sábado, 19 de diciembre de 2009

Cruel Roma / Raíces complicadas


Llevo sólo tres capítulos de Roma, pero ya veo que la serie es una pasada. Los títulos de crédito, por ejemplo, que juegan con los famosos graffiti de las calle romanas, son alucinantes. Y además he agradecido ese tono de realismo tan opuesto al del peplum clásico, como en esa Cleopatra crepuscular de Mankiewicz. Pero la serie me ha hecho darme cuenta de algo que ya pensaba hace tiempo y que suele ir en contra de la manida tesis de que toda nuestra forma de pensar y de sentir en Occidente tiene sus raíces en el mundo grecorromano.

Esa tesis valdrá para la literatura, para la arquitectura y el arte, para la alta filosofía y para todo tipo de pensamiento abstracto. Pero si ahora mismo nos soltaran a cualquiera de nosotros en la Roma del siglo I antes de Cristo, huiríamos horrorizados. El desprecio al individuo, a la vida humana, la ausencia total de un pensamiento solidario. Por mucho que queramos ver en ellos la raíz de nuestra forma de ser, la moral de los romanos nos parecería un despropósito horripilante. Y eso en la serie se ve muy bien. Resulta muy pero que muy difícil identificarse con la forma de pensar y de actuar no ya de Julio César, Marco Antonio o Pompeyo, sino también de los romanitos de a pie Tito Pullo y Lucio Voreno. Con éstos la reconciliación es más fácil, pero es siempre eso, reconciliación; nunca identificación directa.

Llevamos unos cuantos siglos denostando el cristianismo, pero si nos ponemos a pensar de verdad y somos justos, yo creo que en nuestro día a día somos más hijos del pensamiento cristiano que del mundo grecolatino. Dos mil años que no han sido en balde, que han tenido muchas luces y muchísimas sombras, y de los que el hombre se ha intentando desligar en mayor o menos medida desde el Renacimiento. Y a "dios" gracias, porque si no, seguiríamos sumidos en un oscurantismo infernal. Pero pensar que en estos cinco siglos nos hemos conseguido desligar del todo sería pecar de inocentes. Y después de ver a los romanos de la serie de HBO pienso que casi mejor. Ateos, agnósticos y hasta los más recalcitrantes practicantes, todos somos hijos de una forma de pensar y de construir el mundo a nuestro alrededor que ha dado lugar al humanismo, al sentimiento solidario y a los derechos humanos. Hans Küng dice en Ser cristiano que el cristianismo ha perdido razón de ser frente a los humanismos "seculares". Es verdad, hoy la solidaridad y el respeto a los derechos humanos no son, afortunadamente, exclusivos de los seguidores de Cristo. Pero sí está claro que los humanismos seculares son hijos de ese pensamiento judeocristiano, aunque muchos nacieran para desligarse de él y hasta enfrentársele.

Y diréis: ¿qué derechos humanos, si al final nadie los respeta? Y diréis: menuda hipocresía, la del Occidente actual; los romanos por lo menos no se traían a engaño. Y tal vez sea verdad, pero yo sólo hablo de unos parámetros de actuación que están ahí, y en los que el hombre actual se refugia en su día a día. Unos parámetros que en la serie Roma, repleta de ultrajes, violaciones y crueles sangrías, sencillamente no hay. Y al ver todo eso yo, como milenario hijo del cristianismo, puedo sentirme descolocado y hasta excitado por el morbo, pero en el fondo pienso: si estuviera ahí, no sabría dónde meterme ni a qué aferrarme.

2 comentarios:

Pepa dijo...

Abandonaré la campiña inglesa por un tiempo (Series BBC, Austen, Baskell, Hardy...) y me ahogaré con el mundo de colorines romano vía HBO. Ya te contaré

Rodolfo Plata dijo...

Es una soberana mentira que los valores del humanismo secular sean frutos del judeo cristianismo, si bien es cierta la crueldad romana, la crueldad judía deja chica a la romana Vg: El exterminio bíblico de los siete pueblos cananeos, el sangriento genocidio del pueblo ruso durante la revolución bolchevique que derrocó al Zar; el genocidio por hambre del pueblo ucraniano ordenado por Stalin; el genocidio del pueblo alemán perpetrado por los bombarderos aliados al final de la SGM, arrasando desde sus cimientos todas las ciudades, casas y edificios, y ametrallando a los que intentaban escapar; el genocidio por hambre contra niños mujeres y ancianos alemanes en los campos de concentración aliados; el genocidio del pueblo alemán perpetrado por los bolcheviques judíos en los campos de exterminio ubicados en el Este de Europa; el actual genocidio del pueblo iraqui y el pueblo palestino. Por ello fue que Cristo en su diatriba contra la hipocresía de los sacerdotes y escribas de la Sinagoga señaló como reos merecedores de pena eterna a los seguidores de la doctrina (ethos supremaciíta) y la conducta (pathos criminal y genocida serial) judía. [Mateo XXIII, 1 al 35],