viernes, 12 de diciembre de 2008

La vida es sueño / Agrio popurrí a gritos



Busco las críticas en Internet y todos la ponen bien, pero a mí y a todos los que me acompañaron nos pareció un bodriete considerable. Hablo de La vida es sueño, el último montaje que por lo visto ha de alojar el teatro Albéniz de Madrid, antes de que se convierta en cortinglés o lo que sea.

Hablando de la obra en cuestión, los que piensen que la odié por todo lo que otrora dije de Calderón, que no se ensañen conmigo. Mi diletancia no alcanza tales cotas: La vida es sueño siempre me ha parecido una obra que te cagas, con un comienzo impresionante ("hipógrifo violento!!!!") y unos monólogos de ponerte los pelos de punta. Un Calderón en estado de gracia, si bien esa gracia no le dio para evitar nuevamente uno de esos finales recalcitrantes en los que los agravios de honor se arreglan con el más auténtico absurdo. (Y ahora que lo pienso, Calderón podría considerarse un antecedente de Samuel Beckett: la forma de pensar de muchos de los personajes del autor del Siglo de Oro te dejan aún más patidifuso que los mismísimos Vladimir y Estragón).

Hablaba del impresionante comienzo de la obra. Pues bien, en este montaje no pudo haber sido peor. La actriz que hacía de Rosaura declamaba que era una pena. Y así lo hizo hasta el final, cuando su personaje vuelve a tener ese magnífico monólogo en el que descubre a Segismundo que de sueño, nanái. Monólogo que también se carga, la muy ingrata. El resto de actores están desiguales. Chete Lera como Basilio ni pincha ni corta. Segismundo le ponía algo más de intención, aunque a mi gusto quizá demasiada. Todos resultaban gritones, y encima a muchos no se les escuchaba (¿se les estropearon los micros? ¿el teatro es demasiado grande? No, si al final va ser mejor que lo conviertan en cortinglés). El montaje, con unos momentos Star Wars, otros en plan Greystoke (¿recuerdan? la peli de Tarzán) y otros de un filogay que me despistó mucho muchísimo, no era lo peor. (También he leído por ahí de supuestos guiños a Matrix que de haber pillado yo, me habrían encantado, porque es verdad que Matrix no es más que una revisitación del clásico calderoniano, y la prueba de la vigencia de la obra.) Los movimientos en escena estaban llenos de forzadas dramatizaciones corporales, muy de escuela de teatro (de la Resad, claro). Y algunas soluciones, como la de Segismundo atravesando la cuarta pared, incluso me gustaron. Pero en mi mente aún estaba fresco el recuerdo de un montaje que vi hace el año pasado en la Reales Atarazanas de Sevilla, mucho menos transgresor pero en el que el lado místico de la historia estaba mucho más potenciado: recuerdo al rey Basilio como una especie de Dumbledore mustio y venido a menos, como el pobre hombre confundido y supersticioso que creo que en verdad retrata Calderón.

Al final, lo peor de todo fue la declamación de los actores. El verso es un duro reto y los grandes actores de la compañía de Teatro Clásico de Sevilla y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, entro otros, me habían hecho olvidarlo. Los de la compañía Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid, tristemente, me han puesto de bruces con la realidad. Pena...

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