Los Fernández Lagar hablan del gran don de la familia como si la familia fuera, per se, algo bueno. Yo trabajo de profesor en una de las zonas más pobres y desestructuradas de Madrid, donde muchos padres no se preocupan de llevar a sus hijos al colegio, cuando no se trata más bien de problemas como la falta de alimentación o los malos tratos. A ver quién es el guapo que les dice a esos chavales que la familia es un gran don y que hay que agradecérselo a Dios. Un gran don será TU familia, no te jode. Tu pija familia opusina que vive en un chaleto con parcela, en la que los catorce hijos van a un colegio privado y la madre hace la compra en el supermercado de El Corte Inglés. Claro, menudo don. Y encima todavía tenéis el descaro de juntaros todos en Madrid porque los que no llevan vuestro estilo de vida os parecen una amenaza. Hay que tener valor y ser poco conscientes de la realidad que nos rodea.
El don de la familia, dicen. Que se lo metan por el culo, chaval.
domingo, 28 de diciembre de 2008
Cada uno en su burbuja
ABC de Sevilla del 28 de diciembre del 2008. Página 6, sección Enfoque. Bajo una foto de los preparativos de la misa de hoy en la Plaza de Colón de Madrid, se puede leer lo siguiente:
En defensa de la "mejor escuela de humanidad"
En una sociedad capaz de modificar el trazado de todo un AVE para no perturbar a una rara mariposa, resulta terriblemente paradójico que se pase de puntillas frente al sacrificio de 112.000 nonatos sólo en el último año; un verdadero «genocidio», según los obispos, al que habría que unir las constantes campañas en pro de la eutanasia y la imparable violencia doméstica. En su mensaje de Navidad, el Santo Padre advertía del desastre hacia el que nos encaminamos si el mundo se olvida de la solidaridad. Y no hay institución más solidaria que la familia, ni tampoco más abandonada que ésta, cuando no directamente atacada por la vía del matrimonio homosexual, el divorcio exprés o la imposibilidad de la conciliación laboral. Es contra esta asfixia por lo que, hoy domingo (en la imagen, preparativos de la misa en la madrileña Plaza de Colón), millones de españoles serán llamados a «no permanecer impasibles» ante «los serios peligros» que sufre el principal pilar de la sociedad.
Más adelante, en la sección Religión (sic.), página 58, nos encontramos con que Los obispos denuncian "la asfixia" que sufre la familia, y se destaca que "los graves acosos que sufre la familia son el matrimonio homosexual, el divorcio exprés, la falta de conciliación entre la vida familiar y laboral, la crisis económica, la baja tasa de natalidad y la violencia de género.". Menuda mezcla.
Junto a esta noticia, el retrato de la familia Fernández Lagar (mírenlos qué monos, en la foto), que han viajado desde Oviedo expresamente para la misa y para "agradecer el gran don de la familia".
***
Para desintoxicarme un poquito, pillo El País. Y lo primero que me encuentro es la portada de El País Semanal: Tendencias 2009. Ideas, objetos y personas para un año incierto.
Y sobre una foto ultra fashion que raya en el decadentismo más vergonzante, en el que una modelo de 40 kilos aparece tumbada en un sofá deciochesco (de esos que todos tenemos en nuestras casas, vaya), se lee: ¿Puede ser el sofá un elemento clave en tiempos de crisis?
***
En esas estamos. Y me parece a mí que ahora mismo en España la dos únicas opciones viables son o ser opusino y tener dieciséis hijos, o ser un pijo alternativo y recalcitrante, de esos intensos con gafas de pasta, pendientes sólo de la última onda.
En defensa de la "mejor escuela de humanidad"
En una sociedad capaz de modificar el trazado de todo un AVE para no perturbar a una rara mariposa, resulta terriblemente paradójico que se pase de puntillas frente al sacrificio de 112.000 nonatos sólo en el último año; un verdadero «genocidio», según los obispos, al que habría que unir las constantes campañas en pro de la eutanasia y la imparable violencia doméstica. En su mensaje de Navidad, el Santo Padre advertía del desastre hacia el que nos encaminamos si el mundo se olvida de la solidaridad. Y no hay institución más solidaria que la familia, ni tampoco más abandonada que ésta, cuando no directamente atacada por la vía del matrimonio homosexual, el divorcio exprés o la imposibilidad de la conciliación laboral. Es contra esta asfixia por lo que, hoy domingo (en la imagen, preparativos de la misa en la madrileña Plaza de Colón), millones de españoles serán llamados a «no permanecer impasibles» ante «los serios peligros» que sufre el principal pilar de la sociedad.
Más adelante, en la sección Religión (sic.), página 58, nos encontramos con que Los obispos denuncian "la asfixia" que sufre la familia, y se destaca que "los graves acosos que sufre la familia son el matrimonio homosexual, el divorcio exprés, la falta de conciliación entre la vida familiar y laboral, la crisis económica, la baja tasa de natalidad y la violencia de género.". Menuda mezcla.
Junto a esta noticia, el retrato de la familia Fernández Lagar (mírenlos qué monos, en la foto), que han viajado desde Oviedo expresamente para la misa y para "agradecer el gran don de la familia".
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Para desintoxicarme un poquito, pillo El País. Y lo primero que me encuentro es la portada de El País Semanal: Tendencias 2009. Ideas, objetos y personas para un año incierto.
Y sobre una foto ultra fashion que raya en el decadentismo más vergonzante, en el que una modelo de 40 kilos aparece tumbada en un sofá deciochesco (de esos que todos tenemos en nuestras casas, vaya), se lee: ¿Puede ser el sofá un elemento clave en tiempos de crisis?
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En esas estamos. Y me parece a mí que ahora mismo en España la dos únicas opciones viables son o ser opusino y tener dieciséis hijos, o ser un pijo alternativo y recalcitrante, de esos intensos con gafas de pasta, pendientes sólo de la última onda.
viernes, 26 de diciembre de 2008
Contact / Una visión del laicismo
Contact es una peli que aparentemente versa sobre ciencia pero que en el fondo va sobre los actos de fe. La eterna dialéctica, ¿verdad? La primera vez que vi esta peli fue allá por 1997 (su año de estreno) en un cine de Sevilla. Previamente ya me había leído la novela de Carl Sagan, que me pareció una pasada. La peli, si bien simplificaba la trama y optaba quizá por un mensaje más simplista, también me encantó: al día siguiente la volví a ver en el mismo cine. Y en estos años la he vuelto a ver muchas veces más, como esta tarde.
En la peli se plantea algo que tiene que ver con la idea que yo tengo del laicismo. Desde una postura científica, negar el hecho religioso es muy fácil. Además, los ateos suelen (solemos) situarse en una posición moral superior con respecto a la de los creyentes. Normal, es como cuando nos compadecemos del miembro de una secta. Pero claro, como bien se dice en la peli, el 95% por cierto de la población mundial cree de alguna forma u otra en la existencia de un ser superior. ¿Se puede eso minusvalorar? ¿Podemos decir a la ligera que ese 95% está equivocado?
Lo que está claro es que el hecho religioso, la necesidad de trascender a lo meramente físico, ha estado en el hombre desde sus inicios. Negarlo me parece una forma muy peligrosa de laicismo. Mejor será tratar de conocer todos esos hechos religiosos y aprender a convivir con ellos. Porque nos guste o no, son para bien y para mal parte de nosotros.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
La catarsis según Shakespeare
Hoy ha sido la primera vez en mi vida que he llorado en el teatro, así que no esperen una crítica racional o concienzuda, porque lo que que he experimentado esta noche en el teatro María Guerrero de Madrid pasará a los anales de mis experiencias estéticas y emocionales. Y ha sido con Hamlet, con una versión de Juan Diego Botto que en principio no prometía nada y que debo reconocer, tampoco es que haya apasionado a mis acompañantes. A mí, sin embargo, estando como estoy en horas bajas emocionales, me ha dejado K.O. La catarsis ha tenido que ser, como no, con Shakespeare.
A Shakespeare yo lo he descubierto en el teatro. No leyéndolo, o en el cine, con esas versiones tan resultonas que de sus obras ha hecho por ejemplo Kenneth Branagh. Fue el año pasado en el Valle Inclán de Lavapiés, con ese poderoso Rey Lear del Centro Dramático Nacional, que me dejó loco. Aquella fue la primera vez que sentí en el teatro lo mismo que he sentido en el cine con esas pelis que más te marcan. Antes había visto más obras de Shakespeare, pero hasta esta noche, con el Hamlet del Botto este que tan bien se lo ha montado, no he tenido esa sensación de estar DENTRO de la historia, como en las mejores novelas, como en las mejores pelis. Que eso me pase con una obra de teatro es muy difícil. Sólo Shakespeare lo ha conseguido, hasta ahora.
Porque el mérito de este montaje de Juan Diego Botto no está tanto en el montaje en sí mismo, que ha sido muy sencillito, sino en haber sabido dejar hacer al propio Shakespeare y a su propio texto. Y donde se ponga Shakespeare, no hay ni lopes ni calderones que valgan. Y no lo voy a comparar con Lorca porque ahí ya no hay parangón y además sería de mal gusto, pero es que en Shakespeare está todo. TODO. El Hamlet destila fuerza dramática desde el minuto uno, las primeras palabras del príncipe ya te atrapan y la obra no te suelta hasta el final.
Por supuesto, se le pueden poner pegas al montaje. Lo que pasa es que no quiero. Quede dicho que entre actores desiguales yo me quedo con un sorprendente Juan Diego Botto que se ha enfrentado a Hamlet tal como yo entiendo al personaje. Y no se trata de que su actuación fuera magistral, en el sentido más aparatoso de la palabra. No. Estaba cercano, sin falsas trascendencias ni grandilocuencias. Juan Diego Botto ya no es el niño pijo de Historias del Kronen o Martín Hache. Es ya un tío hecho y derecho que afortunadamente aún rezuma juventud e inocencia y todo eso se lo da a un Hamlet hermoso, perverso, loco, rencoroso, atormentado y todo lo que tiene que ser Hamlet, pero sin caer en el histrionismo en ningún momento. Cuando le gruñía a Ofelia y le ha dicho varias veces aquello de "vete a un convento", se me ponía la piel de gallina.
Mérito de Botto, como director, es también el tremento final con la voz en off, hipercinematográfico en el mejor sentido de la palabra. Un final en el que he llorado como sólo había hecho hasta ahora en el cine. Y oye, sí, estaré más sensible, pero es que una vez más, Shakespeare tenía que ser el que apuntara directo al corazón.
A Shakespeare yo lo he descubierto en el teatro. No leyéndolo, o en el cine, con esas versiones tan resultonas que de sus obras ha hecho por ejemplo Kenneth Branagh. Fue el año pasado en el Valle Inclán de Lavapiés, con ese poderoso Rey Lear del Centro Dramático Nacional, que me dejó loco. Aquella fue la primera vez que sentí en el teatro lo mismo que he sentido en el cine con esas pelis que más te marcan. Antes había visto más obras de Shakespeare, pero hasta esta noche, con el Hamlet del Botto este que tan bien se lo ha montado, no he tenido esa sensación de estar DENTRO de la historia, como en las mejores novelas, como en las mejores pelis. Que eso me pase con una obra de teatro es muy difícil. Sólo Shakespeare lo ha conseguido, hasta ahora.
Porque el mérito de este montaje de Juan Diego Botto no está tanto en el montaje en sí mismo, que ha sido muy sencillito, sino en haber sabido dejar hacer al propio Shakespeare y a su propio texto. Y donde se ponga Shakespeare, no hay ni lopes ni calderones que valgan. Y no lo voy a comparar con Lorca porque ahí ya no hay parangón y además sería de mal gusto, pero es que en Shakespeare está todo. TODO. El Hamlet destila fuerza dramática desde el minuto uno, las primeras palabras del príncipe ya te atrapan y la obra no te suelta hasta el final.
Por supuesto, se le pueden poner pegas al montaje. Lo que pasa es que no quiero. Quede dicho que entre actores desiguales yo me quedo con un sorprendente Juan Diego Botto que se ha enfrentado a Hamlet tal como yo entiendo al personaje. Y no se trata de que su actuación fuera magistral, en el sentido más aparatoso de la palabra. No. Estaba cercano, sin falsas trascendencias ni grandilocuencias. Juan Diego Botto ya no es el niño pijo de Historias del Kronen o Martín Hache. Es ya un tío hecho y derecho que afortunadamente aún rezuma juventud e inocencia y todo eso se lo da a un Hamlet hermoso, perverso, loco, rencoroso, atormentado y todo lo que tiene que ser Hamlet, pero sin caer en el histrionismo en ningún momento. Cuando le gruñía a Ofelia y le ha dicho varias veces aquello de "vete a un convento", se me ponía la piel de gallina.
Mérito de Botto, como director, es también el tremento final con la voz en off, hipercinematográfico en el mejor sentido de la palabra. Un final en el que he llorado como sólo había hecho hasta ahora en el cine. Y oye, sí, estaré más sensible, pero es que una vez más, Shakespeare tenía que ser el que apuntara directo al corazón.
sábado, 20 de diciembre de 2008
Lorca & Dalí: una historia bigger than life
Mírenlos. Son Lorquita y Dalí, cara a cara, encarnados por el actor catalán Javier Beltrán y el vampirito ayquetelocomotó adolescente de Crepúsculo, Robert Pattinson. Los ingleses se han atrevido con un biopic de la historia de amor entre los dos artistas, y por lo que se ve en el jugoso trailer los puristas ya estarán llevándose las manos a la cabeza. A mí, la verdad, no me importa. Lo que se coció entre Lorca y Dalí en la realidad jamás lo sabremos (¿fue algo solamente platónico? ¿hasta qué punto fue una relación sadomasoquista? ¿hubo penetración o sólo tocamientos?). Pero está claro que, con un poquito de sal y pimienta (en forma de libertad creadora) ahí hay material de auténtico culebrón de esos bigger than life. Un material al que había que meter mano, claro está, y al que de paso, me alegro que se la hayan metido (la mano, digo) los anglosajones. Ver a Lorca y a Dalí hablando inglés será un mal menor, porque este tipo de biopics a nadie se les da como a ellos.
Y ahora que lo pienso, Little Ashes es la primera peli que Robert Pattinson estrena tras Crepúsculo: imaginen las hordas de adolescentes americanas que irán en masa al cine para ver una peli sobre Lorca y Dalí en la Residencia de Estudiantes!!!! Los puristas se rasgarán las vestiduras, pero a mí esto de la democratización de la cultura me parece genial.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Crepúsculo: yo veo esto con 15 años y lo hubiera flipado
Esto es lo que me ha dicho Raquel (a la que después de insistir convencí para ver la peli de marras) en la oscuridad de la sala, mientras el contemplativo amor de una adolescente desganada y un vampiro alicaído hacía flu flu en la pantalla. "Esto lo veo yo con quince años y hubiera flipado". Y entonces he pensado que yo ni siquiera necesitaba retrotraerme a mi adolescencia, que con mis quince en cada pata estaba disfrutando como un enano.
Mi hermana la vio hace poco y me contó que le hizo darse cuenta de que ya no era una adolescente, que ya había cosas con las que no tragaba. Y que le dolió haber perdido esa inocencia. Ah, el paso del tiempo. Por eso yo iba con miedo, pensando "que me guste, que me guste, que la fría pátina que nos hace estar de vuelta de todo no haya hecho mella en mí". Y la verdad es que es me ha encantado. No puedo decir que no porque mentiría. La peli está dirigida al público adolescente, y es a ratos de un cursi vergonzante, y si quisiera ahora mismo podría ponerme cínico y ridiculizar la mayor parte de los giros de la historia, como se hace, por ejemplo, en esta crítica, a la que no le falta razón, las cosas como son. Yo podría criticarla igual, pero es que me ha gustado. Y a Dios gracias: sigo ganándole la batalla al cinismo.
Y sí, la peli tiene tiene muchas, quizá demasiadas, concesiones al público adolescente. Pero también tiene algún que otro mérito, como el tono que le da a la historia la directora. Un tono de peli contemplativa que no casa nada con la mayoría de productos dirigidos a adolescentes. Con planos largos, miradas y una acción lenta (sobre todo en la primera parte) que hace que hasta te metas dentro de una historia de amor (o de enamoramiento adolescente, tanto para lo bueno como para lo malo), una historia de amor, decía, que vale, tiene muy poquito de original (por poner un ejemplo: Buffy), pero que funciona.
Otra cosa es que todo en esta peli dé en el clavo de mis debilidades: los ambientes de instituto (con baile de fin de curso incluído) me pirran, y todo el rollo de los vampiros me llega a alienar de gusto. Sé que hay muchos a los que estas dos cosas os horrorizan. No vayáis entonces a ver la peli: no tendréis nada a lo que agarraros.
viernes, 12 de diciembre de 2008
La vida es sueño / Agrio popurrí a gritos
Busco las críticas en Internet y todos la ponen bien, pero a mí y a todos los que me acompañaron nos pareció un bodriete considerable. Hablo de La vida es sueño, el último montaje que por lo visto ha de alojar el teatro Albéniz de Madrid, antes de que se convierta en cortinglés o lo que sea.
Hablando de la obra en cuestión, los que piensen que la odié por todo lo que otrora dije de Calderón, que no se ensañen conmigo. Mi diletancia no alcanza tales cotas: La vida es sueño siempre me ha parecido una obra que te cagas, con un comienzo impresionante ("hipógrifo violento!!!!") y unos monólogos de ponerte los pelos de punta. Un Calderón en estado de gracia, si bien esa gracia no le dio para evitar nuevamente uno de esos finales recalcitrantes en los que los agravios de honor se arreglan con el más auténtico absurdo. (Y ahora que lo pienso, Calderón podría considerarse un antecedente de Samuel Beckett: la forma de pensar de muchos de los personajes del autor del Siglo de Oro te dejan aún más patidifuso que los mismísimos Vladimir y Estragón).
Hablaba del impresionante comienzo de la obra. Pues bien, en este montaje no pudo haber sido peor. La actriz que hacía de Rosaura declamaba que era una pena. Y así lo hizo hasta el final, cuando su personaje vuelve a tener ese magnífico monólogo en el que descubre a Segismundo que de sueño, nanái. Monólogo que también se carga, la muy ingrata. El resto de actores están desiguales. Chete Lera como Basilio ni pincha ni corta. Segismundo le ponía algo más de intención, aunque a mi gusto quizá demasiada. Todos resultaban gritones, y encima a muchos no se les escuchaba (¿se les estropearon los micros? ¿el teatro es demasiado grande? No, si al final va ser mejor que lo conviertan en cortinglés). El montaje, con unos momentos Star Wars, otros en plan Greystoke (¿recuerdan? la peli de Tarzán) y otros de un filogay que me despistó mucho muchísimo, no era lo peor. (También he leído por ahí de supuestos guiños a Matrix que de haber pillado yo, me habrían encantado, porque es verdad que Matrix no es más que una revisitación del clásico calderoniano, y la prueba de la vigencia de la obra.) Los movimientos en escena estaban llenos de forzadas dramatizaciones corporales, muy de escuela de teatro (de la Resad, claro). Y algunas soluciones, como la de Segismundo atravesando la cuarta pared, incluso me gustaron. Pero en mi mente aún estaba fresco el recuerdo de un montaje que vi hace el año pasado en la Reales Atarazanas de Sevilla, mucho menos transgresor pero en el que el lado místico de la historia estaba mucho más potenciado: recuerdo al rey Basilio como una especie de Dumbledore mustio y venido a menos, como el pobre hombre confundido y supersticioso que creo que en verdad retrata Calderón.
Al final, lo peor de todo fue la declamación de los actores. El verso es un duro reto y los grandes actores de la compañía de Teatro Clásico de Sevilla y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, entro otros, me habían hecho olvidarlo. Los de la compañía Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid, tristemente, me han puesto de bruces con la realidad. Pena...
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Spanglish con buen hacer y (demasiado) buenas intenciones
Íbamos a ver Crepúsculo y resultó que me confundí con la hora. Para cuando llegamos al cine llevaba media hora empezada y la única peli a mano resultó ser Bella, que también tenía ganas de ver, aunque no sin la mosca detrás de la oreja. La mosca de que, cada vez que buscaba información en Internet sobre la peli, me topaba con webs católicas haciendo supporting de esta peli independiente.
Bella es una cinta con una cadencia casi perfecta, que se deja ver con gusto, pero con un reverso de panfleto antiabortista que de tan poco sutil, casi se carga la historia. Además, los protas son casi todos latinos, y las escenas en las que los actores dan rienda suelta al español tienen un tono demasiado impostado para mi gusto. Deberían ser los momentos más frescos de la peli y sin embargo a mí me parecieron los más falsos (en especial la escena en la que preparan la comida, con ese hermano pesao que hace las veces de introducer para el público anglosajón en una especie de improvisado parque temático portorriqueño-mexicano).
Eso sí, el director de la peli sabe hilar fino: las imágenes de Nueva York son poderosas, y los momentos de homenaje a la gran ciudad tienen fuerza, como el encuentro con el ciego, o el chino hablando español. Los momentos spanglish son además, en mi caso, una debilidad. Pero por otro lado, el historial de los personajes está más que traído por los pelos: todo cuadra en sus vidas para que la vida, al final, triunfe. Si a todas las que se quedaran preñadas les cayera del cielo uno como el protagonista (con esos ojos, ese empaque y esa disposición para hacerse cargo), nadie hablaría más nunca del aborto. Así cualquiera.
martes, 9 de diciembre de 2008
¡Casi, casi!
De nuevo, igual que con la ya denostada Rachel getting married, el otro día me llamaron para decirme eh, tienes que ver esta peli, que es de las tuyas. Se trataba de Buscando un beso a medianoche, y sí, la cosa se presentaba apetecible. En principio es lo que llaman una talkie movie, esto es, una peli en la que los personajes se tiran hablando todo el metraje, sin importar demasiado el avance de la acción. Según los críticos, la peli bebe de Richard Linklater, y hasta su director es amigo del director de Antes del amanecer y Antes del atardecer, que para mí están entre las diez películas más bonitas que me he tragado y me tragaré en esta mi perra vida. Lo que les decía, apetecible. Además, la peli se presenta como un retrato de Los Ángeles, pero de un Los Ángeles desconocido, y eso también es un punto a favor. Más que apetecible, ¿verdad?
Pero una vez vista la peli, la realidad es bien diferente. Y no puedo decir que sea un pestiño porque mentiría. Sencillamente es que se queda corta. No está a la altura de las expectativas.
¿Por qué? Pues porque los personajes son majos, pero ya está. Los dialogos son graciosos, pero ya está. Las situaciones son casi reales, pero no terminan de serlo. Y el supuesto retrato alternativo de Los Ángeles está ahí, no voy a decir que no, pero me parece a mí que el alternativismo (¿existe esa palabra?) está más en el blanco y negro que en otra cosa. Un blanco y negro que además a mí me resultó pelín incómodo, sobre todo tratándose de una ciudad en la que yo mismo estuve este verano, y el mejor recuerdo que me dejó fue su luz, su sol que todo lo ilumina, y que tristemente, esta peli no capta.
Después he leído que la peli se grabó en dos escasas semanas y con apenas 25.000 dólares. O sea, que el mérito no se lo voy a quitar. Pero yo sigo a la busca de esa independent movie ideal, esa peli indie que más conecte conmigo y que cada vez me resulta más difícil encontrar. Así que, por favor, si insisto en ver americanadas como Crepúsculo o la de James Bond (a las que no consigo que nadie me acompañe a ver), no me lo echen en cara. Al menos con ésas sé a lo que voy, y no me quedo con esa extraña y desagradable sensación de casi que sí, pero no. Para mediocridades, las de la vida.
Y va otro de Isabel Allende
A aquellos que busquen un ensayo sociológico sobre Chile, Mi país inventado les parecerá una petardada; a los que busquen carnaza, sin embargo, se les quedará corto. En ese sentido, la Allende se explaya mucho más y mejor en La suma de los días, donde airea sus privacidades más jugosas para mayor placer de lectores petardos como el que esto suscribe.
Aun así, este libro que gira alrededor de la nostalgia (uno de los leit motivs de toda la obra de la Allende) se lee con gusto y en un santiamén. La Allende puede ser ligera y hasta pelín frívola, y este libro se nota que está un poco improvisado (hasta la propia autora reconoce que lo escribe sobre la marcha, y sólo le falta añadir que lo hace obligada por la editorial), pero a mí por lo menos no me deja ese regusto a hueco y despreciable que me dejó el Bayly de los cojones.
Quede dicho que la Allende es mi debilidad, y por tanto soy tremendamente subjetivo.
Aun así, este libro que gira alrededor de la nostalgia (uno de los leit motivs de toda la obra de la Allende) se lee con gusto y en un santiamén. La Allende puede ser ligera y hasta pelín frívola, y este libro se nota que está un poco improvisado (hasta la propia autora reconoce que lo escribe sobre la marcha, y sólo le falta añadir que lo hace obligada por la editorial), pero a mí por lo menos no me deja ese regusto a hueco y despreciable que me dejó el Bayly de los cojones.
Quede dicho que la Allende es mi debilidad, y por tanto soy tremendamente subjetivo.
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