martes, 9 de diciembre de 2008

¡Casi, casi!



De nuevo, igual que con la ya denostada Rachel getting married, el otro día me llamaron para decirme eh, tienes que ver esta peli, que es de las tuyas. Se trataba de Buscando un beso a medianoche, y sí, la cosa se presentaba apetecible. En principio es lo que llaman una talkie movie, esto es, una peli en la que los personajes se tiran hablando todo el metraje, sin importar demasiado el avance de la acción. Según los críticos, la peli bebe de Richard Linklater, y hasta su director es amigo del director de Antes del amanecer y Antes del atardecer, que para mí están entre las diez películas más bonitas que me he tragado y me tragaré en esta mi perra vida. Lo que les decía, apetecible. Además, la peli se presenta como un retrato de Los Ángeles, pero de un Los Ángeles desconocido, y eso también es un punto a favor. Más que apetecible, ¿verdad?

Pero una vez vista la peli, la realidad es bien diferente. Y no puedo decir que sea un pestiño porque mentiría. Sencillamente es que se queda corta. No está a la altura de las expectativas.

¿Por qué? Pues porque los personajes son majos, pero ya está. Los dialogos son graciosos, pero ya está. Las situaciones son casi reales, pero no terminan de serlo. Y el supuesto retrato alternativo de Los Ángeles está ahí, no voy a decir que no, pero me parece a mí que el alternativismo (¿existe esa palabra?) está más en el blanco y negro que en otra cosa. Un blanco y negro que además a mí me resultó pelín incómodo, sobre todo tratándose de una ciudad en la que yo mismo estuve este verano, y el mejor recuerdo que me dejó fue su luz, su sol que todo lo ilumina, y que tristemente, esta peli no capta.

Después he leído que la peli se grabó en dos escasas semanas y con apenas 25.000 dólares. O sea, que el mérito no se lo voy a quitar. Pero yo sigo a la busca de esa independent movie ideal, esa peli indie que más conecte conmigo y que cada vez me resulta más difícil encontrar. Así que, por favor, si insisto en ver americanadas como Crepúsculo o la de James Bond (a las que no consigo que nadie me acompañe a ver), no me lo echen en cara. Al menos con ésas sé a lo que voy, y no me quedo con esa extraña y desagradable sensación de casi que sí, pero no. Para mediocridades, las de la vida.

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