viernes, 2 de octubre de 2009
La isla bajo el mar (quedarse con las ganas)
La isla bajo el mar tarda en coger fuerza. No es hasta el ecuador de la novela que Isabel Allende le insufla verdadera fuerza a la historia, esa fuerza a la altura de la de sus mejores libros. La historia se llega a poner tan interesante que cuando la Allende le pone el punto y final, te parece apresurado.
Tal vez el problema sea que Isabel Allende ha pretendido escribir un alegato contra la esclavitud, y que sin embargo la cosa ha devenido, de nuevo, una saga familiar en toda regla. La primera parte de la novela, la del alegato, es más que correcta. La segunda parte, cuando empiezan los verdaderos encuentros y desencuentros, las coincidencias y los avatares del destino, ya tan míticamente allendianos, la cosa se vuelve sublime. Y de pronto, zas, el final.
¿O será que ya tiene preparada una segunda parte? De ser así, este final estaría justificado, pero creo que sólo en parte. De qué sirve quedarse con las ganas si después de un año, dos, o tres, de espera, ya ni te acuerdas de eso, de que te quedaste con las ganas.
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