jueves, 31 de diciembre de 2009

IN FICTIO VERITAS

Abrumado estoy con una de las mejores series que me he echado a la cara en los últimos años. Acabo de finiquitar la segunda y última temporada de Roma y casi agradezco, por miedo de mi propia enajenación mental, que la serie no tenga más capítulos. Obsesionado estoy con unos personajes que no se van de mi cabeza: Atia, Octavio y Octavia; Servilia y Bruto; Cleopatra y Antonio; y por supuesto Tito Pullo y Lucio Voreno. Todos reales y la vez seres de ficción, porque parece que la desviación de la realidad no es baladí (tengo la wikipedia que arde), pero es justo ese morbo de lo factible, de lo que pudo ser, lo que me ha enganchado.

Hace años Pepa me dijo que no le gustaba la novela histórica, porque no podía creerse que nadie fuera capaz de meterse en la piel de personas reales que vivieron hace cientos, miles de años. Y es verdad, la ficción histórica es siempre más ficción que historia, pero creo que es precisamente ese elemento histórico, a priori desdeñable, lo que te agarra y no te suelta al leer a Terenci Moix o al ver esta grandiosa Roma de la HBO, y lo que me ha faltado cuando he leído El señor de los anillos o ese Juego de tronos que ahora mismo sigo con ardor, pero que no es lo mismo.

O sea, que la ficción se hace más nutritiva con la Historia (con mayúsculas). Pero, ¿y la Historia?, ¿depende también ésta de la ficción?


En Roma, todo comienza como una disección minuciosa de la civilización que debió ser hace 2000 años, huyendo de esa imagen de cartón piedra que durante décadas nos ha dado Hollywood. La antigua Roma a pie de calle, tal y como debió ser. Y por eso los primeros capítulos, superado el horror de la sangre (o quizá precisamente por el morbo), me engancharon. La segunda temporada, sin embargo, se ha desviado bastante de lo puramente histórico. Y lo gracioso es que precisamente por eso ha sido aún mejor que la primera temporada. La fuerza de los personajes creados, más que de los puramente históricos, era lo que mandaba ahora. La ficción arrasaba con todo y le usurpaba el poder a la propia Historia. Qué más da cómo fuera Atia de verdad, una vez insuflada su vida en la pantalla (impactante Polly Walker). Qué más da de quién fuera realmente hijo Cesarión, si ese giro se convierte en una de las mayores genialidades de la serie. Los anales, los vestigios, y todo el conocimiento enciclopédico poco podían hacer ante el poderío de esos personajes y esas tramas, y bien lo sabían los guionistas.


¿Es el triunfo de la ficción, entonces? Tampoco es eso. Es precisamente el poderío de ese Octavio espeluznante; de esa Atia a la que primero odias y luego amas; de ese Marco Antonio con maneras de mafioso siciliano; y de esos anónimos Voreno y Pullo, lo que vuelve a dar fuerza y forma a la Historia, más viva que en ningún libro o museo.

Ficción e Historia. Historia y Ficción. Afortunadamente, no hay quién las separe. Y la propia serie parece sentar cátedra de este axioma con el propio título del capítulo número 20: Una ficción necesaria. Como declaración de principios de los guionistas, no está nada mal...

(Las imágenes son promos de la HBO. Para más información sobre estas promos que alzan a los distintos personajes de la serie a verdaderos iconos pop, lean este interesante post de Bytheway)

1 comentario:

mir dijo...

I'm a "Rome" superfan too!! Es una lástima que los estudios del Cineccittà se quemaran y que la hbo se quedara sin recursos para continuarla (¿no serían suyas las cerillas?) porque "Roma" es una de las mejores series históricas. Puede que "Yo, Cladio" la supere en densidad, veracidad, información y dramatismo actoral pero "Roma" es una maravilla catódica.
Ahora emiten en EE.UU. (starz) otra serie de romanos: "Sangre y Arena". Es una erótica-sangrienta version de "Espartaco" (Kubrick). Un mazas neozelandés es su prota.
Habrá que darle una oportunidad. Aunque dudo que supere la gloria de los últimos días del Imperio.