miércoles, 30 de abril de 2008
Superstar
martes, 29 de abril de 2008
Juglar
Hacia 1927 García Lorca debe su fama a un libro que no conoce la imprenta, pero mucha gente ha oído recitar. "El nombre de García Lorca comenzó a conocerse en los lugares más apartados de España. Traspasó las fronteras. Cruzó los mares. Se fue conociendo en veinte pueblos de nuestra América. Llegó a países de lenguas extrañas. Un noruego ensayaba a traducirle; el inglés Trend le consagraba un largo capítulo de uno de los mejores libros que debemos al hispanismo actual. Sin embargo, en todo este tiempo Lorca no había publicado nada. Era un poeta que vivía de la tradición oral. Se le conocía de esta suerte como si su poesía fuese la de un juglar. Federico García Lorca revivía con el más claro ejemplo la juglaría española. Era un juglar de la más fuerte y alta Edad Media".
domingo, 27 de abril de 2008
V
Vuelve V, un mito infantil para todos los de nuestra generación. ¿Superará la serie la prueba del tiempo?
viernes, 25 de abril de 2008
La voz de la Blanchett
A quién más ganas tengo de ver en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es a Cate Blanchett. Será Irina Spalko, la villana de la función, una agente rusa que según la revista Imágenes "entablará con Indiana la típica relación amor-odio habitual en el personaje". Vamos, que la cosa va a tener chicha.
La Blanchett es una actriz espectacular, con presencia, que se mete en cualquier personaje y en cualquier película. Me acuerdo de ella en El talento de Mr. Ripley y en Diario de un escándalo, pero también en El señor de los anillos. Sin su voz en off, el prólogo de la primera parte no habría sido lo mismo. Te estremeces cuando, sobre una pantalla en negro, dice aquello de "I amar prester aen (The world has changed). Han mathon ne nen (I feel it in the water), Han mathon ne chae (I feel it in the earth), A han noston ne wilith (I smell it in the air). Much that once was is lost. For none now live who remember it."
martes, 22 de abril de 2008
Antes no me gustaba Isabel Coixet...
...pero Elegy me ha encantado. Y me ha encandilado (oh, sorpresa) Penélope Cruz. Nunca en ella he visto más verdad que en esta película. Qué ironía, que haya sido en inglés. También me ha hecho gracia reencontrarme con el personaje de David Kepesh (el mismo de El profesor del deseo) asumiendo tan mal la vejez, comportándose como un niño chico y rozando el patetismo (dios me libre de llegar así de infantil a mi propia vejez). He leído por ahí que Isabel Coixet sigue paso a paso el libro original de Philip Roth (El animal moribundo) menos en el final. Yo no he leído el libro, pero por lo poco que he leído de Roth, intuyo que este final que se monta la Coixet es una lección de humanidad frente al cisnismo omnidestructor de Roth. Mira por donde, la Coixet, que tan poco soporté en Cosas que nunca te dije o en Mi vida sin mí, me empieza a caer bien.
domingo, 20 de abril de 2008
En busca de la comedia romántica perfecta
Acabo de ver 8 citas, y no es que sea perfecta, pero para ser cine español me ha gustado bastante y por momentos hasta me ha tocado la fibra sensible. Es una especie de Love actually a la española, y eso sin desmerecer. Si os gustan las comedias románticas, id a verla.
Desde que a los quince añitos descubrí Cuando Harry encontró a Sally, toda mi vida ha sido una continua búsqueda de la comedia romántica perfecta, y sí, ya sé que hay mucha morralla en el género, pero qué queréis, a mí me gusta, y creo siempre preferiré una mala comedia romántica a una buena peli bélica, por poner un ejemplo. Pero que quede claro que eso no significa que en cuanto veo un beso en la pantalla se me anule el sentido crítico. Precisamente mi amor al género hace que me saquen de quicio esas cintas que tan poco respetan el género.
Bueno, ahí va una listita de pastelones que toda persona mínimamente sensible y sin complejos intelectualoides debería ver:
Cuando Harry encontró a Sally. Esencial. Muchos dirán que Woody Allen contó la misma historia, y mejor, en Manhattan o Annie Hall. Puede ser verdad, pero las de Allen tienen una carga intelectual que ya no las haría encajar tan bien en esta lista pasteloide.
Historias de Philadelphia. La comedia romántica primitiva. Hay que verla para después poder juzgar si las comedias románticas actuales son de verdad originales o no.
Desayuno con diamantes. Si estás harto de ver a la Hepburn colgada en las tiendas más trendies y las casas de tus amigos más modernos, ríndete y mira de una santa vez esta peli, que está genial: una comedia romántica en estado puro con glamour sesentero. ¡Y eso que según dicen en la novela de Capote la prota era puta! En la peli, claro, esto se dulcificó, y la crítica social es mucho más sutil (si no, no hubiera sido una comedia romántica como dios manda).
Algo para recordar. Muy bonita, pero le falta la profundidad que tenía Cuando Harry encontró a Sally. Yo la tenía en vídeo y siempre echaba para adelante las escenas de Tom Hanks y me quedaba con Meg Ryan, que por entonces era mi debilidad. Sus escenas con Rosie O’Donnell eran descacharrantes.
Olvidate de París. Billy Cristal tuvo aquí la feliz idea de plasmar lo que ocurre en todas esas historias de amor después del fundido a negro final. ¿Qué hay después del happily ever after? Esta peli con Debrah Winger se convierte en la anticomedia romántica, y no es que sea excesivamente destroyer, pero tiene algún que otro punto subversivo muy bueno.
French Kiss. Lawrence Kasdan es experto en construir buenos guiones, y por eso esta peli es tan buena, porque el guión maneja genialmente todos los ingredientes típicos de la comedia romántica para lucimiento de Kevin Kline y Meg Ryan, que después de esto, no ha hecho nada destacable (si acaso Kate & Leopold, pero para que ésta te guste tienes que tener, como yo, verdadera debilidad por las comedias románticas).
La boda de mi mejor amigo. Esta peli es genial porque oscila durante todo el metraje entre la comedia romántica tradicional y la película independiente, y aunque no lo parezca, al final gana la segunda. El duelo entre una consagrada Julia Roberts y una aspirante Cameron Díaz es mitológico (en la escena del ascensor, en que la rubia se come a la pelirroja). El momento del restaurante en el que todo el reparto canta I Say A Little Prayer es puro surrealismo, aunque ahora no nos parezca original. No hay que olvidar que fue esta peli la que inició esa moda según la cual toda comedia romántica debe tener por fuerza un número musical.
Sólo los tontos se enamoran. Qué mala, diréis. Tal vez. Yo sólo recuerdo que allá por 1997 o 98, mientras esperaba con mis palomitas tras la puerta de la sala del cine de Sevilla, el corazón me latía a toda prisa. Estaba deseando verla, seguro de que iba a disfrutar como un enano. Y lo peor de todo es que, una vez vista, no me decepcionó. Después me la topado alguna vez en la tele y me la he vuelto a tragar hipnotizado.
Mientras dormías. No es Nueva York, es Chicago (the windy city) que en Navidad tampoco está nada mal para montarse esta peli de tono melancólico con toques naranja y azulados y una parejita (Sandra Bullock y Bill Pullman) que son para comérselos.
Frankie y Johnny. Es una comedia romántica, pero también un tratado precioso sobre la soledad en la gran ciudad. Recuerdo el plano del edificio por fuera y la cámara metiéndose por la ventana en la casa de la Pfeiffer, sola con su gato, tomándose la cena descongelada frente a la tele.
Mucho más que amigos. Para algunos, un bodrio. A mí me encanta. No sé si es porque es muy de mi generación, con esas relaciones posmodernas de nueva hornada que tan bien retrata el epílogo de la peli.
Splash. Amor, humor y escamas: las de la cola de Daryl Hannah (espectacular en la bañera).
Cuatro bodas y un funeral. Me gusta, aunque debo reconocer que no al nivel del resto de la gente, que suele adorarla. Será el toque inglés, que me descoloca. Mis detractores dirán que no la sé apreciar porque no sale Meg Ryan ni se ve el Empire State. Puede que sea verdad.
Love actually. Más romanticismo con sabor british. La escena de los cartelitos es muy mona.
Mejor imposible. Esta peli tiene momentos descacharrantes y el engranaje cómico / romántico funciona a la perfección. Lo único, el final: no me termino de creer a Helen Hunt enamorada tan rápidamente del maniaco de Nicholson.
Armas de mujer. Ese ferry de Staten Island es para mí mítico. Las calles de Nueva York, los años 80, los yuppies… todo es esta peli forma parte ya de mi imaginario más íntimo y particular.
El amor tiene dos caras. La Streisand se lo monta muy pero que muy bien. Ver esta peli es como ver un clásico de los años 40 o 50, hasta que a la mitad del metraje Barbra se cambia el look y se pone petarda. Pero aun así sigue siendo muy divertida.
Sólo tú. No es que me fascine, pero la meto en la lista porque creo que la he visto casi tantas veces como cualquiera de las otras. No sé por qué, pero hubo una época en que la ponían siempre en los autobuses y en los trenes en que viajaba. No tuve ningún problema en tragármela cada una de esas veces.
Encantada. Lo último de la Disney en acción real va de subvertir los roles tradicionales de las pelis de princesas. Y funciona. Pero creo que sobre todo funciona porque los ingredientes de las comedias románticas de toda la vida están aquí mezclados muy bien.
El amor es lo que tiene. Un amigo dijo de esta peli que es el Cuando Harry encontró a Sally de esta década. No sé si será una exageración, pero es verdad que la peli es buena. Lástima que se desinfle al final (afortunadamente, muy muy al final).
Novio de alquiler. Bastante floja, pero la pongo como ejemplo de que hasta con las malas como ésta he llegado a disfrutar y hasta emocionarme.
Cuando menos te lo esperas y The holiday. Estas dos últimas las pongo como ejemplo de que tengo criterio y no me dejo engañar tan fácilmente, aunque así lo parezca. Las dos cintas tienen una factura impecable, pero son más malas que pegar a un padre. La primera es mala porque nadie se cree que Diane Keaton se termine quedando con Jack Nicholson en vez de con Keanu Reeves. El mensaje no podía ser más conservador: si eres vieja, tienes que echarte un novio viejo. Menos mal que la realidad hizo justicia y emparejó a Keaton con Reeves. La segunda es tan mala que a pesar de contar con Kate Winslet y Jude Law, ni la terminé de ver. Soporífera.
domingo, 13 de abril de 2008
The Parade Ends
pues las cañerías ya no dan más,
por entre edificios que hay que esquivar,
pues se nos vienen encima,
por entre hoscos rostros que
nos escrutan y sentencian,
por entre establecimientos cerrados,
mercados cerrados,
cines cerrados,
parques cerrados,
cafeterías cerradas.
Exhibiendo a veces carteles
(justificaciones) ya polvorientos,
CERRADO POR REFORMAS,
CERRADO POR REPARACIÓN.
¿Qué tipo de reparación?
¿Cuándo termina dicha reparación,
dicha reforma?
¿Cuándo, por lo menos,
empezará?
Cerrado...cerrado...cerrado...
todo cerrado...
Llego, abro los innumerables candados,
subo corriendo la improvisada escalera.
Ahí está, ella, aguardándome.
La descubro, retiro la lona y contemplo
sus polvorientas y frías dimensiones.
Le quito el polvo y vuelvo a pasarle la mano.
Con pequeñas palmadas limpio
su lomo, su base, sus costados.
Me siento, desesperado, feliz,
a su lado, frente a ella,
paso las manos por su teclado, y,
rápidamente, todo se pone en marcha.
El ta ta, el tintineo, la música comienza,
poco a poco, ya más rápido
ahora, a toda velocidad.
Paredes, árboles, calles,
catedrales, rostros y playas,
celdas, miniceldas,
grandes celdas,
noche estrellada, pies
desnudos, pinares, nubes,
centenares, miles,
un millón de cotorras
taburetes y una enredadera.
Todo acude, todo llega,
todos vienen.
Los muros se ensanchan, el techo
desaparece y, naturalmente, flotas,
flotas, flotas arrancado, arrastrado,
elevado,
llevado, transportado, eternizado,
salvado, en aras, y,
por esa minúscula y
constante cadencia,
por esa música,
por ese ta ta incesante.
miércoles, 9 de abril de 2008
Por qué Shakespeare es Shakespeare
El Rey Lear fue escrita en 1605. Y casi da vértigo pensar que hace más de 400 años el bardo de Stratford ya lo había inventado todo, combinando culebrón y filosofía en una mezcla perfecta.
domingo, 6 de abril de 2008
Abajo el nihilismo
El artículo de la Lindo, aquí.
Sectas (y III): el Opus
En la web opuslibros hay un apartado dedicado a libros silenciados. Son libros que a duras penas se han publicado o que directamente nunca han visto la luz, porque la obra tiene unas garras muy poderosas. Pero la censura no es omnipotente y yo llegué a leerme uno de ellos. Me lo pasó una amiga que lo había encontrado en una librería de Pamplona. Se llamaba Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: Opus Dei y estaba escrito por una ex-numeraria, Ana Azanza. Al libro le faltaba un buen repaso en la corrección del estilo, estaba lleno de anacolutos y faltas de expresión, vamos, que no era una edición lo que se dice de lujo, sino que tenía más bien el sabor de lo clandestino, y yo, claro, me lo leí en tres días. La historia que cuenta esta tal Ana Azanza no tiene desperdicio. Con ella aprendí, entre muchas otras cosas, lo que es "pitar", la diferencia entre los numerarios, los supernumerarios y los agregados, y el verdadero uso del cilicio (que es muy sensacionalista, pero que en el fondo es de lo menos importante). El libro relata la odisea de estar sometida durante dos décadas a un auténtico terrorismo psicológico que deja en los numerarios secuelas mucho peores que las del llamativo cilicio, hasta el punto de que las numerarias terminan sus días drogadas con medicamentos suministrados por psiquiatras también de la obra. Es como una peli de esas de terror psicológico, con sus correspondientes apuntes humorísticos, como no: ¿saben por qué a las numerarias se les terminó permitiendo el uso de pantalones? Pues porque el gasto en medias rotas, de tanto arrodillarse para rezar, era ya una ruina. Sentido práctico ante todo.
Por lo visto el clásico de todos los libros del Opus Dei es Tras el umbral, de María del Carmen Tapia, que además es testimonio directo de alguien que vivió junto a Escrivá de Balaguer, pero ése no me lo he leído. Algún día caerá, cuando me vuelva apetecer la literatura de terror. Por si os interesa, se puede leer entero en la misma web.
Una amiga que venía de una familia opusina y que no se consideraba de la obra pero sí católica me hizo ver la que hasta ahora es la única cosa buena del Opus: la personal y estrecha relación que se tiene con Dios. Todo lo demás está podrido, pero es verdad que el catolicismo llegó al siglo XX con demasiados intermediarios entre el hombre y Dios (santos, vírgenes y demás), y que en eso puede radicar el éxito del Opus. Aunque también es verdad que luego el Opus se ha sacado de la manga a su propio santo, san Josemaría (los opusimos lo escriben así, todo junto, hábrase visto semejante horterada).
Lo que está claro es que los del opus se lo montan muy bien. Y no sólo me refiero a su inmaculada web oficial. Atención a este Antonio González, numerario, que se ha montado no un blog, sino dos, un perfil en facebook y otras páginas informativas (ésta y ésta) para que la gente envíe sus preguntas sobre el opus a través de youtube. La eterna pregunta, si el Opus Dei es una secta, está contestada con una clarividencia digna de un revelado de Dios. En resumidas cuentas, el derrotero es el siguiente: El opus es una prelatura. Como prelatura es parte de la iglesia católica. En la iglesia católica no se admiten sectas (y mucho menos se va a canonizar al fundador de una secta). Por lo tanto ¡el opus no es una secta! El silogismo es, cuanto menos, abrumador.
Sectas (II): Los mormones
Las visitas a nuestra casa duraron algo más de un año. Al final, el que hablaba español dejó de venir porque se volvió a Estados Unidos y el otro, que no había abierto la boca en todo el año, vino con un nuevo compañero. Pero el canal de comunicación se había cortado. Sentados en el sofá, no sabían qué decirnos. Volvieron dos o tres veces más en que mi madre les dio como siempre de merendar. Pero un día ya no se supo más de ellos. ¿Se rindieron? Tal vez. Pero dejaron huella, y desde entonces los mormones, en el fondo una secta igual de absurda y peligrosa que cualquier otra, me resultan de lo más entrañable.
En el próximo post hablaré del Opus. Ésos sí que no me resultan entrañables.