Tirso (o del que sea que la escribiera) es mucho menos denso que el de Calderón, hasta el punto de que ni parece verso. La obra tiene mucho más ritmo, y el montaje, más moderno que el del día anterior, no es que sea gran cosa, pero tampoco entorpece el devenir de la historia, que a medida que avanza, me atrapa más y más. Es lo bueno de ser como soy un profe de lengua diletante, que no he leído los clásicos y puedo descubrirlos en escena. Cuando veo que Tirso, o el que fuera, incluye en la segunda mitad de la obra la trama del convidado de piedra, entro en éxtasis. Conocía la tradición, pero no recordaba que Tirso la incluía en su burlador. Fran Perea, como el Tenorio, está poderoso. Los actores que le acompañan son desiguales, pero el texto es grande y todo lo puede. Cada vez que escucho uno de esos ¡Tan largo me lo fiáis! me viene un gustirrinín total. Menudo canto a la vida, al sexo y a la muerte, la verdadera santísima trinidad que rige el destino de los humanos, sin importar épocas ni lugares.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Emma a través del espejo



A Emma García no se le cae la cara de vergüenza de presentar las dos bazofias más genuinas que hay en la televisón actual. Qué va. A ella se la ve súper a gusto. Con sus dientes hipergrandes y debidamente blanqueados, su pelo teñido y ondulado, y sus largas uñas lacadas, a esta mosquita muerta la mierda que tiene alrededor parece que le resbala. Como si no fuera con ella.
Pero yo te digo, Emma, que te va a pasar factura. Un día te mirarás en el espejo y ya no verás ni los dientes, ni el pelo, ni las uñas, sino la mierda esa con la que no has dejado de revolcarte desde que llegaste a Telecinco.

Paola Ortega, redactora de la web de Telecinco, la describe así:
Rebosa energía, es crítica muchas veces, espontánea, hiperactiva, tenaz, luchadora y... sí, algo cabezota. Emma García nació el 8 de junio de 1973, en Ordizia (Guipúzcoa) y siempre soñó con dos cosas: ser feliz y periodista. Cuando terminó la carrera comenzó a trabajar en un periódico de Navarra; más tarde se abrió una televisión en la zona y decidió apostar por el mundo de los focos y los platós. Está claro que su decisión fue todo un acierto.
Emma García presenta en este momento los programas Mujeres y hombres y viceversa y El juego de tu vida. Y estoy seguro de que, a día de hoy, que esto sea un acierto no se lo cree ni ella.

martes, 18 de noviembre de 2008

El apocalipsis en las aulas / Más quemao que un rastrojo

Qué divertido, qué divertido, qué divertido el post que ha escrito un compañero de mi instituto, profe de Filosofía, con el que por cierto no me hablo (o él no me habla a mí, todavía no lo tengo claro). Por lo que leo, todo ha sido a raíz de un encontronazo con un grupo al que yo también doy clase, y que, dicho sea de paso, es de las mejores del centro. Pero a él, acostumbrado a no tener que vérselas con los niveles por debajo de 4º de la ESO, se le ha debido atragantar.
Sea como sea, al post no le falta razón, y si yo llevara 20 años dando clases, más quemao que un rastrojo (que hay muchos de ésos en mi insti) y ahora me endiñaran la absurda e hipócrita asignatura de Educación para la Cuidadanía, también me daría por echar espumarajos apocalípticos por la boca como los que se pueden leer aquí.

¡Quiero ser un vampiro!

“Hay tres cosas de las que estoy
completamente segura.
Primera, Edward es un vampiro.
Segunda, una parte de él
se muere por beber mi sangre.
Y tercera, estoy total y
perdidamente enamorada de él.”

Esto es lo que reza la contraportada del libro (del único libro, aparte de los de texto) más paseado por las adolescentes en los pasillos de mi instituto. El libro es gordo y forma además parte de una tetralogía en que las otras partes son iguales de gordas. Y este resumen de contraportada, es verdad, da como risa. Yo, cuando les pillo el libro a mis alumnas, lo leo impostando la voz primero con grandes suspiros y luego soltando estentóreas carcajadas despectivas. Pero por dentro pienso: "quién tuviera quince años para hincarle el diente a esto". La vergüenza torera me impide leerme el libro ahora, y sospecho que si lo leyera, a mis treinta años, más de un pasaje me haría enrojecer del ridículo. Pero estoy casi seguro de con quince, otro gallo me hubiera cantado.



Porque en mi época no tuvimos ni crepúsculos ni eclipses, ni lunas nuevas, ni amaneceres, pero sí que tuvimos a la loca de Anne Rice, que nos regaló unas crónicas vampíricas jugosas jugosas (las cuales terminaron siendo un delirio, pero eso ya qué importaba). Recuerdo que Entrevista con el vampiro, leyendo en mi cuarto de adolescente, me lo terminé a las 7 de la mañana. La Rice reinventó el mito de los vampiros de una manera que me tuvo dos noches seguidas sin dormir. Después vino la película en forma de gran decepción, porque la vi apenas unos días después de terminar el libro y claro, eso no se hace, primero hay que descontaminarse. (La verdad es que la película es, juzgada con distancia, bastante buena). Pero a lo que iba. Tras el primer libro, me zambullí en una segunda parte, Lestat, el vampiro, menos profunda, menos sentida, pero sí mucho más divertida que la primera. Creo que ésta me la he llegado a releer luego hasta dos veces más (y sí, ya lo sé, todo eso mientras el Quijote seguía en la estantería muerto de risa, espero que alguien me absuelva de ese pecado). La tercera parte, La reina de los condenados, era ya un despiporre descarao, a ratos bastante coñazo, en el que a la Rice se le fue un poco la cabeza. Más partes se fueron añadiendo luego a la trilogía original, ésas ya infumables del todo. Pero aun así el camino vampírico mereció la pena. Y la obsesión echó raíces.



Vamos, que me tiré gran parte de la adolescencia imaginándome un vampiro doliente, al estilo del taciturno Louis, y aún a veces me lo sigo imaginando, si bien, tristemente, cada vez menos. Es lo que tiene hacerse mayor. Ésa es la putada. Por eso, cuando veo a los chavales pasear los libracos de estos nuevos vampiros ideados por Stephenie Meyer, por muy petardos que parezcan los libros, no puedo evitar sentir esa punzada de nostalgia, y a la vez la alegría de saber que los tiempos no han cambiado tanto. Ellos, como yo lo quise, también quieren ahora ser vampiros.

Pronto toca explicarles a los de 4º de la ESO el Romanticismo. A unos chavales que cada vez veo más lánguidos, más de vuelta de todo, más del rollo "emo" y más vampíricos que nunca. Si no entienden el espíritu romántico, aunque sea a grandes rasgos, estará claro que la culpa será mía, porque para románticos (románticos insoportables, pero románticos al cabo), ellos.

Y ahora, les dejo con el trailer de Twilight, la versión en cine que ya está al caer y que, ahora sí, no pienso perderme por nada del mundo:

Llena eres de gracia



Ya están los anuncios por todo Madrid, y no, no me refiero al Cortylandia, sino a la Gran Vigilia de la Inmaculada. Una cita ineludible que, en olor de multitudes (porque los kikos se lo montan que te cagas), estará presidida ni más ni menos que por Rouquito. Pues ea, a cantarle a la virgen y al sindongo dogma de la Inma Concha, que cumple 150 años, pero que no tiene la enjundia de otros dogmas católicos, mucho más divertidos. Éste, el de "la Inma", la iglesia se lo sacó de la manga en 1868, con el Papa Pío IX. Una época ya muy atea y de vuelta de todo en la que, habrán de coincidir conmigo, ya no pegaba inventarse nuevos dogmas.

El dogma de la Inmaculada Concepción no es el que la gente normalmente piensa. Lo de que la Virgen fue, valga la redundancia, siempre virgen, antes, durante (sic.) y tras parir a Jesucristo, es un dogma mucho más antiguo, del año 649, en el Concilio de Letrán. Lo de cómo consiguió mantener la virginidad antes, después, y sobre todo, durante el parto no me pidan que lo explique. Pero no me negarán que el dogma es divertido, y tiene un aire muy de leyenda mítica, al estilo de los dogmas de la Iglesia primitiva. No como el de la Inmaculada Concepción, basado en razonamientos mucho más intelectuales y por tanto, un coñazo. Los razonamientos, ahí los tienen, copiados de wikipedia:
Inmaculada Concepción de la Virgen María: los católicos afirman que la madre de Jesús fue preservada del pecado original por privilegio especial divino desde el momento mismo en que fue concebida en el seno de su madre, Santa Ana (Lc 1, 28). Esta doctrina, basada en el contenido del texto de Lc. 1, 28 («El ángel entró donde estaba María y le dijo: -Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo») y Lc 1, 42 («Y levantó la voz para decir con cálido acento: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!»), y en la Tradición Sagrada. El origen de por qué fue formulado este dogma está en el problema cristológico de la identidad de Jesús como Hombre y Dios al mismo tiempo y en la misma persona, según el dogma católico. Quienes se contraponían a este dogma argumentaban que si Cristo fue hombre en todos los sentidos, también lo sería como portador del pecado original (otro de los dogmas del catolicismo). De esta forma, tanto para defender el dogma de la identidad Hombre-Dios en la misma persona de Jesús como para defender el dogma de que Cristo fue Hombre en todos los sentidos menos en el pecado, surgió el dogma de la Inmaculada Concepción.
Lo que les decía, un coñazo.
Besos a todos y buena vigilia. Yo me iré de vinos, a ver si el tintorro me ilumina. Porque lo que es este dogma...

domingo, 16 de noviembre de 2008

Ay, Anita, que no levantas cabeza

La Regenta es el libro con el final más destroyer que he leído en toda mi vida. No voy a decir que no me costara leerlo porque entonces mentiría. De joven lo intenté varias veces, y no pasé del primer capítulo, acostumbrado como estaba al ritmo de los bestsellers de Michael Crichton. Me puse a él, ya de verdad, hace tres años, justo en el curso que dediqué a las oposiciones para ser profe de lengua, porque se me caía la cara de vergüenza eso de presentarme a las opos sin haber leído las dos novelas indispensables: Quijote y Regenta. (Lo irónico es que al final al Quijote no le llegué a hincar el diente, y ahí sigue pendiente, pero ésa es otra historia.)

Volviendo a La Regenta, el primer tomo no fue un suplicio porque me lo tomé con filosofía; en medio, iba alternado la cosa con otras lecturas más ligeras. A los dos o tres meses, cuando alcancé el segundo volumen, tomé el sprint. Y ya no paré, hasta el final. Ahí comprendí que ese casi suplicio del primer tomo es necesario, porque Clarín se lo monta de manera que el vértigo del desenlace en la segunda mitad sea apabullante. Todo cuadra en esta historia de auténtico gore que analiza y desmenuza lo peor de la naturaleza humana. Clarín, como buen hijo de puta (pero de los inteligentes), saca lo más ruin y los más patético de cada personaje y los revuelca por el barro una y otra vez. Estudiadores y filólogos le llaman a eso crítica social, yo casi lo llamaría sadismo; un sadismo que te cagas. Y Clarín no salva ni siquiera a la protagonista. Porque a la tercera vez que la insulsa y mojigata de Anita Ozores se pone mala, ya tampoco hay quien la soporte a ella. Al final terminas por no poder con ninguno de los personajes, pero enganchadito perdido, y saboreando momentos como los de la procesión, de un goce sádico total para el lector.

La edición que yo me leí fue la de Cátedra, salpicada de notas al pie que te ralentizan la lectura, y que por eso, especialmente en el primer volumen, se pueden volver un coñazo. Pero también es verdad que te sirven para no perderte nada de lo que Clarín plantea. Al final, incluye esta ilustración que yo no he olvidado, un dibujo con nuestra Anita de marras por los suelos, en el que todo se ve negro negro. Como el final de la novela. Como la sociedad que Clarín debió ver a su alrededor. ¡Dios mío, cuánta miseria humana!

jueves, 13 de noviembre de 2008

Extrañamiento

Lo de Bayly en el post anterior me ha llevado a seguir buceando en la red y encontrar esta entrevista de Losantos a Alaska, que no es que tenga una enjundia especial, pero que cuanto menos me ha sorprendido. Federiquito está mucho más sosegado que en la radio, y a Olvido Gara es, como siempre, un placer escucharla. Buceando aún más, resulta que ambos son amigos personales desde hace más de 25 años, y que encima ella colabora en su programa de la Cope, donde dice sentir plena libertad para "ser como es y hablar como ella habla".
La entrevista, aquí:



Alaska me encanta tanto si trabaja en la Cope como si no. Que quede claro. Pero todo esto me da la sensación de estar perdiéndome algo. Sí, ya sé, en esta España bipolar (periodística y políticamente hablando) los librepensadores nos causan extrañeza y hasta desasosiego. Y yo soy el primero que no traga con el pensamiento único de la izquierda española. Que también se desespera a veces cuando escucha la SER o lee El País. Con la Cope no me desespero porque directamente no la escucho, y cuando me la encuentro en el dial, rara es la vez que no me llevo las manos a la cabeza a los dos mimnutos. En cuanto a El Mundo, igualmente apenas lo leo, pero me hace gracia que dé cabida a columnistas de todos los colores, desde el propio Losantos a Raúl del Pozo, y que se peleen entre ellos, y que hasta se pongan verdes.

Y aún así, cuando veo juntos a Alaska y a Federico, en amor en compañía, no puedo evitar tener esa sensación de estar perdiéndome algo. De estar viviendo una realidad paralela. ¿Seré yo entonces el corto de miras?

¿De qué va Bayly?

Agosto de 2008: Jaime Bayly, peruano, bisexual, amigo íntimo de Boris Izaguirre y agitador de masas allá por la américas, entrevista desde Miami a "su amigo" Federico Jiménez Losantos. Una entrevista aduladora y no exenta de interés, que a ratos divierte, a ratos da vergüenza ajena y a ratos es, directamente, insultante. Aquí tienen la primera parte de la entrevista. Entren luego en Youtube para ver las siguientes:



Octubre de 2008: Jaime Bayly vuelve a adular a Federico en su programa y transmite íntegra la entrevista que hace pocos días le ha hecho el periodista en la Cope. Aquí, la primera parte. Buceen en Youtube para ver las demás:



También en octubre de 2008: Bayly, ahora desde Perú, en su programa El francotirador, vuelve a adular a Losantos, dejando claro ahora que discrepan en ciertas cosas, e incluye íntegra la entrevista que le ha hecho Losantos, ahora en su programa de la tele La noche de Federico. Vean la primera parte:



Noviembre de 2008: Bayly va a Buenafuente, donde con unos cuantos chascarrillos pone veladamente verde a Federico. O a mí me lo parece, no sé. Por última vez, y si no se han hartado ya, chequeen ustedes:



¿Conclusiones?: Pues aparte de que Bayly se ha tirado estos cuatro últimos meses avión pacá avión pallá, yo no sé ustedes, pero servidor no sabe qué conclusiones sacar. Está claro que escuchar la Cope no pienso escucharla, pero mañana mismo corro a la Fnac a comprar el libro de este energúmeno tan divertido. Y ya les contaré.

martes, 11 de noviembre de 2008

Más de Shia



A Guide to Recognizing Your Saints
le echa un ágil vistazo a la vida en el Queens de los años 80. A una zona, la de Astoria, que por lo que se ve en el film, en aquella época era algo así como un ghetto y hoy se ha puesto de moda. En suma, una peli independiente, de la factoría Sundace (ya saben, el festical indie de Robert Redford), con una historia algo manida pero que se plantea de manera bastante original, tanto en la puesta en escena como en la fotografía. Vamos, que no resulta nada cargante. No es como esas chorradas pseudo-independientes tipo Juno, así que merece la pena.

También sale el chavalito Labeouf, menudo crack.

Por cierto, no me pregunten por el significado del título original, porque después de ver la peli, no tengo ni idea. Es el mismo título del libro que el propio director, Dito Montiel, escribió antes de hacer la peli, que en español tiene el redundante título de Memorias de Queens (arg...).

domingo, 9 de noviembre de 2008

Los ojos de Shia



Desde Algunos hombres buenos, con Tom Cruise, no recordaba un blockbuster tan lleno de primeros planos como los de Shia LaBeouf en La conspiración del pánico. Lo de Tom Cruise se entendía, por guapo. Lo de Shia LaBeouf es, literalmente, comerse la cámara. La peli es un divertimento bastante digno, pero poco más. El mérito está en este chaval que con apenas 22 añitos sabe soportar el peso de la historia y una incontable cantidad de primeros planos como un auténtico campeón.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Los italianos saben acerca de lo que más importa



Siempre es un regalo para los oídos ver una película italiana en versión original. Y si encima son de esas pelis que te ayudan a reencontrarte contigo mismo, mejor. Hace poco vi Saturno contro, y ahora acabo de ver Le chiavi di casa. Dos cintas en las que impera la melancolía, pero también la esperanza. Dos lecciones de vida que te dejan con el corazón encogido, pero de las que sales siendo más persona. Qué necesario es también este cine...

viernes, 7 de noviembre de 2008

La realidad como tejido de los sueños

1) Sí, es verdad, mi pasión hacia los Estados Unidos está mediatizada por las historias que desde mi infancia he vivido a través del cine y, en menor medida, la literatura. Pero no por eso es menos pasión. Los states son y serán ya por siempre ese escenario mitificado y mistificado, tejido de los sueños, donde han tenido lugar esas ficciones que tanto me han alienado y a la vez me han hecho crecer como persona.

2) Nunca me gustaron los relatos de aventuras. De pequeño tuve en mi habitación la colección completa de Julio Verne y jamás me tentó. A Tolkien sólo le pude plantar cara de adulto; antes nunca soporté las fogatas en el bosque, lasd pociones mágicas y los duelos de espadas. Prefería las historias normales, las vidas corrientes, que casi siempre ocurrían en Nueva York, o en Chicago, o en Los Ángeles, o en un pequeño pueblo de New Hampshire (aunque nunca tuviera muy claro dónde caía New Hampshire).

3) Pon por ejemplo el típico diner americano. En realidad no hay un sitio más manido que un diner. Pero en ellos se han fraguado tantas historias y el corazón me ha dado tantos vuelcos que un diner ya nunca será un diner, sino mucho más.



4) Entre los autores patrios he encontrado a muy pocos capaces de convertir los escenarios autóctonos en tejido de los sueños. Capaces de hilvanar historias corrientes con una fuerza tal que los rincones normales se tiñeran de esas mismas emociones. Pero algunos sí lo han conseguido.

5) La primera vez que lo sentí fue con una película: El cielo abierto, del tándem formado por Elvira Lindo y Miguel Albaladejo. Al verla, de pronto Madrid se me reveló como un espacio riquísimo en el que se podían contener miles de historias emocionantes. El tándem hoy se ha disuelto pero, sin desmerecer a Albaladejo, sé que la fuerza creadora que convertía a Madrid en tejido de sueños era Elvira Lindo.

y 6) Ahora acabo de terminar El otro barrio, un libro que Elvira terminó ya hace años, y en él, como en casi todo lo que escribe esta mujer, está esa fuerza arrolladora que convierte el barrio de Vallecas y los rincones del Madrid más convencional en espacios que dejan de ser físicos para contener esas emociones de las que están hechas los sueños. Y no me refiero sólo a la metáfora de la que Elvira se sirve para aludir al más allá. No, es más que eso. Es la capacidad de re-crear esos lugares que ya existen (Vallecas, la avenida de la Albufera) y hacerlos inmensos, infinitos, para que todos quepamos en ellos, igual que en ese diner perdido en la noche de cualquier ciudad americana.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Lo peor y lo mejor del mundo

Lo peor: la Asociación Nacional del Rifle, las grasas saturadas, George W. Bush, el creacionismo, la cienciología, el cinturón de la Biblia, la caza de brujas, Vietnam, la guerra de Irak, el sistema de castas en los institutos, Las Vegas de día, el (denigrante) sistema sanitario, el puritanismo y la teta de Janet Jackson, Hollywood Boulevard (por decadente), Beverly Hills y Rodeo Drive (por horteras), la obligación de tener coche, el complejo de ser el centro del mundo, la necesidad de salvar al mundo, las hipotecas subprime, el capitalismo feroz, el absurdo sueño americano...



Las Vegas de día, Tom Cruise (el nuevo redentor) y la teta de la Jackson.

Lo mejor:
Nueva York, el Metropolitan Museum, el buen rollito del barrio de Mission, en San Francisco, Woody Allen, las comedias románticas (con y sin Meg Ryan), las pelis de institutos, los Starbucks, los muffins de arándanos, los onion bagels con cream cheese, el sol de Los Ángeles, las rutas vinícolas por Napa Valley, Yosemite, Steven Spielberg, Doctor en Alaska, Buffy Cazavampiros, Expediente X, Cantando bajo la lluvia, el Walgreen's abierto 24 horas, GAP, la Entertainment Weekly, el dólar devaluado, la atención al cliente en la hostelería, David Leavitt, la Streisand, Rosa María Molló, corresponsal de TVE en USA, la inocencia americana frente al "estar de vuelta de todo" europeo...
...y, por supuesto, Obama.



Yosemite, un bagel (yummy!), Doctor en Alaska y Rosa Mª Molló.

Barack le ha devuelto el optimismo al mundo


Miren qué portada. Emocionante, ¿no?

martes, 4 de noviembre de 2008

La realidad es un rollo (y además no es real)



Fui a ver La boda de Rachel aconsejado por Kubelick, que sabe que me pirran las películas familiares y de sentimientos con unidad de espacio y tiempo, del estilo de A casa por vacaciones o Los amigos de Peter. Pero no me avisó del tono soporífero que Jonathan Demme se ha marcado con esta su última cinta. Me explico. La peli destripa sentimientos de la manera en que me suele gustar. Sostiene la (manida pero que a mi me encanta) tesis de que la familia saca lo mejor y lo peor de uno. Trae de vuelta a Debra Winger, cuya aparición en la peli te deja mudo. Y la actuación de Anne Hathaway es genial. Pero para de contar.

El resto, además de mareante, es un rollo mortal. A Jonathan Demme parece que ahora le gusta el documental, pero de ahí a tragarte todo un ensayo de boda y la consiguiente boda familiar cámara en mano y sin que pase nada, hay un paso. Señor Demme, yo no me trago ni la boda de mi prima, conque más la de estos pijos de Conneticut a los que les hace falta urgentemente una lobotomía.

El primer fallo de la película es ése precisamente, el alargamiento del metraje cuando lo que se cuenta, el meollo dramático, da para una hora escasa. Así, el espectador se pasa toda la peli esperando a que la trama de verdad, en medio de tanta paja, avance algo. Y está bien que Demme requiera de un espectador activo, que a modo de espectador real vaya hilando la verdadera historia tras la parafernalia mareante de la cámara en mano. Pero cuando los hilos que se han de hilvanar aparecen cada media hora, pasamos de un espectador activo a un espectador aburrido. A destacar, sobre todo, los doscientos cincuenta mil brindis en la cena de ensayo y las trescientas ochenta mil actuaciones, a cada cual más friki, tras el banquete de bodas, que además van justo antes del desenlace, y hacen que el final de la peli se eternice.

El otro fallo de la cinta está en el meollo dramático en sí. Este fallo es más discutible, pero para mí ha sido esencial. Este tipo de pelis trata de analizar las relaciones humanas, en este caso las familiares. Y nos suelen servir de espejo, porque tanto nosotros como nuestras familias nos vemos reflejados. Me encantan esas pelis, en las que se ve cómo en el fondo todos somos unos disfuncionales, con nuestras miserias y nuestras grandezas. Pero es que en el caso de esta peli la disfuncionalidad familiar se debe a algo en especial que no he de ser yo quien lo revele (por aquello de no fastidiar la peli). Y es justo ese algo lo que hace que la radiografía familiar y el retrato de la naturaleza humana ya no sea tan extensible. Estamos ante una historia muy particular (aunque no por ello menos legítima: ya digo que es tal vez mi culpa, por esperar un tratado sobre las relaciones familiares y encontrarme con un dramón de tomo y lomo con tintes de culebrón, lacrimógemo como él solo y disfrazado de cinéma vérité, todo ello aderezado con la labor de un cámara con serios problemas de parkinson).