sábado, 8 de marzo de 2008

Americana: dos hitos de un género

Hace tiempo leí en la revista Dirigido (en el número de marzo del 2007) un análisis de Tomás Fernández Valentí sobre el cine de Steven Spielberg y Clint Eastwood que incluía una especie de acercamiento al concepto de “Americana” como macro-género. Este macro-género comprendería cualquier manifestación cultural –no sólo cinematográfica– específicamente estadounidense y “a grandes rasgos englobaría aquellos films que reflejan aspectos de la cultura popular de los Estados Unidos como eje de un discurso en el que América (Norteamérica, se entiende) siempre es el tema de fondo”.

Más allá de los consagrados Eastwood y Spielberg, yo no sólo creo en este género, sino que además pienso que está más vivo que nunca. La nueva hornada de directores americanos le está dando un lustre a esto de retratar la América profunda que llega a apabullar. El Americana se retroalimenta continuamente, tanto si se trata de mostrarnos lo más crudo de la actual sociedad americana como si es para remover la mierda del pasado. El ejemplo: las dos cintas que he visto en la última semana.

La primera ha sido No Country For Old Men, una auténtica pasada que me tuvo en tensión la mayor parte del metraje, por culpa de ese cabrón de Javier Bardem con el que por primera vez, de verdad, me quito el sombrero. No me lo creí ni con calva y barriga falsas en Los lunes al sol ni postrado en la cama en Mar adentro. Pero ahora, con ese pelo imposible y esa cara impasible, me los tuvo bien cogidos toda la peli. No obstante, a lo que iba: los Coen se lo han vuelto a montar tan bien como con Fargo, o incluso mejor. Es mucha película, ésta. Con lo mejor de ese regusto a Americana en el que Bardem se ha movido como pez en el agua. Y repito que me creo mucho más a Barden en una gasolinera perdida del medio oeste que con el cojín bajo el jerséi en los astilleros de Vigo. Claro, nos podemos llenar la boca todo lo que queramos hablando de Fernando León, pero aunque muchos se resistan a reconocerlo, los Coen juegan en otra liga (y no, no es una cuestión de dinero).

Hoy, la segunda revelación ha venido de la mano de Paul Thomas Anderson, que otrora me enervara con Boogie Nights (por soporífera) y más tarde me dejó apabulladito con Magnolia. Y ahora ha sido esa maravilla llamada There Will Be Blood, el ejemplo supremo de que aún hay mucho que decir dentro del Americana (sobre todo mientras haya tanto que escarbar en la propia historia de los Estados Unidos). Y es que cuando los directores alternas de Hollywood tampoco se pueden resistir a este género, por algo será. A Anderson le ha salido bien, vaya que sí. Todo un películón de esos bigger than life, pero contado de otra manera, no sé si mejor o peor (eso el tiempo lo dirá) pero lo que está claro es que a día de hoy resulta de lo más estimulante.

Vean ambas pelis. Se las recomiendo en pareja porque creo que en cierto modo son complementarias, tanto por lo que cuentan como por ser abanderadas de ese nuevo influjo vital del Americana. Y después métanse todo lo que quieran con los yanquis, pero qué haríamos sin ese cine, como éste, que sólo ellos saben hacer tan bien.

No hay comentarios: