Ya sabéis que tengo a Lope y a Calderón por autores denostados. No me suele gustar el teatro clásico español, por todo lo que tiene de facha y nacionalista. En los últimos años he visto los sucesivos montajes del Compañía Nacional de Teatro Clásico (Del rey abajo, ninguno, Las manos blancas no ofenden, Las bizarrías de Belisa, La estrella de Sevilla, etc.) y a pesar de la esquisitez de la puesta en escena y de la declamación de los actores, que es excelente, las historias me han rechinado siempre. Tanto en los dramas de honor como en las comedias de capa y espada, el absurdo triunfo del honor, por encima de tramas y personajes, me sacaba siempre de la historia y me hacía salir del teatro de mala leche.
En la última que he visto, ¿De cuándo acá nos vino?, de Lope, no me ha pasado lo mismo. Aunque el honor termine triunfando, en esta comedia la honra no llega a imponerse sobre las idas y venidas de un texto que raya en lo políticamente incorrecto, con unos protagonistas sin vergüenza alguna que aun así se salen con la suya; una madre que no duda en traicionar a su hija por un calentón, la sospecha del incesto que sobrevuela sobre los personajes sin que ninguno se preocupe verdaderamente, etc. Todo absurdo, muy absurdo. Pero también divertido. Nunca en Lope o Calderón me había encontrado con un planteamiento tan amoral, ni con una obra en la que al final no se trate de aprender la lección y pagar con honor el honor mancillado.
Y eso aunque el final de ¿De cuándo acá nos vino? también incluya arreglos maritales de última hora. Pero de los dos casamientos, sólo uno es absurdo, y rechina poco, pues el absurdo en esta obra está desde el principio. Algo que, tratándose de Lope, se le agradece, por original.
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