Los ménage à trois me han gustado desde siempre. Pero no me refiero a la vida real. Todo empezó con la peli Threesome, y desde entonces cada vez que sé de una peli o de un libro que trata de tríos, allá voy. Me falta, eso sí, Jules et Jim, que parece ser como la semilla original de todo lo que se ha escrito y se ha dirigido después sobre el tema.
Lo último ha sido Castillos de Cartón, de Almudena Grandes, de la que hasta ahora no había leído nada. El libro al principio no me ha gustado, porque el tipo de prosa me parecía demasiado poco sutil, había demasiada disección de los sentimientos. Y eso que dentro del libro estaban todos los ingredientes que yo a priori necesitaba: tres universitarios que se montan su propio mundo a espaldas del mundo real; sexo, arte, drogas, y sentimientos encontrados; peleas y reconciliaciones; verdades a medias, mentiras veladas. Pero todo estaba demasiado bien explicado. Todo estaba anticipado y masticadito, sin permitir al lector darse siquiera el gusto de la sospecha, de conocer a los personajes sin la mediación de un narrador (narradora en este caso, la protagonista), demasiado presente. No sé, la primera persona está, hoy en día, sobrevalorada. Creo que una narración en tercera persona, no ya omnisciente sino sesgada, habría dado más juego. Pero parece que la tercera persona hoy en día sólo vale para bestsellers y novelas de misterio. Las obras con pretensiones, las que reflejan lo más oscuro de la naturaleza humana, tienen que ser en primera persona. No entiendo ese axioma tácito, pero es así.
Sin embargo, el desenlace de la historia estaba muy bien hilvanado, y al final la novela me ha convencido más. Y ha caído en dos días, pues apenas eran 200 páginas. Pero aun así me pregunto: ¿por qué algunos libros que no me apasionan me cuestan mucho menos trabajo que otros que sí me remueven mucho más por dentro?
sábado, 10 de octubre de 2009
Tres son... ¿multitud? / El desprestigio del narrador en tercera persona
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