sábado, 10 de octubre de 2009

Ágora: pequeña gran película



Viendo Ágora he tenido la sensación de estar viendo una peli muy pequeñita y una peli muy grande a la vez.

Pequeñita por sutil e íntima, por saber dar en el detalle, por tocar la fibra sensible en cada plano sin necesidad de ser repetitivo. Pequeña también por diferente, porque aunque en apariencia se presente como un peplum de gran presupuesto, en realidad los planteamientos y el resultado no se pueden alejar más de lo hasta ahora establecido en el género.

Grande por su ritmo, porque Alejandro Amenábar sabe colocar la cámara como pocos directores de hoy. Por esos planos extraños y a la vez elegantes, magistrales sin caer en la grandilocuencia vacua. Grande por Rachel Weisz. Su mera presencia hace que te emocione plano a plano. Su mirada, su boca, su blanca piel, sus brazos torneados y ese pie que Davus, el esclavo, se atreve a tocar mientras ella duerme, en una de las escenas más alucinantes de toda la cinta.

1 comentario:

Un tostón dijo...

Pues a mí me parece un tostón infumable. El guión no se tiene en pie, a los veinte minutos ya uno resopla. Los personajes son de lo más repipi (sobre todo ella y el esclavo). ¿El planteamiento iba de innovador? Pues no puede ser más banal. Y al final acaba uno deseando que termine como termina. Total, un rollazo de principio a fin por mucho que trate de la libertad y el pensamiento y la tolerancia. Con eso no basta.