martes, 20 de octubre de 2009

Lo hortera y lo sublime



Ahora que parece que va sacar nuevo disco, no está de más reinvindicar a un cantante hortera para muchos, pero que se lo ha currado como ningún otro, y que no por hortera deja de ser sublime y un pedazo de artista, parido en nuestro país y en nuestra televisión pública (en uno de sus pocos momentos de lucidez, todo hay que decirlo, y me refiero a OT). Hablo de David Bisbal, cantante que acudió varias veces al programa de TV en el que yo trabajaba, para actuar y llenar como pocos el escenario del programa, y para aguantar el tipo en entrevistas que rayaron en lo surrealista, dando siempre la talla de un artista de gran calado, sin perder el humor y sin dejar de ser de los más cercanos que yo conocí (y fueron bastantes).

Recuerdo que mi amiga Kubelick reivindicaba la canción Lloraré las penas, de su primer disco, como unos de los mejores productos que se habían creado en la música española de los últimos tiempos. Hortera, claro. Pero como bien decía ella, un producto perfecto si se juzgaba dentro de sus propios parámetros. A mí, sin embargo, y pasando por alto el Dígale (baladón sublime donde los haya), me gustó más el segundo disco de Bisbal. La fórmula estaba mucho más depurada, pero aún conservaba ese soplo de aire fresco del primero. La gira, por ejemplo, fue apoteósica: el concierto al que yo fui, invitado, en Las Ventas, fue choni y delirante hasta la extenuación. No sucedió así en el tercer disco, en el que se nos quiso presentar a un Bisbal mucho más urbano y alternativo, reinventado por Jaume de Laiguana (el del No es lo mismo de Alejandro Sanz), e intentando dejar atrás el rollo de verbena de feria que lo hacía tan auténtico.

De aquel segundo disco, Bulería, me quedo con ese Oye el Boom, segundo single hortera y sublime a partes iguales, con un videoclip descacharrante, pero genial como se han hechos pocos en la industria discográfica española. En esta canción, y en este videoclip, está la mezcla perfecta entre un Bisbal más estilizado y el otro de los gorgoritos flamencoides y las patadas al aire; el de siempre, el más nuestro y el que nunca debió dejar atrás. Porque era eso lo que hacía que no fuera un cantante latino más. Los gorgoritos, el flamenqueo, las patadas al aire (y los rizos) eran una horterada, vale, pero cuando en el tercer disco dejó atrás todo eso (rizos incluidos), perdió la fuerza y también la voz (porque por lo que parece en la tercera gira las pasó canutas con la afonía), y dejó de ser Bisbal. Recuerdo un concierto al que fui de esa tercera gira, la gira Premonición. Al problema de la voz se sumaba la ausencia de bailarinas, y la de los instrumentos de viento en una banda en la que dieron más importancia a las guitarras eléctricas, con proyecciones en las pantallas que parecían de museo de arte contemporáneo. ¿Roquero y urbano? Vamos, por favor, eso no es David Bisbal.

Ahora parece que vuelve con sus rizos, aunque no sé si habrá recuperado la fuerza del principio. ¿Volverá Sansón a sus andadas, horteras y sublimes a partes iguales? Mientras, yo me quedo con ese boom boom boom que hasta tuvo su versión en japonés. Qué delirio...



Lo hortera y lo sublime, en un solo videoclip (tan, tan arriquitáun!!)



Y la versión japonesa, de la mano de un señor llamado Hiromi Go, que por lo visto arrasa en el país del sol naciente (¡no se pierdan el bin bin bin de la segunda parte del estribillo!)

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